EL PAíS › PANORAMA POLITICO

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 Por J. M. Pasquini Durán

La geopolítica del etanol, el biocombustible del que muchos hablan, podría tener un rol importante en el futuro colombiano. El presidente Alvaro Uribe, en oportunidad de visitar a Bush, declaró que su país, segundo productor sudamericano de biocombustible después de Brasil, dispondría de seis millones de hectáreas para el cultivo de caña de azúcar, materia prima válida para el etanol, y espera disponer de 27 centrales de producción para el año 2020, a un costo de 340 millones de dólares. En próximo tiempo, según el académico venezolano Alfredo Garrido, los campesinos colombianos serán tentados a reemplazar las plantaciones de coca por los cultivos destinados a los combustibles alternativos, con ventajas económicas suficientes para convencerlos del cambio, como no pudo hacerlo ninguna política anterior. El Mercurio de Chile editorializó que Sudamérica sería “la Arabia del etanol” y en esta OPEC de nuevo cuño ya están anotados, además, Argentina, Ecuador, Perú, Uruguay, Panamá, Guatemala, Nicaragua, Haití, El Salvador, República Dominicana, entre otras. Para México significaría un alivio ya que podría desahogar su producción agrícola puesto que este año, en razón del Tratado de Libre Comercio, estará obligado a fabricar sus tortillas con maíz subsidiado de Estados Unidos y Canadá. Hasta Cuba y Venezuela han firmado un acuerdo que prevé la instalación de once fábricas de etanol (“Brasile, la stella del sud”, en Li Mes, revista italiana de geopolítica). Por el momento, el narcotráfico no ha sido desplazado por el etanol. Sin desactivarlo no hay chances para la negociación política a mediano y largo plazo.

Por su parte, el reconocido historiador y lingüista norteamericano Noam Chomsky en su investigación sobre “el terrorismo internacional en el mundo de hoy” asegura que a fines de la década del ’90 en Colombia “se producían unos diez asesinatos políticos al día (desde entonces puede que se hayan duplicado, según las organizaciones humanitarias colombianas), y la cifra de personas desplazadas había alcanzado los dos millones, con aproximadamente 300 mil cada año en constante aumento. El Departamento de Estado norteamericano y Rand Corporation están de acuerdo con las organizaciones humanitarias en que entre un 75 y 80 por ciento de las atrocidades son atribuibles al ejército y a los paramilitares... (...) ...En 1999, en plena escalada de las atrocidades, Colombia se convirtió en el principal receptor de ayuda militar estadounidense en todo el mundo (detrás de los inamovibles Israel y Egipto), desbancando a Turquía” (N. Chomsky, Piratas y Emperadores). Si bien conservador y pronorteamericano, Alvaro Uribe llegó a la presidencia en el siglo XXI y fue ratificado en el cargo por el voto popular, porque prometió restablecer la dignidad de esa nación y acabar con las bárbaras matanzas, para lo cual tenía que revertir la tendencia predominante en ese país hasta su asunción.

Eso implica desarticular una “estructura de guerra”, como la denomina el profesor argentino Juan Gabriel Tokatlian, “entendida como un esquema social, político y económico que dota de enormes recursos a todos los actores institucionales, paralegales y antisistémicos, lubrica la base material de varias regiones y les brinda incentivos a los violentos para incrementar su poder relativo”. El académico acierta también al precisar que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), la principal organización guerrillera con más de cuatro décadas de antigüedad, “operan con una ‘mentalidad campesina’ de muy largo plazo, son refractarias al cambio, poco influenciables y suficientemente dotadas militar y materialmente para ser persuadidas con promesas vagas y gratificaciones mediáticas de corto plazo” (“El peligro de ingresar en un callejón sin salida”, La Nación, 3/1/08).

Después de que fracasó el operativo de rescate de tres rehenes, razón por lo que ahora intercambian acusaciones el gobierno de Uribe y las FARC, alcanza con seguir las noticias sobre la identidad de Emmanuel, el supuesto hijo de una de las candidatas a la libertad, para comprender la espesa trama y el nivel de crueldades que envuelven a las relaciones de los bandos en conflicto. Nada indica, por otra parte, que Washington, factor determinante en la construcción de la “estructura de guerra”, esté pensando con seriedad en la salida de este conflicto. Por el contrario, el gobierno de Bush, a pesar de que tiene los meses contados, “mantiene alta la bandera del unilateralismo de su país”, como escribió con afilado estilo el mexicano Carlos Fuentes: “El terrorismo lo obligó a abandonar el aislacionismo, pero no el unilateralismo. ‘Dejarme solo’, como los matadores” (C. Fuentes, “Contra Bush”). En estas condiciones, ¿sirve para algo reivindicar el derecho humanitario o será un reiterado ejercicio inútil?

Sirve, en primer lugar, para devolverle humanidad a la telaraña de la violencia y para rescatar el mayor número posible de vidas. Desde el punto de vista político es útil, sobre todo, para reivindicar a la multilateralidad como base de las relaciones internacionales, de Sudamérica en particular, y a ejercer el diálogo y la tolerancia con ánimo paciente para enfrentar los problemas más difíciles de la región. Al final, revierte en calidad de convivencia interna en cada uno de los países participantes, siempre y cuando nadie enfoque el tema como un asunto deportivo, donde se gana o se pierde en cada partido, ni espere que la paz se haga en Colombia mediante el intercambio de prisioneros. En cualquier caso, bien entendidos, son pasos hacia adelante y así lo fue en esta ocasión, aun sin haber alcanzado el propósito último del operativo. En cualquier caso, por lo menos debió provocar la reflexión de los partidos sobre las relaciones exteriores, aunque una vez más, por lo menos en este país, las meditaciones quedan para periodistas y académicos, mientras los políticos profesionales despachan el asunto con una frase de ocasión, a favor o en contra del Gobierno, según el lugar que los encuentre en cada caso.

Es verdad que existe una variedad de temas de los que deberían ocuparse con tanta o mayor minuciosidad, porque ninguna realidad nacional viene fácil. Que lo diga Daniel Scioli, por citar uno entre varios similares, que tiene los planes en las manos y por delante un vasto desierto presupuestario, en tanto trata de dilucidar de dónde venía y para quién era el mensaje de violencia cerril aplicada a demoler las oficinas del Ministerio bonaerense de Desarrollo Social, cuyas flamantes autoridades sólo atinan a una certidumbre: los militantes regulares de los movimientos sociales no llegan a tanto, por más urgidos que estén para ubicar alguna demanda. ¿No hay que condenar ni decir nada por las dudas o porque se trata de Scioli, un hombre acostumbrado a caminar entre la farándula artístico-deportiva y el centroderecha de la política? ¿No es condenable el acto así fuera la extraviada expresión de algún grupo legítimo?

Otro tanto sucede con la gestión gubernamental en la ciudad de Buenos Aires. El aumento del impuesto ABL (alumbrado, barrido y limpieza) es desorbitado y prepotente, no tanto porque sea inadecuado el revalúo fiscal de las propiedades después del auge de la construcción, pero hacer tabla rasa y aplicar a tontas y a locas es de tal arbitrariedad que merecería la desobediencia civil o la apelación judicial. El calibre es distinto cuando se refiere a la cancelación de contratos de personal o a la intervención de la obra social del sindicato de municipales porteños. La existencia de bolsones de ñoquis en los distintos niveles del Estado es un dato conocido por el más pajuerano, pero no hay que pensar mucho para advertir que esos disparos al bulto deben tener una cuota de injusticia. Nadie ignora que el sindicato aludido está dominado, como tantos otros, por una vetusta burocracia que acomodó las cosas a su conveniencia patrimonial, y para eso la CTA viene reclamando, sin que nadie la escuche (tampoco Macri y sus aliados), la libertad sindical, como lo indica la OIT, pero la política, aun la más arbitraria, tiene siempre una cierta base lógica.

Hugo Moyano está al lado de los municipales porque de paso ataca a un adversario del gobierno nacional, al que necesita si quiere sobrevivir en la CGT, jaqueado por Barrionuevo y Martínez. En cambio, es muy difícil aceptar que el jefe de la ciudad llegó para sanear la vida gremial; más bien parece una pulseada que si la gana le dejará las manos libres para hacer su voluntad, como si fuera una empresa privada, con tercerizaciones y ese tipo de modalidades que están en uso, tan poco aptas para el manejo transparente de los dineros de todos, como decía cuando prometía “qué bueno va a estar Buenos Aires”. Pese a las controversias, lo peor de la gestión es lo que no hace, al menos con la premura con la que quiere derrotar al personal, al que bien le vendría, en cambio, una buena dosis de actualización profesional.

En una ciudad central con recursos hay tanto para hacer que sólo hace falta repasar los discursos de campaña para notar la parálisis. Más todo lo que ni siquiera se les ocurrió. Una para pensar: en España hay una Renta Básica de Emancipación para ayudar a 361 mil jóvenes a pagar el alquiler de una vivienda, con un subsidio de 210 euros mensuales por contrato y por el término de cuatro años. La Renta de Emancipación incluye un préstamo de 600 euros para la fianza y de 120 para el costo financiero de la operación. Traducido a los valores porteños, las cifras son mucho menores, pero tal vez el número de emancipados sería el mismo, entre los 22 y los 30 años, con un empleo en blanco que les dé un ingreso proporcional. Vale sólo como referencia de las múltiples iniciativas que podrían ocupar al gobernador de la Ciudad para hacer más fácil la vida de quienes pelean por el futuro. ¿Por qué será que los que mandan siempre empiezan por quitar en vez de dar? Si empezaran al revés: vamos a facilitar esto o aquello –nadie pide limosnas–, pero necesitaremos ahorrar aquí o allá, las cancelaciones se verían de otro color.

En unas vacaciones tan resplandecientes que hasta en Punta del Este volvieron a sonreírles a los argentinos sin mencionar a Botnia, nadie se detiene mucho en la mala fortuna de los que se quedaron sin luz y sin agua o en la de todos los que pagan veinte por ciento más el costo del transporte público. Una bicoca, qué va a comparar con el riesgo de vida del ex presidente Néstor en plena selva colombiana, con esas humedades calientes que lo acosaban a toda hora. Sería bueno que la próxima vez que el presidente Chávez telefonee, le pongan en el contestador una de las frases favoritas: “¿Por qué no te callas, amigo?”

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