Lunes, 31 de marzo de 2008 | Hoy
EL PAíS › CóMO SE FUE IMPONIENDO EL MODELO TRANSGéNICO
Por Darío Aranda
La Fundación Rockefeller y la Fundación Ford, ambas de Estados Unidos, comenzaron en la década del ’50 a promover, mediante la investigación de laboratorio, mayor producción por hectárea en pos de aumentar la rentabilidad. Fue el germen de una agricultura tecnificada, con mayor maquinaria y un tipo de semillas híbridas. Al proceso se lo denominó “revolución verde”. Durante la década del ’60 y ’70 aumentó el rendimiento de los cultivos, pero también implicó que los agricultores fueran cada más dependientes de costosos insumos químicos. A fines de los ’80 comenzó la llamada “segunda revolución verde”, impulsada por las compañías de biotecnología. Los pueblos originarios y comunidades campesinas encuentran en este fenómeno la pérdida de poder social y económico de las comunidades rurales, el empobrecimiento de los suelos, el desplazamiento generalizado de campesinos fuera de sus tierras y el aumento gigantesco de barrios de emergencia de las grandes ciudades.
“El campo, a nivel mundial, atraviesa una nueva etapa marcada por la transnacionalización del capital, la utilización de nuevas tecnologías y un impacto social y ambiental silenciado, tendencia potenciada por el auge de los agrocombustibles”, explica la investigadora del mexicano Grupo ETC (Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración), Silvia Ribeiro, y resalta que el actual modelo de agronegocios es manejado en todas sus etapas por las transnacionales agroquímicas, desde la producción hasta la comercialización, pasando por la venta de semillas y los químicos, hasta la distribución.
De las siete mil empresas que en la década del ’80 controlaban la producción de semillas en el mundo, actualmente sólo veinte compañías dominan el 60 por ciento de ese mercado. El relevamiento del Grupo ETC asegura que entre las diez compañías de semillas más importantes del mundo facturaron, en 2006, 13.000 millones de dólares, el 57 por ciento del mercado de semillas. Las tres principales compañías –Monsanto, Dupont y Syngenta– controlan el 39 por ciento del negocio. Las organizaciones campesinas apuntan a empresas que apuestan al perfil bajo, pero altas exportaciones y concentran las ventas de insumos: Bayer, Nidera, Cargill, Bunge, Dreyfus, Dow y Basf, entre otras.
En el mercado de agronegocios mundial, Argentina es visto como un alumno modelo: en 1997, en Argentina se cosecharon once millones de toneladas de soja transgénica y se utilizaron seis millones de hectáreas. Diez años después, en 2007, la cosecha llegó a los 47 millones de toneladas, abarcando 16,6 millones de hectáreas. El avance del monocultivo se produjo en la década del ’90, cuando el entonces secretario de Agricultura de Carlos Menem, Felipe Solá, autorizó la siembra de semillas modificadas genéticamente y el uso intensivo de agrotóxicos. Hoy, Argentina es el tercer exportador mundial de grano de soja (luego de Estados Unidos y Brasil) y el primero de aceite. Las exportaciones de soja y sus derivados, en 2007, fueron por 11.000 millones de dólares. La expansión del cultivo obedece a los altos precios internacionales, el apoyo de los gobiernos, las grandes corporaciones y la demanda de Europa y China, convertidas hoy en las mayores compradoras de soja, donde es utilizada para alimentación animal (vacuno, aviar y porcino).
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