EL PAíS › ALUVIóN DE CARTAS A PáGINA/12 POR EL CONFLICTO AGROPECUARIO

El campo de los lectores

Cientos de mensajes evidencian el interés de los lectores por sumarse al debate. La limitación de espacio hace imposible darles cabida a todos. Aquí, una muestra de las diversas reflexiones.

Un golpe sin militares

La situación creada por ciertos sectores del campo debe servir para reflexionar acerca de sus causas y consecuencias posibles. Al campo le va bien, el país está mucho mejor que hace cinco años, la coyuntura internacional nos favorece, entonces ¿por qué hay un clima encendido y peligroso? Los ruralistas ricos dicen que los piquetes son espontáneos y provienen de los chacareros chicos y en muchos casos rebasan a sus dirigentes de la FAA. Los dirigentes de la FAA encabezan muchos piquetes, con arengas que superan en hostilidad a las más duras de quienes en Buenos Aires paran los subtes o algún hospital. Se arrogan el derecho de impedir el tránsito de camiones con productos imprescindibles para la canasta familiar, con lo cual atizan el desabastecimiento y el obvio encarecimiento de lo poco que queda en las góndolas. Los políticos opositores –Macri, Carrió, entre otros– suman bronca a la bronca y alientan los cacerolazos urbanos, a los que se pretende mostrar como espontáneos. Se cuestiona el derecho de quienes defienden al Gobierno y se los trata como siempre, es decir “son violentos”. ¿Adónde conduce esta situación? Se dice que como los militares ya están fuera de juego, no hay peligro de golpes de Estado. Aquí creo que se comete el mayor error, por parte de la gente y los pocos medios honestos. Si las consignas porteñas son “que se vaya Cristina”, se trata de intento o deseo de golpe. Si los chacareros y sus dirigentes dicen como escuché decir a De Angelis, “que si viene la Gendarmería a hacer circular los camiones con productos alimenticios, que vengan con las ambulancias...”, ¿qué es eso? Los golpes siempre tuvieron base en descontentos justificados o fabricados, y que el protagonista ritual no esté en carrera –los militares– en absoluto les quita el carácter golpista a ciertas acciones y discursos. Ver lo que pasa en Bolivia, Venezuela, Ecuador, donde los ricos se levantan para enfrentar a sus gobiernos, con apoyo de medios y en algún caso con el de Bush, evidencia que aun sin los militares se puede desestabilizar a un gobierno. Mi modesta opinión, aunque se vea como loca, es que como no se vislumbran formas electorales de vencer a este gobierno, se está recurriendo a un desgaste que por más errores en algún eventual porcentaje en las retenciones, nunca justifica encender el país, que no es del campo ni de la clase cheta, sino de casi 40 millones de habitantes.

Rafael Szir



No les creo a los llorones

Mi mujer heredó una pequeña chacra de 17 hectáreas en Villa Cañás, Santa Fe. Cuando su fallecido padre envejeció, la arrendaba a un vecino, modalidad que se mantiene ahora. En el 2001, con el 1 a 1 y sin retenciones, la chacra le daba una renta anual de alrededor de 3000 pesos, una vez descontados los impuestos inmobiliarios. Hoy, con las necesarias retenciones, esa renta es de 15.000 pesos. Por supuesto que no vivimos de esto, es simplemente un ingreso extra, que nos sirve para medir cómo evolucionaron los ingresos del sector agrario, y tener una idea de los ingresos de los “pequeños productores” que tienen más de 50 hectáreas. No les creo nada a los llorones que dicen que con las retenciones se van a la quiebra. ¿Qué sector multiplicó por cinco sus ingresos en pesos desde el 2001? Si los ingresos fiscales por las retenciones son mal aplicados, eso es harina de otro costal. No voté a los Kirchner, y nunca voté a un candidato del justicialismo, pero lo que más bronca me da es el egoísmo sectorial que reina en este país. Cada cual chilla de acuerdo con dónde le apriete el zapato, y nadie tiene una visión del país en su conjunto. Por eso estamos como estamos. En ese egoísmo incluyo a la mayoría de los políticos.

Diego Linares



Violencia de la Sociedad Rural

Estuve en Chile antes del golpe de Estado, recuerdo los supermercados vacíos, porque no dejaban llegar las mercaderías los que después llenaron al país de sangre. Veo escenas en televisión y las diferencias con que se trata a unos y a otros grupos. De acuerdo con quiénes son los que manifiestan o hacen piquetes. La violencia no se les asigna a los de piel más clara. Es violento cortar tantos lugares del país al mismo tiempo, no dejar llegar las mercaderías o encarecerlas. Es violento dejar sin comida a la gente. Lo hacen los que ganan sumas fabulosas y están ávidos de más y más. Mañana alguien con un sueldo corto no podrá comprar lo que aumentó, pero eso para muchos medios y muchos opositores no es violencia, el hambre para ellos no es violencia. También sabemos que no sólo ésa es la que pueden usar. Siempre usaron la violencia contra los gobiernos elegidos. Es un momento para hacerles frente. No tema, señora Carrió, los violentos son los que desde el poder económico y los medios avasallan todo.

Cristina Villanueva



El discurso, una provocación

Más allá de una cuestión de desabastecimiento, libre derecho a transitar, o incluso más allá de poder tener sustento los argumentos de una decisión, a la persona que ocupa el sillón de Rivadavia le cabe una responsabilidad suprema. La búsqueda de soluciones pacíficas, armoniosas y porqué no, sabias. El discurso presidencial (del martes) lo recibí como un intento de provocación. Como esos chicos inmaduros que no controlan su lenguaje y lo transforman en una agresión que enciende el enojo. Ojalá muchos reflexionen en este punto y sepan diferenciar lo que es reaccionar irresponsablemente de lo que es trabajar para un cambio.

Fernando Vera del Barco



¿Para qué las retenciones?

Tal vez las retenciones sean una buena medida para recaudar más, también podrían subir el impuesto a las ganancias, controlar más el dinero en negro que generan las grandes empresas, pero lo importante es ¿para qué? ¿A alguien se lo han dicho?, ¿qué piensa hacer el Gobierno con el dinero recaudado? ¿Pagar más deuda externa y seguir refinanciando créditos altos? ¿Construir un tren de alta velocidad a Mar del Plata para la gente de Capital, aquellos que salen hoy con las cacerolas y que con los beneficios del campo siguen comprando casas de fin de semana en la costa? O tal vez el Gobierno se acuerde del interior y la falta que hace volver a invertir en toda la red ferroviaria y en todo el extenso territorio argentino y no sólo en Puerto Madero y sus extensiones. Si la idea es redistribuir la riqueza pues bien, suban las retenciones pero diferencien el IVA de los alimentos más básicos, es imposible para la gente que menos tiene seguir pagando un 21 por ciento en impuestos sólo para comer, vestirse o tener un lugar donde habitar, ya sea pagando alquiler o autoconstruyéndose algo. Acordémonos de que esa suba la dispuso Cavallo y al parecer el Gobierno mira para otro lado cuando se habla de la injusta desigualdad que genera ese IVA.

Matías Becerra



Un modelo para pocos

Vivo en Madrid hace cinco años. Nací en Liniers y me críe en José Ingenieros, provincia de Buenos Aires. Allí viví con mis padres antes de venirme a España. Tenía una humilde panadería en el barrio de Villa Luro. Me tocó vivir toda la crisis de De la Rúa, el corralito, los saqueos, el cacerolazo, etc. Aguanté inmóvil, impotente y desamparado hasta que me di cuenta de que no era bueno para mi salud mental y me fui apretando los dientes con la esperanza de volver. Hoy la realidad es otra, veo a la Argentina desde afuera, la comprendo más y la quiero más. Pero, lo de ayer (visto en directo a las 4 de la madrugada) me ha vuelto a desilusionar. No lo entiendo... Cuando yo me puse la panadería con mis padres, con plata prestada de familiares y amigos, se vino la crisis. Por aquel entonces, la docena de facturas la cobraba tres pesos y el saco de harina me salía 20 pesos. Luego del corralito que a mí no me tocó (por desgracia nunca tuve resto para ahorrar) se vino la pesificación de las deudas (de esas sí tenía muchas). Entonces caí en la trampa hipócrita de la Argentina. Veía, por un lado, cómo se pesificaban las deudas de sectores del campo a un valor menor de lo que me pesificaban mis deudas (me parecía justo para una reactivación) y, por otro lado, la materia prima que compraba “del campo” me la cobraban a precio dólar. La harina pasó a valer 50 pesos y toda la materia prima (manteca, dulce de leche, margarina) tuvo subas de hasta un 300 por ciento; y ¿qué pasó? Que yo no podía subir la factura un 300 por ciento, o sea, cobrarla 9 pesos, la subí a 3,60 (un 20 por ciento más). Como verán la cuenta es muy fácil, la diferencia me la comí yo, como todos los pequeños minoristas. Mientras, el “campo”, augurando una reactivación por exportaciones y competitividad, me vendía la materia prima al mismo precio que a una panadería de Madrid. Ahora me pregunto, la gente que estaba ayer en las calles, ¿qué reclamaba? ¿Que los precios suban en las góndolas? ¿Que falte la comida? ¿Ganar más plata? Es tan claro como triste, la ignorancia todavía hace que la clase media se enfrente con los más pobres, y los que ganan son siempre los mismos, la oligarquía codiciosa y egoísta a la que siempre le interesó más su bolsillo que los intereses de la Argentina. Y son siempre los mismos los que confunden a esta clase media, cada vez más incrédula y apolítica que persigue el modelo de “sálvese quien pueda”. Este es el modelo que más les conviene a los “cinco” que deciden el futuro del país. Un país que sale a la calle porque le tocan los ahorros (totalmente válido y en su derecho); pero que, una semana antes cuando sale en portada una niña tucumana desnutrida, se queda en su casita comentando que la docena de medialunas subió un 20 por ciento.

Sebastián Gutiérrez

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Imagen: Bernardino Avila
 
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