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El Mundial desde El Vesubio

 Por Adrián De Benedictis

El parecido con René Houseman generaba confusión, y desde la tribuna se podía afirmar que el hombre de la camiseta celeste y blanca con el número 21 en la espalda era el ex delantero de Huracán. Pero con el correr de los minutos pudieron identificarlo: su nombre es Alfredo Chávez, miembro de una de las agrupaciones de derechos humanos. Chávez, socio de River desde que nació, vivió el Mundial ’78 secuestrado en el centro El Vesubio, luego de que fuera secuestrado en Villa Ballester. Haber participado en el partido de ayer fue algo incomparable para él: “Me la pasé llorando hasta hace un rato. Siento emoción y mucha alegría. La sociedad puede aceptar lo que pasó, no hay perdón, sólo se pide justicia”. Chávez fue liberado en La Plata, en diciembre de aquel año, junto a otro grupo de detenidos, y se fue a vivir a Bariloche, donde tuvo un encuentro inesperado. “Un día me lo encontré a (Alfredo) Astiz, y por suerte le pude pegar varias trompadas. En ese momento sentí mucha bronca e impotencia”, explicó.

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