Martes, 5 de agosto de 2008 | Hoy
EL PAíS › EL LíDER BRASILEñO INAUGURó UN SEMINARIO EMPRESARIO SOBRE COOPERACIóN Y ARTICULACIóN PRODUCTIVA
Apenas unos días después de que Brasil dejara pagando a la Argentina en la Ronda de Doha, el presidente Lula da Silva puso “cara de poker” y se despachó con un discurso a favor de la integración regional como si nada hubiera pasado.
Por Fernando Krakowiak
Las paradojas del destino hicieron que tuviera que venir a inaugurar un seminario sobre estrategias de cooperación y articulación productiva con Argentina, apenas unos días después de que Brasil dejara pagando a su histórico socio comercial en la Ronda de Doha. Sin embargo, el presidente brasileño, Lula da Silva, puso “cara de poker” y se despachó con un discurso a favor de la integración regional como si nada hubiera pasado. Incluso logró que los empresarios locales lo aplaudieran de pie, dejando en claro que, más allá de sus políticas, el carisma sigue intacto.
El encuentro comenzó a las 10.30 en el hotel Sheraton de Retiro y la primera en hablar fue Cristina Fernández de Kirchner. La Presidenta comenzó elogiando la convicción que tuvieron las clases dirigentes brasileñas para impulsar un modelo industrial que es líder en la región y reivindicó la alianza bilateral en un contexto internacional inédito, donde los términos de intercambio comercial favorecen a los países emergentes.
Sin embargo, no dejó pasar la oportunidad y cuestionó de manera elíptica a Brasil por lo ocurrido la semana pasada en Ginebra: “Cuando abordemos negociaciones de carácter multilateral debemos tener en claro siempre qué es lo que nos proponen del otro lado y qué es lo que tenemos para dar. Hay que ver en valores absolutos y en valores relativos qué es lo que cada uno tiene que negociar, fundamentalmente para no ahogar esta fantástica posibilidad de una Argentina recuperando su capacidad industrial”, afirmó.
El malestar surgió porque Brasil sorprendió la semana pasada al apoyar una propuesta del director general de la Organización Mundial del Comercio, el francés Pascal Lamy, según la cual los países en vías de desarrollo debían comprometerse a rebajar los aranceles de sus productos industriales. A cambio, Estados Unidos y la Unión Europea reducirían su techo de subsidios, en una proporción que fue considerada insuficiente por el resto de las naciones de ingreso medio que integran el G-20, como India, China y Argentina.
La bronca con Brasil fue doble porque estaba negociando con los países centrales en nombre del G-20 y sorpresivamente terminó apoyando a Estados Unidos y la Unión Europea luego de conseguir que se eliminen barreras para la comercialización de biodiésel, soja, carne, cueros y jugos, todos productos donde es competitivo y busca expandirse. “Cuando vimos la agenda no quedó ninguna duda de que ellos salían beneficiados”, señaló una fuente oficial. Finalmente la propuesta no prosperó, pero igual Lula quedó en el ojo de la tormenta.
Ayer se esperaba con atención su intervención. La parada era difícil porque, aunque vino con una hinchada propia de 300 empresarios, igual jugaba de visitante. Sin embargo, sacó a relucir sus extraordinarias dotes de orador pulidas durante sus años de dirigente sindical e hipnotizó a la platea del Sheraton.
Lula comenzó haciendo un breve resumen de la situación económica de su país y destacó el creciente vínculo comercial con Argentina: “Brasil ya es el tercer mayor inversor en Argentina y a partir de 2002 pasó a ser el primer inversor en flujos de capital”, sostuvo. Luego dijo que esas inversiones eran la mejor prueba de que “una argentina industrializada y competitiva fortalece a Brasil y al Mercosur”, respondiendo de manera también elíptica a la crítica que le formuló Cristina Fernández de Kirchner.
El presidente brasileño agregó que es necesario multiplicar los esfuerzos para eliminar distorsiones en el comercio internacional y que Argentina y Brasil deben liderar la respuesta del Mercosur ante ese desafío. “Nuestra alianza estratégica es la espina dorsal de ese proyecto”, remarcó sin titubear, pese a que todavía no se cumplió ni una semana de la pirueta que protagonizaron en la Ronda de Doha. “Brasil continúa apostando por la Argentina, sus trabajadores y su gobierno”, agregó al final de su discurso. Luego decidió improvisar unas palabras y se terminó de ganar al auditorio.
“Cuando se habla de crisis de alimentos algunos países pueden llegar a preocuparse, pero Argentina y Brasil deben verla como una gran oportunidad histórica para progresar. Juntos debemos disputar un lugar en el comercio mundial”, sostuvo, aunque remarcó que los intereses soberanos de cada país son “intocables”. Enseguida dejó en claro que su intención es tratar de reflotar la frustrada negociación multilateral de la OMC para tratar de avanzar con una mayor liberalización global: “Si no concluimos la Ronda de Doha los países más pobres van a sufrir”, dijo, pero, según su visión, “la parte técnica de Doha se agotó. La cuestión no es técnica sino eminentemente política”. “En Doha vi lo difícil que es sacarles un centavo a los países ricos”, agregó y se ganó el aplauso de los presentes que a esa altura parecían haberse olvidado de la última pirueta brasileña. Entonces, recordó una anécdota que le contó “un presidente de un país”: “Lula, hace 50 años que estoy esperando que Estados Unidos me ayude y estoy tan miserable como hace 50 años”. La ocurrencia le valió una ovación. Lo que no quedó claro luego de Ginebra es si él se convenció de lo mismo.
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