Jueves, 16 de julio de 2009 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Roberto Follari *
Como el partido mediático dictaminó que ganó “la oposición” (como si no hubiera muchas y diferentes oposiciones), Elisa Carrió logró disimular su catastrófico resultado electoral. Es paradójico ver pavonearse al diputado Fernando Iglesias por diversos sets televisivos con un incomprensible aire de ganador, deslizando que el Gobierno perdió “porque es insultativo”. ¿Y el lenguaje desmesurado de Carrió, qué será? ¿Cómo calificar su inacabable saga de declaraciones excesivas, totalmente rechazadas en la elección?
Lo cierto es que Carrió se hundió en las urnas. Con cientos de miles de votos menos que Kirchner en provincia de Buenos Aires y tercera cómoda en Capital, donde estuvo a punto de ni siquiera alcanzar su propia banca. Justo el distrito donde ella suponía obtener el trampolín para su candidatura presidencial del 2011.
Acallados sus gestos ampulosos y agoreros sobre un fraude que no existió, ahora la candidata que –a diferencia de Carlos Reutemann– se especializa en llegar tercera, deberá establecer cómo hace para no bajar más peldaños desde esa posición. Es que ella fue en la misma –¿la misma?– fuerza que Julio Cobos y que Hermes Binner. Como es por demás evidente, allí “cada cual atiende su juego”. Siendo seguro que Cobos será candidato, todos nos preguntamos dónde irán los otros dos postulantes, con sus votantes respectivos.
Es decir: en la próxima elección, es bastante improbable que el Acuerdo Cívico siga existiendo. Y si finalmente lo hiciera, como fruto de su fracaso en esta elección, Carrió deberá entregar sus votos a aliados con quienes –hasta ahora– apenas la ha unido otra cosa que el espanto.
* Doctor en Psicología, profesor de la Universidad Nacional de Cuyo.
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