Jueves, 12 de agosto de 2010 | Hoy
Por Sergio Kiernan
Los primeros muertos del gobierno de Mauricio Macri son causados por una obra en construcción, un aparente accidente causado por la incompetencia de un profesional o su pasión por ahorrarse costos. En el contexto de las políticas de Mauricio Macri, de sus verdaderas prioridades, no hay nada de casual o puntual en el desastre de Villa Urquiza. Mimar la especulación inmobiliaria, darle impunidad, levantarle por las buenas o por las malas los límites, vaciar las leyes y destruir la capacidad del Estado porteño de hacerlas cumplir es una misión central de este gobierno.
La figura articulante de esta política es el arquitecto Daniel Chain, ministro de Desarrollo Urbano porteño y un funcionario bien revestido de teflón. Chain es hace tiempo una fuente de problemas políticos para el PRO y su gobierno, ya que cada vez es más claro que está donde está para cuidar un sector económico y no un partido. Por ejemplo, para evitar que la protección al patrimonio edificado llegue a la herejía de limitar las demoliciones o que los vecinos organizados logren prohibir las torres. Siempre fue Chain el que coordinó, en el Ejecutivo y en la Legislatura, el combate a los límites, a la baja de alturas, a las catalogaciones y sobre todo a las Areas de Protección Histórica que custodian zonas enteras.
Y fue Chain el que le causó a su gobierno derrotas costosas: los vecinos de San Telmo cortando calles y recurriendo a la Justicia para evitar que peatonalizaran la calle Defensa, los permisos para torres en San Telmo derivando en amparos judiciales, el papelón de perder la votación legislativa para bajar las alturas en Caballito sur.
Estos costos políticos no frenaron al ministro ni deterioraron, en absoluto, su relación con su jefe Macri. Quienes se asombraban de la fortaleza del “piantavotos” –gente del “ala política” del PRO– ahora se asombran de su propia ingenuidad en pensar que se debía a alguna amistad o vínculo personal con Macri. Business are business y la especulación inmobiliaria es el verdadero patrón.
Buenos Aires hace tiempo que no tiene capacidad de controlar e inspeccionar lo que ocurre en sus calles y terrenos. Chain no sólo jamás habló de restaurar esa capacidad, sino que emitió todas las señales posibles de impunidad, como la de matar el reglamento de penalidades propuesto por Cultura para quien demuela edificios históricos o negarse siquiera a subir las multas ínfimas que la Ciudad puede cobrar hoy.
Era cuestión de tiempo que alguien muriera, porque la obra del derrumbe es apenas un caso más, uno que terminó en tragedia.
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