Tenía 30 años Sabrina Gullino cuando un estudio de ADN le confirmó que era hija de Raquel Negro y Edgar Tulio Valenzuela, militantes montoneros desaparecidos durante la última dictadura. Ella nació en el Hospital Militar de Paraná en marzo de 1978. Fue la nieta número 96 a quien las Abuelas de Plaza de Mayo restituyeron su identidad. Ayer llegó con muchos nervios a Paraná: “Este es un momento muy importante y conmovedor porque se cruzan muchas emociones, pero a la vez estoy muy contenta de estar acá, con tanta gente querida y con la certeza de que, aunque la Justicia sea lenta, el esfuerzo de los organismos de derechos humanos y tanta otra gente valió la pena”, comentó luego del inicio del proceso contra los represores que le sustrajeron la identidad, los mismos que desaparecieron a su madre. A su lado, como siempre, estaba su hermano, el hijo de Raquel Negro, que también estuvo secuestrado en la Quinta de Funes cuando tenía un año y medio. Sebastián destacó el trabajo de investigación realizado durante seis años, desde la presentación inicial efectuada por el entonces titular del Registro Unico de la Verdad, Guillermo Germano, planteando que en el Hospital Militar de Paraná había funcionado una maternidad clandestina. “Ver a los represores sentados en el banquillo da una sensación de que todo lo hecho valió la pena”, dijo. Entre clowns, artistas y música de fondo, sobre un escenario montado en la calle, frente a los tribunales, Sabrina señaló que “los juicios tienen una función social y política de reconstruir la historia de nuestro país, porque nos permiten hablar de cosas que trataron de silenciar en su momento”, dijo a Página/12. “Esperamos que este juicio sea una bisagra que nos permita encontrar nuevas pruebas o indicios sobre lo que pasó con nuestro hermano mellizo –agregó–. Ojalá que todos los que sepan algo sobre el melli se acerquen a decirlo, porque es un momento histórico en el que pueden ayudar a reconstruir una verdad.”