Domingo, 23 de septiembre de 2012 | Hoy
Por Washington Uranga
Hernán Patiño Meyer, principal impulsor del documento entregado a la Conferencia Episcopal, señala que “éste es un documento de laicos al que después se sumaron, por propia iniciativa, algunos religiosos y sacerdotes”. Pero, insiste en que es una autoconvocatoria de católicos “indignados” frente a las declaraciones del dictador Jorge Videla y ante el silencio de la jerarquía católica que “confunde prudencia con cobardía”. En este caso, señala, “el silencio es un pecado de escándalo”. “Queremos pedirle a la Iglesia que excomulgue a esta persona, porque no puede ser que quien se confiesa autor de ocho mil homicidios, torturas y crímenes aberrantes, además diga sin ningún tipo de escrúpulos que ha servido a Dios y a la Fe, que ha luchado por el occidente y por el cristianismo y que comulga todos los domingos mientras un divorciado no puede comulgar.”
Patiño Meyer entregó el documento en la Conferencia Episcopal, donde concurrió habiendo dado previo aviso de su visita pero sin ser recibido por ninguna autoridad eclesiástica. A su juicio, lo que ha hecho Videla es “en primer lugar, reivindicar crímenes aberrantes y en segundo término no arrepentirse en ningún momento de lo cometido”. Pero además puso de manifiesto “la actitud complaciente del Episcopado argentino que, nunca le puso dificultades, a excepción de aquellos pocos obispos, algunos de los cuales pagaron con su vida”. Recuerda Patiño Meyer que Videla menciona expresamente al ya fallecido cardenal Raúl Primatesta, quien fuera Presidente de la Conferencia Episcopal. “Videla se refiere a Primatesta como un hombre que comprendía y que no se sumaba a las posiciones de las otras iglesias de América latina. Porque todos sabemos que fueron otras las conductas de la Iglesia en Chile o en Brasil”.
“El objetivo de este documento –sigue diciendo Patiño Meyer a Página/12– es decirles a los obispos que los laicos no somos un rebaño que ellos manejan a su arbitrio, sino que nos tienen que tener en cuenta. Y decirles que buena parte del laicado, los que todavía no hemos perdido la fe, está indignada. Porque también es cierto que muchos se han alejado de la Iglesia por este motivo.” “Lo que queremos evitar es el pecado de escándalo que provocan estas declaraciones y el silencio de los obispos. No lo podemos permitir. Porque este pecado de escándalo no puede ser tolerado más por el laicado que, a propósito, no somos el último escalón. Somos el pueblo de Dios al que los pastores tienen el deber de cuidar, de proteger y conducir”, terminó diciendo.
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