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Por Pere Rusiñol Barcelona *

“Mario no está en casa, nadie nos ha dicho que la Justicia lo reclama y, por favor, dejen de molestar de una vez.” La esposa de Mario Firmenich, el ex jefe de la guerrilla argentina de los Montoneros, cansada y ojerosa, aseguró en su domicilio de Vilanova i la Geltrú que su familia no ha recibido notificación alguna de la orden del juez argentino Claudio Bonadío, quien exige su arresto preventivo: “Unos agentes de la policía le han preguntado a uno de mis hijos si Mario está en casa porque quieren hacerle unas preguntas, pero no está; me parece todo muy extraño”, explica.
Firmenich vive desde hace años en Vilanova i la Geltrú, municipio costero de 50.000 habitantes situado a unos 40 kilómetros de Barcelona, junto con su esposa y tres de sus hijos. En 1996 abandonó la Argentina y se instaló en Barcelona, donde obtuvo un doctorado en Teoría Económica. Actualmente trabaja como profesor de la Universidad de Barcelona (UB), en el Departamento de Economía.
La detención de Firmenich fue ordenada el jueves por el juez Claudio Bonadío. La esposa de Firmenich expuso su malestar porque los agentes de policía hicieran preguntas a su hijo –”que es menor de edad”, subrayó– y en cambio no se hayan dirigido a ella. En todo caso insistió una y otra vez que Firmenich no se encuentra en casa. “No voy a decir nada más, es una cuestión privada”, añadió en la puerta de su domicilio de la calle de Baleares, en un barrio pegado al puerto de pescadores de Vilanova i la Geltrú, localidad que alberga a unas 2500 personas originarias de la Argentina.
La orden de detención pasó completamente inadvertida en la localidad. En el barrio, medio despoblado como consecuencia de las vacaciones veraniegas, nadie sabía que “el argentino” fue años atrás el máximo líder de los Montoneros. El alcalde de la localidad, el socialista Sixte Moral, ni siquiera tenía constancia de que vive allí. Y los miembros consultados de la comunidad argentina que viven en la localidad –suman unos 2500– se mostraron esquivos.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.