Domingo, 2 de noviembre de 2014 | Hoy
Por Horacio Verbitsky
La conmoción por un determinado delito es una construcción social de bases fácticas endebles. Según el Censo de 2010, los extranjeros constituyen el 4,5 por ciento de la población y de acuerdo con el Sistema Nacional de Estadísticas sobre Ejecución de la Pena (SNEEP) en 2012 representaban menos del 6 por ciento de la población de las cárceles argentinas, más de la mitad sin condena. Sólo el 0,2 por ciento de los extranjeros que habitan el país están privados de su libertad. Si estos son los datos estructurales, el 19 por ciento de detenciones de extranjeros en un fin de semana más que las alegadas prácticas delictivas de los inmigrantes revela el sesgo policial selectivo contra ese sector. Lo mismo ocurre con la alarma por la inseguridad y la violencia. Desde hace años, el Instituto de Salud Colectiva de la Universidad Nacional de Lanús actualiza los resultados de una investigación sobre Mortalidad por Armas de Fuego en la Argentina, coordinada por los epidemiólogos Hugo Spinelli y Marcio Alazraqui. Los datos son los provistos por la Dirección de Estadísticas del Ministerio de Salud de la Nación, que se consideran las más confiables. Ediciones anteriores han sido publicadas por la Organización Panamericana de la Salud. Incluye todo tipo de muertes: ya sea por homicidio, suicidio, accidente y causas desconocidas. Las tasas se miden por cada cien mil habitantes y se ajustan por edad. Si se toma el conjunto de la población argentina, las muertes por armas de fuego pueden agruparse en tres tercios: 32,2 por ciento son homicidios; 33,5 por ciento se deben a causas no determinadas, y el 34,4 por ciento restante se compone con la suma de suicidios (28,9 por ciento) y accidentes (5,5 por ciento). En contra de la percepción social inducida en forma cotidiana desde las pantallas, la tasa de 5,6 registrada en 2012 es la más baja desde la finalización de la dictadura militar. Lo mismo ocurre con la de mujeres (1,7). La de hombres (10,6), no es la más baja pero está muy cerca de los valores mínimos de la serie, que fueron 10,4 en 2010, 10,2 en 1987 y 10,3 en 1985. Es llamativo que aquellos años 1985 y 1987, durante la presidencia de Raúl Alfonsín fueron escenario de una obsesión mediática con el tema similar a la actual. La curva muestra una tendencia de aumento progresivo de las muertes por armas de fuego desde 1991 hasta 2002, luego una marcada disminución hasta 2006, cuando se estabiliza, y una nueva reducción a partir de 2010. Las tasas de 2012 son la mitad de las registradas en la crisis de fin de siglo (2000-2003). Sin embargo, ése no era un tema predominante en la información pública de entonces. “Los números nos indican que en cuanto a muertes por armas de fuego, estamos mucho mejor en comparación con otros momentos”, sostiene Spinelli.
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