Miércoles, 10 de junio de 2015 | Hoy
EL PAíS › EL MINISTRO CARLOS CASAMIQUELA
Por Santiago Rodríguez
Desde Milán
–La Presidenta dijo que no quiere que vean a la Argentina sólo como una vaca gorda o una bolsa de soja. ¿Cómo se cambia esa imagen?
–Rescatando que para resolver los problemas alimentarios no alcanza con producir más y mejor, sino con un conjunto de políticas públicas articuladas que generen básicamente condiciones que faciliten el acceso a los alimentos. La única forma de lograr que la gente acceda a los alimentos es que tenga trabajo, mejore sus ingresos y mejore la distribución de la renta. No hay un problema en el mundo en términos de energía para producir alimentos sino una escasa disponibilidad de recursos para comprarlos. El tema de la mejora de la distribución de la renta va hacia lo interno y también a lo externo porque nosotros vamos a poder vender alimentos si realmente hay recursos en el mundo que permitan que nos los compren. Se trata además de la Argentina no productora de carne, no productora de granos, sino básicamente productora de alimentos. Esa es la imagen que estamos tratando de modificar y eso implica que si vendemos alimentos el valor agregado está en nuestro país y entonces no somos simples proveedores de materia prima. Ya pasó en la Argentina la etapa de vender lana y comprar pulóveres. La idea es vender productos elaborados.
–¿Y en el mundo ven a la Argentina como vendedora de pulóveres o de lana?
–Nos ven todavía como vendedores de materias primas, pero hay una decisión política del Gobierno de ir transformando eso. Esa imagen era de un modelo de desarrollo de principios del siglo pasado, cuando la inequidad y la injusticia social primaba en la Argentina más allá de los resultados económicos de determinada clase social o de comercio vinculado fundamentalmente a la carne y el trigo. Cuando la Presidenta habla de industrializar la ruralidad, habla de eso, de transformar en el origen y vender alimentos. Esto no sólo es hacía afuera, estamos diciendo el Estado contribuye con innumerables proyectos que ayudan a personas de escasos recursos, básicamente dedicadas a la agricultura familiar, a transformar sus productos. Este concepto de industrializar la ruralidad es básicamente esto, es tener claro que el valor agregado es mano de obra y en muchos casos es también evitar las migraciones y que los jóvenes tengan trabajo en sus pueblos.
–¿Cuánto puede ayudar la presencia en la Expo 2015 para cambiar esa imagen de la Argentina?
–La Expo Milán es una muestra de potencialidad de todo el mundo vinculado con la cuestión de la seguridad alimentaria y de la producción de alimentos. La Argentina está muy bien posicionada, con un nivel de visitas de entre siete y ocho mil por día. Que vaya esa cantidad de gente a un pabellón que va a estar instalado durante seis meses genera un impacto visual que ayuda a la transmisión de las potencialidades de nuestro país.
–La Presidenta advirtió en la FAO sobre la especulación en el mercado de granos. ¿Cuánto se especula en la Argentina?
–En los últimos tiempos ha habido en la Argentina un grado de especulación importante, más allá de que cada uno tiene la capacidad de decidir cuándo vende y cuándo no, y eso también lo reafirmó la Presidenta, que el Estado no va a intervenir en los procesos comerciales. Hay un grado de especulación que en algún momento tomó vuelo internacional y se metieron los capitales financieros a comprar granos y entramos en la crisis del 2008 que terminó en un desbarajuste mundial importante. Eran fondos financieros que cuando dejaron de hacer negocios se fueron y ahora bajaron los granos. Ahora hay una especie de rebote sobre la baja de los precios internacionales y consecuentemente nosotros tenemos la más alta producción, nuevamente record nacional de cosecha, pero los precios han bajado con respecto a los últimos dos o tres años.
–¿Se puede terminar con esa especulación?
–Se puede frenar a partir de estrategias de cooperación y políticas de los países que tienen capacidad para esto. De esto se habló en Estambul hace veinte días en la reunión de ministros de Agricultura del G-20 porque además hay otra cuestión: el 30 por ciento de lo que se produce se pierde. Entonces, hay un esfuerzo energético, económico, financiero y social para producir alimentos que después se pierden antes de ser consumidos.
–¿Cómo se pierden?
–Se pierde una parte importante en lo que es cosecha y conservación y se pierde también una parte importante en lo que son desperdicios domiciliarios o desperdicios de los servicios gastronómicos. Habría que empezar a revisar también las estrategias para evitar semejante pérdida porque es increíble que esto ocurra en un mundo en el que hay 790 millones de personas con hambre.
–¿En qué medida los países con capacidad de terminar con la especulación podrían acompañar la idea de establecer regulaciones si por otro lado, como planteó la Presidenta, aplican aranceles a los países con menos desarrollo?
–Las acciones de los países en relación con sus intereses se dirimen en múltiples escenarios. Una cuestión es Mercosur, otra Mercosur-UE, otra G-20, otra G-77 + China. Lo que está claro es que hay que trabajar para adquirir un rol protagónico a nivel del continente americano. En América se encuentra la mayor reserva de proteína animal y vegetal del mundo. Si entre Estados Unidos, Brasil y Argentina somos productores del 95 por ciento de la soja del mundo, ahí se puede discutir una estrategia para frenar las especulaciones. Con Brasil creo que se puede discutir. El discurso de la Presidente en la FAO tuvo un tono concordante con el de Lula. Cada uno con su estilo planteó lo mismo. Eso ayuda a sumar esfuerzos y a enfrentar intereses desde una posición de mayor fortaleza.
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