Domingo, 19 de junio de 2016 | Hoy
Por Horacio Verbitsky
La corrupción no nació aquí con la democracia. El 16 de marzo de 1981 la revista Time abrió su sección de Economía y Negocios con una mención especial para la Argentina. Al describir el estilo de coimas en cada país decía que aquí eran preferidos cuadros post-impresionistas de apreciadas galerías como Wildenstein o joyas que los funcionarios elegían en Ricciardi. Lo más impresionante era el cuadro de los Grandes Receptores de coimas que acompañaba la nota. La Argentina figuraba en primer lugar, con un 20 por ciento sobre los contratos, y la displicente observación: “Los diamantes son eternos”. México ocupaba el segundo lugar: del 15 al 20 por ciento y “Seducción latina”. Seguían Arabia Saudita (del 3 al 15 por ciento, “Alquile un jeque”), Malasia (del 5 al 10 por ciento, “Perder al golf”) e Indonesia (del 5 al 10 por ciento, “Todo en familia”). En aquel momento gobernaban la Junta Militar de Jorge Videla y su ministro José Martínez de Hoz. Seis años después, de los diamantes se había pasado al dinero en efectivo. Hace 25 años escribí en mi libro Robo para la Corona: “Uno de los pocos casos en los que es posible conocer con detalle los pagos que se realizaron es el del gasoducto Loma de la Lata, entre Neuquén y Buenos Aires, construido por los tres grandes grupos económicos del país: Techint, SADE (de Pérez Companc) y Macrì, reunidos en el Consorcio Neuba. La financiera cautiva de Techint, Santa María, se encargaba cada mes de recaudar los aportes, proporcionales a la participación de cada grupo en el consorcio, en el que Techint tenía mayoría. Luego la misma financiera pagaba los sobornos, que en las notas internas se identificaban con el eufemismo Prestaciones de sede. La nómina de pagos incluía funcionarios y políticos, tanto radicales como peronistas, y empresas competidoras excluidas del negocio, para que no protestaran. En total se pagaron por esa obra en el año 1987 más de once millones y medio de dólares. Con exactitud: 11.527.000 dólares, o expresado con la técnica financiera de las planillas de Santa María: 11.527 US$ x 10 a la tercera. Una observación notable que surge de estas planillas es que un alto porcentaje de los sobornos, casi 3 millones de dólares, se pagaron en agosto de 1987, es decir en el mes previo a las elecciones del 6 de septiembre”. El facsímil de ese documento histórico fue publicado en esta columna el 21 de marzo de 1993. Es decir que esa matriz estructural ya estaba presente en el país antes de que Kirchner fuera electo por primera vez intendente de Río Gallegos. Los corrompidos eran dirigentes políticos del bipartidismo y los corruptores los mayores contratistas de obra pública. Cuando se pagaron esas prestaciones, Maurizio Macrì ya integraba el Comité Operativo de las Sociedades Macrì (SOCMA), y cuando se publicaron los hechos ocupaba su vicepresidencia ejecutiva. El facsímil me fue entregado por un ex directivo de SOCMA, que trabajó por entonces con el actual presidente. Antes, recortó los nombres de los beneficiarios, porque él también era dirigente político del justicialismo. Si la clave está en la relación promiscua entre funcionarios y empresas, el curioso nexo entre el ex secretario de Obras Publicas José López y el obispado de Mercedes-Luján, en cuya jurisdicción está el monasterio del que López tenía llave, también roza a la familia presidencial. La primera licitación realizada por el gobierno de Néstor Kirchner en 2003 fue para la reparación de la Basílica de Luján. Según el portal La Voz Pública/Chequeado (que se sostiene entre otras fuentes con donaciones de grandes empresas locales y transnacionales como Techint, el Grupo Clarín, la Sociedad Rural, Google, Barrick, Benito Roggio, Telefónica, Chandon, Coca Cola, Danone, DirecTV, Farmacity; los bancos HSBC, de la Ciudad de Buenos Aires, Galicia, Hipotecario y Supervielle; Gas Natural, Metrogas, Ledesma, Nidera, Shell, Pampa Energía, Pan American Energy, Petrobras, Quilmes y Syngenta), “López dividió la obra en tres etapas: la primera fue adjudicada a la empresa Teximco S.A por casi 5 millones de pesos. La segunda y la tercera las ganó la empresa Creaurban S.A., una de las principales constructoras del Grupo ODS, cuyo propietario es Ángelo Calcaterra, el primo del presidente de la Nación, Mauricio Macri. Según se extrae de los balances de la empresa Iecsa, del grupo ODS, la última etapa se adjudicó por 47 millones, y a septiembre de 2015 el monto de la obra ya ascendía a 127 millones de pesos”. Sólo un genio de la publicidad pudo construir una imagen de transparencia en torno de un empresario cuyas compañías aparecen cada vez que se descubre algún negocio dudoso con el Estado. En su respuesta a las acusaciones del presidente de la Cámara de empresas constructoras, Juan Chediak, el ex ministro Julio De Vido dijo que el constructor “participó de la licitación para las Represas Kirchner-Cepernic en una UTE que integraba junto a Báez, Calcaterra, Synohidro y Esuco por casi 5.000 millones de dólares”. Como dice el mismo genio publicitario, en todo estás vos.
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