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Roberto Lavagna intentará convencer a los acreedores privados con lo más atractivo que tiene para mostrar. Piensa que así será imposible negarse a la propuesta. El as en la manga es el bono atado al crecimiento de la economía. El ministro supone que ésa es su carta fundamental, ya que el PIB creció 8 por ciento en el 2003, y el consenso de las principales consultoras apunta a una expansión cercana al 7 por ciento para este año. ¿Quién quisiera quedarse afuera de semejante escenario? Ese es el principal argumento de venta del ministro.
En su exposición de Dubai, a fines de septiembre del año pasado, Lavagna dijo que se emitirían tres tipos de nuevos bonos: uno de descuento, que incluiría una quita nominal del 75 por ciento, otro “Par”, que presentaría una quita mínima pero recuperaría su valor facial recién a los 42 años, y otro título ligado al crecimiento.
Lavagna nunca dio detalles sobre las emisiones, ya que primero debería conformarse el sindicato de bancos que asesoraría al Gobierno. Pero, de todas maneras, el consenso entre los analistas era que el bono atado al crecimiento no atraería el interés. “Los inversores quieren saber cuánto van a cobrar. Le escapan a la incertidumbre”, era el argumento tras escuchar la oferta de Dubai.
Sin embargo, ahora Lavagna apuesta a que esa primera impresión negativa se modifique. Y cree que lo logrará seduciendo a los bonistas con el boom de la economía argentina. La jugada política parece buena: asocia a los acreedores a la suerte de la economía y, a su vez, corre de la polémica la quita del 75 por ciento, resistida por los inversores.