EL PAíS › OPINION

Carrió y el diablo

Por León Ferrari

La señora Carrió, en el programa de Mariano Grondona, antenoche, se pronunció contra la muestra retrospectiva, clausurada a instancias de la Iglesia, porque, según ella, ataca a los católicos, porque se hace en una sala del Gobierno, en “tiempo de adviento”, y porque está cerca de la Iglesia del Pilar donde ella escucha misa. Dijo que es una “imbecilidad” que el gobierno la haya permitido y expuesto.
En la Iglesia del Pilar, como en muchas iglesias en todo el mundo, se repite y predica la campaña de la Iglesia en contra de los anticonceptivos, es decir, se promueve la muerte de víctimas del sida y de abortos clandestinos. Carrió, ¿usted acepta que en el Pilar se apoye esa nueva forma cristiana de matar gente, pero cree que es una imbecilidad que el gobierno permita una muestra donde se expone una foto del Papa sobre un frasco con preservativos? ¿Es necesario que le explique que el significado de ese frasco es sólo una condena a aquella campaña?
En el Pilar, y en tantas iglesias, se leen en Pascua (como lo indica la edición del 2004 del Calendario Litúrgico editado por la Conferencia Episcopal Argentina) los cinco versículos de Hechos en los que Pedro repite la acusación de que los judíos mataron a Jesús. Carrió, ¿usted no cuestiona que en el Pilar se siga haciendo antisemitismo, pero no admite que el gobierno de la Ciudad me permita hacer una muestra que ataca ese racismo, porque está cerca del Pilar donde se hace racismo?
En todas las iglesias y en el Pilar se reitera la amenaza del castigo en el más allá a los llamados pecadores, castigo que, si bien la Iglesia atenuó (ya no es el fuego que anunció Jesús, pintó Miguel Angel y describió la Virgen de Fátima, ahora es “sólo” un sufrimiento mental), la actualiza el Catecismo de la Iglesia Católica –editado por la Conferencia Episcopal que preside el cardenal Bergoglio y prologado por el papa Juan Pablo II–, donde se afirma que las almas de los que mueren en pecado mortal son castigadas en el infierno y que, una vez resucitados, los cuerpos son torturados en carne y hueso en la eternidad. Diputada, ¿usted cree conmigo que esto significa que hay una multitud de almas que en este momento están siendo castigadas? ¿No cree que sería más pertinente que usted se ocupe de esa pobre gente, en lugar de tratar de impedir que el gobierno de la Ciudad respete la libertad de opinión permitiéndome exponer mis críticas a la tortura, esa arma principal usada por la Iglesia durante dos milenios para evangelizar a nuestro prójimo?
Los cambios de opinión pueden hacerse en varios niveles, el académico, el coloquial, y el que usted usa, que puede llamarse de la “imbecilidad”. Carrió: si yo me comunicara con usted en su lenguaje de la “imbecilidad”, ¿qué adjetivo le parece que podría usar para calificar su singular idea de que los pintores no podemos exponer nuestras obras en una sala pública si no son antes revisadas o aprobadas en alguna forma que no explicó? En otras palabras, ¿cuál es la palabra al nivel de “imbecilidad” que puede describir sus ideas sobre el arte y la libertad de expresión?

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