EL PAíS › OPINION
Las Madres y el Holocausto
Por Daniel Goldman
Marshall Meyer se encontró con una mujer que había sobrevivido a Auschwitz y que después del Holocausto había llegado a la Argentina. En estas tierras formó una familia, tuvo un hijo y un día los militares se lo arrancaron. Y le pedía al rabino que le diese permiso para pronunciar el Kadish, la oración judía por los difuntos. Esta historia la escuché en el año 1982.
Después de años tuve el privilegio de conocer a esta mujer y fue hace poco que ella pudo por primera vez decir el Kadish. Sara Rus es la madre de Daniel, secuestrado en la CNEA y desaparecido quién sabe dónde. Tiene el número tatuado por los nazis de Europa en su brazo y lleva en su corazón la marca de la memoria de su hijo, grabada por los genocidas nazis de estas latitudes. La Asociación de Sobrevivientes del Holocausto decidió de manera valiente homenajear a Daniel y a las Madres de Plaza de Mayo, con el constante compromiso de mantener viva la memoria, formando el Minián, el quórum que requiere la tradición judía para el recitado de la plegaria.
La serenidad de un dolor ilimitado se amalgamaba en cada palabra clara y estridente y en cada silencio fuerte y contundente, en la que Madres y sobrevivientes de la Shoá se condolían y protegían unos a otros.
Así como no existe asombro para la barbaridad, tampoco existe fin para el cariño que una víctima puede brindar a otra. No son las mismas historias, pero son iguales. Y lo interesante es que, a ambos, muchos les dieron vuelta la cara y pocos les creyeron lo que habían pasado. Parte de una saga que todavía sigue presente. Francisco Wichter, presidente de la asociación, rogó al Todopoderoso que nos lleve por los senderos de la justicia y pidió a los pueblos que habitan el planeta que elijan el amor y la comprensión mutua.
Estoy seguro de que las oraciones llegaron al cielo, porque penetraron las almas de los que estuvimos allí.
Fue una de las experiencias más sublimes y conmovedoras de mi vida.
* Rabino.