EL PAíS
Como con los piqueteros
“No se trata de cagar a palos a nadie”, explicaba ayer uno de los encargados de manejar la seguridad de la Cumbre –y de la anticumbre– de Mar del Plata. La referencia era a lo que se presenta como el día más complicado para el impresionante esquema de custodia de la reunión presidencial: lo que pueda suceder el viernes en las marchas anti Bush, que se presuponen multitudinarias. Especialmente, la que harán los grupos piqueteros duros y partidos de izquierda que ya anticiparon que irán hasta los vallados. La orden de la Casa Rosada es de no reprimir y utilizar la misma estrategia que para los piquetes porteños: saturar con presencia policial, algo no tan difícil ya que por aquí efectivos no faltan.
Los funcionarios del Gobierno encargados de la seguridad no consideraban que ese día clave pudieran producirse incidentes de magnitud. No obstante, insistían en la posibilidad de que integrantes de Quebracho y de algún otro grupo que se caracteriza por llevar a cabo medidas de acción directa, intenten llegar a las vallas que trazaron un cerco de 250 manzanas alrededor de los hoteles donde se alojarán los presidentes. En ese caso, aseguran que el operativo no dejará resquicios como para que la cosa pase a mayores. El ministro del Interior, Aníbal Fernández, se hizo ver ayer en Mar del Plata. Luego de los graves incidentes registrados en la estación de trenes de Haedo y ayer mismo en Avellaneda, el ministro despegó en público esos hechos del encuentro de jefes de Estado. “El año pasado tuvimos una acción de idénticas características pero de menor intensidad, más o menos en el mismo lugar, y no había ninguna cumbre”, justificó. Fernández chequeó el funcionamiento del operativo con su farragoso sistema de múltiples controles y consideró que se lo veía en óptimas condiciones. De tan despreocupado, el ministro paseó por la remodelada rambla marplatense y divisó a lo lejos el ir y venir de las lanchas de Prefectura frente a las costas de la Bristol en un hermoso mediodía de sol.