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Se me chispoteó

Evo Morales y algunos de sus cuadros políticos más cercanos tienen buenos amigos en Argentina. Casi todos en el oficialismo. Algunos son funcionarios relevantes, como Julio De Vido, quien ha tenido buenas pláticas con el dirigente Osvaldo “Chato” Peredo. Otro interlocutor valorado por la gente del MAS es el secretario de Provincias Rafael Folonier. Dos dirigentes piqueteros, Luis D’Elía e Isaac “Yuyo” Rudnik, son cofrades de Morales y sus allegados más íntimos. Manes de la aldea global, D’Elía hizo excelentes migas con Peredo en un encuentro realizado en Chiapas, organizado por el EZLN. El diputado Miguel Bonasso es buen amigo de Evo, lo trajo a la Cumbre de las Américas y lo hospedó en su casa. El presidente Néstor Kirchner ha dialogado tiempo atrás con Morales y se prodigan un trato respetuoso y afectuoso.

Tal parece que el Gobierno en su primer nivel, en algún momento, se durmió en esos abundantes laureles. Así lo reconocen sobre todo militantes kirchneristas afines a Morales. Verosímilmente no previó el modo aplastante y fundacional de la consagración de Morales. Un reproche ronda al Gobierno y es que Lula de Silva fue más generoso en apoyos logísticos y económicos que el kirchnerismo.

Esas cuitas son parte de la explicación de por qué hubo tantas idas y vueltas respecto de eventuales reuniones entre funcionarios argentinos e inminentes funcionarios bolivianos. La más conspicua frustración fue un encuentro pautado entre De Vido y el vicepresidente electo Alvaro García Linera. El ministro argentino quería avanzar en las negociaciones sobre el gas antes de que viniera Morales.

Otras teorías, provenientes de Cancillería, refieren que el cambio de condición de Morales (de militante de base a presidente) cambió sus criterios de interlocución, algo que fue ignorado por algunos espontáneos kirchneristas.

Por último, tanto en el Gobierno cuanto en los militantes afectos al MAS se cree entrever una división potencial en el MAS entre sectores más radicalmente indigenistas y otros “más nacionales”, internismo que también podría haber incidido en la agenda entre argentinos y bolivianos.

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