Domingo, 18 de febrero de 2007 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Mario Wainfeld
El esquema presidencialista de la Constitución nacional se reproduce en las provincias y, apenas mitigado, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. A la consagrada primacía del Ejecutivo se añade, por costumbrismo, la facultad (arquetípica de los sistemas parlamentarios) de fijar la fecha de las elecciones. Esta potestad es consecuencia de un federalismo exacerbado implementado en función de astucias coyunturales. En uso de sus prerrogativas legales y consuetudinarias, Jorge Telerman apresuró los comicios en Capital. Lo más evidente debe ser dicho rápido, el jefe de Gobierno toma la iniciativa y adelanta llamativamente la compulsa, al punto de dejar abierta (si pierde) una transición llamativamente prolongada.
La decisión encuentra un escenario de gran indeterminación, en buena medida producto de la crisis de los partidos políticos. Casi ninguna fuerza se siente en el deber (ni tiene la necesidad) de convocar a internas para dirimir supremacías. Por eso los tiempos son laxos, supeditados a decisiones cupulares. Es más, las decisiones definitivas, al menos en lo que hace a las cabezas de muchas fórmulas, dependen de unicatos: Mauricio Macri en PRO, Elisa Carrió en ARI, Néstor Kirchner en el FPV, Telerman en el telermanismo. Los dos últimos han resuelto, el presidente de Boca deshoja la margarita, Carrió luce distraída de armar o aún de decidir en el distrito en el que es más taquillera. Los remolones tendrán que darse prisa.
Sólo los socialistas debaten internamente y el resultado no es menos desolador que el individualismo que funge en el vértice de otras fuerzas, incluidas las que aspiran a cosechar muchos votos.
La disyuntiva de Macri añade un quintal de incertezas. Es entre verosímil y seguro que hablamos del candidato con mejores chances para puntear en primera vuelta. Y también que cualquier eventual reemplazante de su propia fuerza podría conformarse si arranca con un tercio de los votos que podría sacar Macri, quedándole poco más de tres meses para recuperar terreno. Todo lo futuro es virtual, quizá no sea así..., pero como decía el viejito Durkheim las percepciones sociales son hechos y la mentada percepción anida entre ceja y ceja de operadores, candidatos, decisores. El vaticinio compartido impacta en las acciones futuras de los protagonistas, usualmente en el sentido del autocumplimiento de la profecía: si “Mauricio” se corre varios de sus laderos peronistas pueden decretarse en libertad de acción para buscar un colectivo más exitoso. Las especulaciones explícitas de kirchneristas y las susurradas de telermanistas auguran a estos últimos más chances de recibir emigrantes. Pero la laxitud de los peronistas es proverbial, enorme su ductilidad para hacer alquimias. Habrá que ver quién les susurra de modo convincente la frase doctrinaria “lo tuyo está”, que conmueve más corazones que la marchita cantada por Hugo del Carril.
Si Macri busca la Jefatura de Gobierno, el tablero se ordena, sus contendientes pujarán por el segundo puesto en primer turno. Pero, como dijo el politólogo Alberto Cortez, si ese amigo se va queda un espacio vacío y reabren grietas de oportunidad para otras fuerzas. El ARI tendría una perspectiva fenomenal si la hubiera construido en los últimos años; cuesta imaginar que pueda reparar ahora su desaprensión y su diáspora.
El radicalismo, si conservara cenizas donde hubo fuego también podría meter baza y, aun en su entropía, es racional imaginar que queda un lugarcito para que Rodolfo Terragno intente una incursión.
La izquierda, beneficiada por el generoso sistema D’Hont sin piso, tuvo buenos desempeños entre el fin del siglo pasado y 2003. Su vocación por la cariocinesis la diezmó. Lo más consistente de ese carril podría ser la candidatura del diputado nacional Claudio Lozano que, comentan en su torno, hoy será anunciada con aficheadas en los barrios porteños. La jugada estaba prevista para esta noche antes de que Telerman anunciara la fecha de largada, ahora la ocasión calza como anillo al dedo.
Telerman movió su ficha y pulsó el reloj, los otros deben jugar con tiempo determinado. Arte de pura ejecución, la táctica electoral se convalida ex post, con los resultados a la vista. Si el jefe de Gobierno logra ser reelecto, el día de ayer será resignificado por un extendido sentido común como el primer paso hábil de la campaña. Si le va mal, la lectura retrospectiva dirá que ayer enfiló hacia el abismo. En espejo serán calibrados sus antagonistas. Resultadista, bilardista al mango es el análisis electoral.
Hablar de final abierto es de rigor, mil jugadas pueden cruzarse. El cronograma hasta permitiría que Macri (vencedor o derrotado) se presentara luego en la presidencial. Sería exótico pero no ilegal y nada es descartable de antemano en estos pagos.
Con tantos áleas, con tanto juego abierto, con tantos enigmas, con un abanico de posibilidades que ni Adrián Paenza podría calcular, cualquier vaticinio sería una tómbola. Al cronista le tienta citar la frase “dinámica de lo impensado” de Julián Marías, reversionada por Dante Panzeri. O evocar el consabido jardín de los senderos que se bifurcan. Pero resiste la tentación y sólo consigna: hagan juego, señoras y señores.
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