Miércoles, 14 de marzo de 2007 | Hoy
EL PAíS › EL GOBIERNO ESTUDIA QUE MEDIDA TOMAR EN EL CONFLICTO
Por Diego Schurman
–Por favor, pedime la intervención –rogó ayer un desesperado Angel Maza poco después del mediodía. Desde el otro lado del teléfono, Aníbal Fernández tomó apuntes. Pero no se comprometió con ninguna respuesta. El ministro del Interior sabía de la resistencia de Néstor Kirchner a una medida de semejante envergadura, aunque tras una reunión que mantuvo anoche con el Presidente no descartó implementar “en las próximas horas” lo que el propio (suspendido) gobernador riojano calificó como “remedio federal”.
La Casa Rosada quiere controlar el timming de una decisión que seguramente vendrá de la mano de algún costo político. De haber dispuesto la intervención ayer, el Gobierno hubiera aparecido corriendo detrás de Maza, a quien de todos modos le agradecen su conversión del menemismo al kirchnerismo. Igualmente la decisión oficial va en ese sentido, y de eso puede dar cuenta el gobernador Felipe Solá, quien ayer ponderó la posibilidad de una intervención minutos después de verse con Kirchner.
El maltrecho ¿ex gobernador? no fue el único que llamó a Fernández. También lo hizo su hermana Ada. A ella, el titular de la cartera política le pidió tiempo hasta encontrar los argumentos que utilizaría el Gobierno para terciar en el conflicto de poderes. El tema es doblemente sensible, ya que el decreto de intervención deberá pasar por la Comisión de Asuntos Constitucionales del Senado que preside Cristina Fernández de Kirchner.
“Lo que le hicieron a Maza es lo mismo que le hicieron a Ibarra. Se juntaron un par de legisladores y, a contrapelo de la sociedad, decidieron que debía dejar el cargo”, se escuchó anoche en La Rosada, al término de la cumbre que mantuvieron Kirchner y Fernández.
Si hasta ahora Maza procuró garantizarse la gobernabilidad, tras el anuncio de su destitución no dudó en alentar la escenografía de caos y anarquía. Aquellas imágenes de disturbios y autos quemados que replicaron los canales de televisión fue el mejor complemento al texto que el mandatario desplazado acercó a la Casa Rosada pidiendo la intervención.
Como si eso no fuera suficiente, Maza dispuso un asueto escolar para “garantizar la seguridad” de una provincia que sus propios acólitos estaban incendiando. Didí, como allí todos lo conocen, ya le había pedido a Kirchner que actúe la semana pasada. Y lo hizo a través de un documento avalado por más de una docena de intendentes.
Por esos días, Alberto Fernández también quería echar mano a la intervención. Pero se había convencido de que la sola amenaza de una medida de esa envergadura sería suficiente para frenar la embestida de la Legislatura que responde a Luis Beder Herrera. Pero el vicegobernador no reparó en costos y sus ambiciones de suceder a Maza pudieron más.
Amén del papel de bomberos que impone lo inmediato, los Fernández evalúan ahora el nombre del “sucesor”. El ministro del Interior se inclinaría por el embajador en México, Jorge Yoma, mientras que el jefe de Gabinete optaría por el intendente de Chilecito, Fernando Rejal, a quien Maza ya bendijo en un acto como su delfín político.
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