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Reflexiones sobre El Jagüel

Alfredo Pucciarelli, sociólogo,
docente de la UBA y de la Universidad Nacional de La Plata:

“Los hechos
de El Jagüel muestran en forma muy descarnada de la gran conciencia que la
gente tiene de las anomalías que existen en las instituciones que regulan
la vida social. Frente a esa certeza no sólo hay una falta de respuesta
de las instituciones cuestionadas, sino que hay una dificultad para canalizar
esta protesta y que se le dé forma política al reclamo. El enfrentamiento
directo entre la población y ese grupo de policías marca una forma
extrema de lo que Antonio Gramsci llamó crisis orgánica. Es una
caldera a presión que puede estallar en determinadas ocasiones. En segundo
lugar, ante el absoluto divorcio entre la dinámica institucional y dinámica
social, se está produciendo un crecimiento de la protesta social y de las
organizaciones que hacen reclamos, hay un campo de construcción nuevo.
Pero simultáneamente vemos que se implementan formas de neutralización
de ese campo de conflicto. Por un lado se presenta la tentativa autoritaria, que
busca neutralizar el conflicto aumentando la presión sobre la sociedad,
obligar a reconocer como pérdida definitiva lo que antes se consideraba
como pérdida parcial. Por otro lado está el discurso del gobierno
de la provincia de Buenos Aires, que consiste en enfrentar a la demanda social
pero sin coincidir con el diagnóstico que hace la población, y eso
resulta insuficiente. No se llega a reconocer lo que la gente ya sabe: que al
retirarse una parte del presupuesto policial se genera un acuerdo para que la
institución financie una parte de sus necesidades a través de actividades
delictivas y semidelictivas. No es el enriquecimiento ilícito de algunos
policías, sino que la policía debe recaudar ilegalmente para ayudar
a mantener la legalidad. Las instituciones entran en contradicción con
su propia dinámica. La anomia es una categoría pensada para la pérdida
de marcos de referencia en otros contextos sociales, acá hay abandono total
de todo marco de referencia institucional. Esa pérdida de referencia es
también una pérdida de valores de convivencia social. Los marcos
comunes están en proceso avanzado de disolución, por eso la vida
no vale nada. Se ha entrado en una situación de ruptura del lazo social”.

Emilio Cafassi, sociólogo,
docente de la UBA:

“En primer
lugar hay claras referencias históricas de protestas como la de El Jagüel.
El mayor antecedente es el Santiagazo, que se produjo al principio de la década
pasada. Son puebladas, tienen un carácter fuertemente espontáneo,
emergen desde abajo y no reconocen una estructura de pertenencia a identidades
tradicionales: no son sólo trabajadores, no son sólo desocupados
o estudiantes, tienen carácter amorfo, son una multitud. Esto se ha venido
dando desde el Santiagazo, y en el caso de El Jagüel tiene la característica
de hacerse contra la institución policial, que debiera garantizar la
vida y la propiedad de las personas. También tiene un antecedente fuerte
en los incidentes que se produjeron a principios de año en Flores, cuando
un ex policía mató a 3 chicos por el simple hecho de burlarse
de la institución policial. Pero estos hechos no responden solamente
a los casos puntuales de accionar policial, sino que tienen que ver con una
serie de factores. Por un lado se pone en manifiesto la ausencia de mallas sociales,
una falta de contención que comenzó a hacerse patente con la dictadura
militar, y que se agudizó mucho durante la década del ‘90.
Actualmente se produce una enorme expansión de lo que Zygmunt Bauman
llama “unsicherheit”, una palabra alemana que fusiona otras tres en
español: incertidumbre, inseguridad y desprotección. Acá
hay cambios en la percepción que los sujetos tienen del lugar en el que
están parados y de cómo están los otros. Hay anomia, hay
descomposición, hay una crisis de hegemonía, una crisis general
de la sociedad política. Es decir que hay una crisis de dominación
pero también están en crisis lo sectores que pretenden construir
contrahegemonía, como los partidos de izquierda y los sindicatos combativos.
No veo una salida a corto plazo”.


Federico Schuster, decano
de la Facultad de Ciencias Sociales:

“Los hechos
de El Jagüel se asemejan bastante a lo que llamamos ‘estallido social’.
Aquí se mezcla la pura racionalidad con una cuestión emocional,
bronca contenida y la sospecha de que puede haber complicidad policial. Es una
muestra de que la sociedad está inmersa en un proceso de desestructuración,
no hay un orden dentro de la estructura de clases y ciertos sectores estallan.
Todo está puesto en discusión: desde la validez de la ley hasta
el desempeño de las instituciones. Durante la protesta, por ejemplo,
la gente de El Jagüel tenía un cartel que decía: ‘No
a la justicia, sí a la pena de muerte’. Hoy están rotas todas
las cadenas, el banco te roba la plata, los funcionarios electos no tienen asegurada
su permanencia, la policía aparece del lado del crimen, la Justicia aparece
sospechada. Los sujetos no encuentran a quién dirigirse, no hay una referencia
en el Estado. Estallan conflictos muy fuertes, pero éstas protestas no
son un movimiento de largo alcance contra el orden, son estallidos esporádicos.
La posibilidad a futuro es difícil, uno tiene que suponer que debe haber
cierta recomposición institucional, aunque no se sabe en qué forma.
Si es a través de una normalización progresiva, o si es a través
de los movimientos sociales que buscan transformar el orden desde abajo. Lo
que sabemos es que se llegó a un grado altísimo de disolución
social e institucional”.

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