ESPECTáCULOS › “PASAJERO 10542”, LA PRIMERA SERIE TELEVISIVA ARGENTINA EN INTERNET
Otra ventana para las ficciones
Miguel González Massenio dirigió una serie de corte fantástico, nueve capítulos de media hora pensados para ser emitidos sólo en la web. El Museo de Arte Moderno la incluyó en su programación porque “propone una nueva manera de contar historias”.
Por Julián Gorodischer
Como una salida creativa surgida de la frustración, “Pasajero 10542” es la primera serie exclusiva para Internet que se puede ver en la Argentina. Su director, Miguel González Massenio, egresó de la Universidad del Cine que dirige Manuel Antín decidido a mostrar su piloto en los canales. Allí chocó con un discurso conocido, cada vez más repetido en estos tiempos de crisis: “No es comercial”, le dijeron en todos lados. No hubo ejecutivo o productor que se interesara por una idea riesgosa, media hora de género fantástico en la que se cuenta la historia de un muerto que regresa con otro cuerpo y otra edad, enviado por un Poder Supremo para controlar a los humanos.
Así planteada, “Pasajero 10542” es una road movie de ciencia ficción filmada sin recursos. Monoambientes y cámara en mano para contar la epopeya del muerto vivo entre los terrestres, con romance y búsqueda del origen a pesar de la amnesia que implica el regreso: lo que se dice una apuesta de riesgo. Actuada por Pablo Rassuk, Andrea Barbieri y Sandra Ballesteros, la serie (que puede verse en la dirección www.pasajero10542.com.ar) propone salirse de la lógica lineal de la narración televisiva mediante algunas funciones que sólo ofrece la web: interactuar con un personaje a solas, elegirlo para que revele su punto de vista, detener, demorar o volver atrás en la secuencia cuantas veces se lo desee.
Graciela Taquini, curadora de Artes Electrónicas del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, decidió incluir a la serie en sus ciclos de Arte y Tecnología. A la hora de fundamentar su elección, Taquini dice que abrirle un espacio a la idea “sirve para demostrar cómo se pueden hacer nuevas narraciones a partir de nuevas tecnologías, de cómo a alguien se le ocurrió que se puede narrar de manera diferente”. En una pequeña y calurosa sala del Mamba, allí donde cada sábado revisa y exhibe su catálogo de “TV de calidad”, obras de autor y nunca por encargo, Taquini trabaja para que la televisión sea entendida como un arte contemporáneo apto para su inclusión en el museo, influyente sobre todas las otras artes. Eso abarca un amplio abanico que puede ir de un ciclo de valor documental (como “El otro lado”, de Fabián Polosecki), un programa de humor (como “Cha cha cha”) o la flamante serie argentina en Internet. “La tarea es difícil”, asume la curadora. “La cultura con mayúsculas se resiste a darle entrada.”
–¿Qué aportes brinda Internet para contar una historia de ficción?
Miguel González Massenio: –Internet permite la interacción con uno de los personajes y demuestra que hay un campo nuevo para contar historias. Da opciones de calidad visual, según se disponga de banda ancha o cable telefónico, y ofrece un foro de discusión para comentar lo que se vio. Lo que más me impresiona es la falta de límites de llegada: está subtitulado en inglés y español, y se lo puede ver hasta en Africa.
Graciela Taquini: –Más adelante se podrían agregar otras funciones, como el azar, para permitir la elección de variantes diferentes de narración. Siempre es bueno generar opciones no lineales: cambios, digresiones, alternativas que una historia lineal no plantea.
–Hacer TV en la web, ¿podrá ser una salida para los cientos de egresados de universidades de cine que chocan contra puertas cerradas?
M.G.M.: –En la Argentina no se puede vivir de esto, pero lo que importa es refugiarse en la creatividad. Esto es producto de la frustración, de las puertas cerradas, de esforzarse por encontrar una forma de crear, de sacarlo afuera. Todavía no da rédito, pero es un canal de expresión. Por ahora es ad honorem, hecho a pulmón, y después se verá si se consiguen suscripciones o auspicios para volverlo mínimamente rentable y poder pagar a los actores.
–¿Qué tipo de programas admiten la categoría de “TV de calidad”, y cuándo consiguen ingresar al museo?
G.T.: –Los museos suelen atreverse a considerar la TV como un arte sólo si la hace Peter Greenaway, pero lo cierto es que hay un trasvasaje entre lenguajes que se hibridan e influyen mutuamente entre sí. El abanico es muy amplio, de estéticas muy variadas, pero se podría decir que todos conjugan la ruptura de esquemas tradicionales, la búsqueda expresiva, el trabajo sobre un tema vinculado con el mundo contemporáneo, la expresión de la cultura de la época, y su condición paradigmática. Cuando la TV experimenta con el lenguaje, con la actuación y la estética, elude la cosa enlatada o estereotipada y se convierte en una reflexión sobre el mundo.