ESPECTáCULOS › ENTREVISTA A ACHO ESTOL Y DOLORES SOLA, DE LA CHICANA
“El tango peca de rigidez”
La cantante y el compositor explican cuál es su visión del género hoy y de qué modo se puede avanzar sin perder esencia tanguera. El grupo presenta este viernes su nuevo disco: “Tango agazapado”.
Por Karina Micheletto
Con ocho años de trayectoria, el grupo La Chicana construyó su lugar dentro de la escena del tango actual sobre un par de pilares importantes. La potente textura vocal de Dolores Solá, por ejemplo, o la expansión de las fronteras del género, con aportes de otros universos. No debe olvidarse, tampoco, la incorporación de letras nuevas, escritas por Acho Estol (también director, arreglador y guitarrista del grupo), toda una rareza hoy en día. La Chicana acaba de editar su tercer disco, Tango agazapado, y lo presenta pasado mañana en el teatro ND Ateneo, junto a Patricio Cotella en contrabajo, Juan Valverde en vientos, Antonio Birabent y el bandoneonista Osvaldo “Marinero” Montes como invitados.
En Tango agazapado (del que también participan Liliana Herrero, Luis Volcoff, Ramiro Gallo y Carlos Corrales, entre otros invitados) hay composiciones de Discépolo, Cadícamo y Eduardo Mateo, pero prevalecen los temas de Estol. Hay uno escrito junto al poeta Luis Alposta, y en las letras se cuela cierto romanticismo portuario, reo y prostibulario en el que abundan personajes marginales y amores perdidos. “Me obsesiona el tema de ‘lo que podría haber sido’”, cuenta el autor. “Porque la vida no te da segundas oportunidades, el tiempo va en una sola dirección y eso es lo más terrible de la condición humana”, dice. Estol acepta haber heredado cierta mística de “romántico resignado” de su abuelo, Horacio Estol, un periodista al que frecuentaban amigos como Cadícamo, Alberto Castillo y Carlos de la Púa y que trabajó en el diario Crítica junto a Roberto Arlt y Raúl González Tuñón. “Cuando escribo, no me impongo hablar como en los años ‘20 ni usar un lunfardo moderno. No quiero escribir el ‘Cambalache’ del siglo XXI ni decir ‘qué loco, bombardean Irak’”, explica el músico.
“Hacemos tango, pero la libertad con que lo encaramos tiene más que ver con la actitud del rock”, define Dolores Solá la propuesta de La Chicana. “El tango peca de cierta rigidez estilística. Nosotros crecimos escuchando rock, y por eso podemos abordarlo con más desprejuicio. No hacemos un estilo o un autor, cada tema sale como nos pide, uno puede salir gardeliano, otro bien oscuro tipo Rivero, otro una deformidad tipo Osmar Maderna con cierto tipo de orquestación”, agrega Acho Estol.
–¿Y qué rescatan de la actitud del tango?
A. E.: Nos gusta el primer tango, el más más punk, que tiene algo de prostibulario, marginal, oculto, pero al mismo tiempo es un vehículo de verdades, como suelen ser las cosas clandestinas. Hay algo súper auténtico en los comienzos del tango, y por eso se lo tapaba. Como pasa ahora con la cumbia: resulta que está de moda que los rockeros la critiquen. Y yo siento que es lo mismo que pasaba hace cien años, cuando un establishment que escuchaba valses en los salones criticaba al tango. ¿Por qué criticar algo que es popular, que surge solo, y es lo que más convoca? En todo caso, los rockeros argentinos tendrían que criticar el rap...
D. S.: Por ahí musicalmente no es lo mejor, pero como manifestación artística es auténtica, y hay que respetarla. Habla con crudeza de la realidad, del pibe al que mató la cana o del que toma cocaína. Si no lo quieren ver, es otra cosa.
–A los tangueros de la vieja guardia no les gustan demasiado las nuevas expresiones...
A. E.: Hay mucho prejuicio... Yo no quiero hacer tango con una base hip hop y tres notas de bandoneón. No, tienen razón si dicen que eso no es tango. Pero sí busco que desde el tango haya más permiso para el cambio. Porque si no, lo que quedan son los covers, intérpretes que se ponen un moñito, cantan “Sur” y facturan con la cosa turística. Así el tango se muere. ¿Por qué ningún rockero argentino se animó nunca a hacer tango? Porque a Piazzolla, que tenía todas las credenciales del mundo, que fue un capísimo desde el primer momento, el día que se corrió un paso al costado lo mataron. Imagínese si un rockero pelilargo del ‘60 iba a decir “quiero hacer tango”... ¡Era un suicidio!
D. S.: Al abrirse la posibilidad del rock, que concentró todo el potencial contestatario, el tango quedó en manos de gente que cumplía el rol más conservador. ¿Qué hubiera pasado con el tango si el rock no hubiera surgido? Ojo, también hay tangueros abiertos, nosotros grabamos con Marinero Monti y fue un placer, pero la mayoría son extremistas y cerrados. Hubiera sido mucho más lógico un proceso como el del flamenco en España, donde no están los “flamencólogos”, o habrá tres o cuatro, pero después hay mucha gente a la que le gusta Pata Negra, o Veneno. Eso está empezando a ocurrir acá, el tipo al que le gusta Rivero y también Melingo.
–Suele decirse que en el tango actual faltan autores.
D. S.: No, lo que faltan son intérpretes que canten las nuevas letras. Es cierto que no son tantos los autores: Está Vatuone, que es mayor que nosotros y viene proponiendo hace tiempo. ¿Alguien le canta los tangos? Nadie, y son buenísmos. Está el Tape Rubini, que tiene su Cuarteto Almagro y que compone. Nosotros le grabamos dos temas. Está Buenos Aires Negro, Melingo, que canta sus propios temas, y yo, que canto los de Acho.
A. E.: Yo no creo que haya tan pocos. Lo que pasa es que no se conocen. A mí cada tanto me llegan mails de gente del interior, con letras buenísimas. Nosotros vamos por el tercer disco, con veintitrés temas míos editados, y nadie nunca me cantó un tema, fuera de La Chicana. Si a mí, que tengo esta oportunidad de difusión, no me cantan, imagínese el tipo que está en su casa escribiendo. Parece que “cantante de tango” fuera una carrera que se aprueba rindiendo las materias “Cambalache” y “Malena”.
D. S.: También pasa que los intérpretes se agarran de lo que ya está probado y aprobado. Hay mucho miedo de hacer cosas nuevas. Por ahí surge gente con otra estética, pero hace los mismos tangos de siempre. La Varela, por ejemplo, o Omar Mollo, con los pelos largos, rockero de pinta. La cáscara se moderniza, pero el contenido es siempre el mismo.