ESPECTáCULOS › UN DIA EN LA FILMACION DE “SOL NEGRO”, LA NUEVA SERIE DE AMERICA

Una visita al laberinto de la locura

El ciclo, producido por Sebastián Ortega para Ideas del Sur, integra un elenco de excepción para una historia que promete momentos tan fuertes como los de “Okupas”, “Tumberos” o “Disputas”. Página/12 compartió una jornada de trabajo en la que la distensión del equipo contrasta con lo que se cuenta.

 Por Emanuel Respighi

El lugar, cuyo paradero debe ser mantenido en secreto, es ideal. Una entrada de rejas oxidadas abiertas de par en par y una barrera en la que apenas se alcanza a leer PARE ofician de bienvenida. Un sendero “peatonal” de más de cien metros se abre paso entre los matorrales y arbustos de un parque descuidado. Un enorme y viejo edificio se emplaza al final del camino, previo paso por una parte de terreno en la que dos arcos despintados indican que alguna vez hubo allí una cancha de fútbol. La desgastada puerta de madera de entrada al edificio evidencia el paso del tiempo. Adentro, caminando por los pasillos y la galería que bordea un parque interior en el que el césped desapareció hace tiempo, todo huele a viejo. Los altos techos y las escaleras hacen sentir con más vigor el frío de la mañana de invierno. En las habitaciones, las camas de hierro marcan el tono. El neuropsiquiátrico es lúgubre y misterioso. Silencioso. Frío.
Mochilas, diarios, papeles, vasos de plástico con restos de café, bandejas con facturas y una guitarra criolla se diseminan en la habitación que hace de vestuario. En ese ámbito desordenado el elenco, que parece hecho a medida, mata las horas entre escena y escena. Carlos Belloso y Diego Capusotto charlan entre risas a un costado, con una vestimenta rotosa que atrae a un grupo de moscas. En el único sillón, Sebastián Ortega y Alejandro Urdapilleta intercambian ideas. Frente a un espejo acondicionado con lamparitas, una maquilladora “daña” el rostro de Rodrigo De la Serna. De guardapolvo rosa, Julieta Ortega toma mate con algunas productoras. Una vestuarista guarda las ropas que usó Fernando Peña y prepara las que por la tarde se calzará Cecilia Roth. El clima es distendido, opuesto a la tensión que se verá en pantalla. Todos contrarrestan el frío con camperas, viejas batas y bufandas. Nada es glamoroso. No hay calefacción. Ni una mísera estufa eléctrica.
Así es la locación y el ambiente que se respira diariamente en la grabación de “Sol negro”, la serie semanal que Ideas del Sur estrenará a mediados de septiembre (posiblemente el lunes 15, a las 23) por la pantalla de América. Confabulada en contar –desde la ficción– temas marginales para los cánones televisivos, la productora de Marcelo Tinelli se empeña en indagar esos mundos que forman parte de la sociedad, de los que se habla continuamente, pero a los que la TV siempre evitó. Luego de inspirarse en la ocupación de viviendas abandonadas (“Okupas”), la cárcel (“Tumberos”) y la prostitución (“Disputas”), Ideas del Sur pone ahora sus ojos en los dementes, “los locos”, en una miniserie de 13 capítulos que se centrará en las relaciones que se entablan entre un grupo de internados en un neuropsiquiátrico.
“Sol negro” contará la historia de Ramiro Bustos (De la Serna), un veinteañero de clase alta que siente que por rico es capaz de llevarse el mundo por delante con total impunidad. Sin embargo, esa vida desenfrenada sufrirá un cambio radical luego de que el joven mate a dos personas -entre ellas a su mejor amigo– en un accidente automovilístico, del cual es responsable por conducir un auto robado, en estado de ebriedad y a contramano. Ante la posibilidad de ir preso, la defensa lo hace pasar por insano y aterriza en un manicomio del que debería salir en unos meses. Junto al grupo de internados con los que deberá relacionarse, Ramiro descubrirá que muchos de sus problemas tienen un anclaje en una densa historia familiar. Obviamente, su estadía se alargará mucho más de lo previsto. Así comienza la historia.
“Mi personaje está en el límite entre la demencia y la cordura”, cuenta De la Serna, que vuelve al protagónico luego de “Okupas”. “Es un maníaco que no tiene instancias psicóticas sino paranoias graves: delirios de grandeza o místicos. Está en un estado de alteración total, con muchas drogas. Entrar a lugares como éste es muy violento porque las medicaciones son muy potentes. Estos lugares generan enfermos. Además, si algo nos demuestra la psicología es que todos estamos un poco locos. Por algo suceden infinidad de episodios psicóticos en la calle”, apunta antes de ira grabar una escena. Aunque de escasos segundos, la toma es compleja y se repite una y otra vez sin convencer a Alejandro Maci, director del programa y coautor de “Tumberos” junto a Adrián Caetano. Atado a un catre de hierro, De la Serna debe simular un ataque mientras una enfermera (Tatiana Schapir) acude con un calmante inyectable. Ensayan la escena varias veces y no gusta. Maci viene a las corridas y le pide a De la Serna mayor compromiso, mostrándole sobre la cama continua el movimiento que tiene que hacer. De la Serna asiente, pero aclara: “Entiendo, pero lo voy a hacer cuando grabemos porque recién casi me desmayo de la fuerza que hice”. Maci da una nueva indicación y pide silencio. Después de varias tomas, Maci felicita a todos y De la Serna es desatado. “¡Por fin!”, dice, tomándose las muñecas por el dolor.
De vuelta en el improvisado camarín, los actores esperan su turno. Mientras lo maquillan, De la Serna hace morisquetas frente al espejo. “Siempre fue loco este pibe”, grita serio Capusotto y los demás festejan. De pronto, alguien pone de fondo música electrónica a todo volumen. “El boliche está a full”, apunta Capusotto, imitando a un dancer. “Ahí están los reservados”, agrega Schapir, señalando una fila de butacas de cine recostadas sobre la pared. “Se armó la rave”, motiva Urdapilleta, mientras se levanta del asiento y se pone a bailar. Todos ríen. Es extraño cómo mundos que parecen paralelos (neuropsiquiátrico y fiesta), en ocasiones se cruzan.
En el interior del manicomio, Ramiro se cruzará con una variada gama de esquizofrénicos. Uno de ellos será Lito (Belloso), un rockero que enloqueció cuando estaba a punto de llegar a la fama. “El personaje -confiesa el actor– me da la posibilidad de poner en un guión todas las locuras que tengo en la cabeza. Me posibilita jugar con códigos nuevos. Lito es estrábico, tanto visual como psíquico, lo que me permite mirar a cámara logrando un nivel de realidad un poco más avanzado que lo habitual”. El actor, que en “Tumberos” se lució con su Willy, señala que la elección del elenco no es antojadiza. “Muchos de nosotros conocemos un mecanismo de locura, que hasta creo que sabemos lo que es estar loco y lo que no”, arriesga. Tanto Ramiro como Lito tendrán la atención personalizada de Mariano Puentes (Urdapilleta), un doctor que no está atado a la psiquiatría convencional tradicional y que tuvo un pasado alcohólico que amenaza con volver. “Es un tipo –explica Urdapilleta– que adhiere a la desmanicomianización de los enfermos y que está en crisis. Todo le parece una mierda. No cree en la locura como un estado enfermo, ni en los caretas de la psiquiatría ni en la parafernalia académica. Cree que comprometiéndose más con el paciente, con esa fuerza de humanidad, va a lograr sacarlo de la locura. O por lo menos dejarlo vivir más. Pero en esa búsqueda se manda algunas cagadas.” A raíz de sus métodos poco ortodoxos, Puentes se enfrentará con la Dra. Glezer (Rita Cortese).
Capusotto, en tanto, interpretará a “el Laucha”, otro de los internos. A diferencia del humor que despliega en la vida real y en la TV (“Cha Cha Cha”, “Todo por dos pesos”), Capusotto no hará un personaje cómico. “El humor está íntimamente relacionado con lo que pueda pasar en la historia, con determinadas situaciones. Pero no voy a hacer comicidad. Aunque, lógicamente, puede que muchas acciones de este personaje y los demás sean graciosas”, aclara el actor, que señala que nunca pasó por una situación neurótica. “Al menos eso creo”, aclara con cara burlona.
“La marginalidad de esta historia es la marginalidad de la mente humana”, dispara Maci. “La idea no es hacer un ensayo sobre la salud pública, pero tampoco podemos no mostrar las condiciones en las que vive esta gente. En alguna medida, el neuropsiquiátrico es la sociedad en la que vivimos. Uno muchas veces tiene una visión burguesa en la que creemos que los locos están del otro lado del muro. Pero si uno entra y mira por la ventana, se da cuenta que afuera también hay de todo”, analiza. A uncostado, el elenco improvisa disparatadas canciones con la guitarra. Todos ríen a carcajadas. Como locos.

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Julieta Ortega es una de las enfermeras del neuropsiquiátrico.
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