ESPECTáCULOS
El cine argentino pisará fuerte en San Sebastián
La 51ª edición de la Muestra, que desde hoy y hasta el 27 programará en sus secciones paralelas nueve películas argentinas, renueva la apuesta por el cine europeo e iberoamericano más allá de las exigencias de mercado.
Por Horacio Bernades
A las 16.30, El polaquito en una sala y Bar El Chino en otra. A las 17, Los guantes mágicos. A las 20.30, Extraño. No se trata de una Semana de Preestrenos Argentinos en el cine Gaumont sino de la programación del Festival de San Sebastián correspondiente al día de hoy. Uno de los más importantes del mundo, en su 51ª edición el festival donostiarra –que se inicia hoy y se extenderá hasta el sábado 27 de septiembre– abre de par en par sus puertas al cine argentino. Mañana, por ejemplo, a nuevas proyecciones de El polaquito, Bar El Chino y Los guantes mágicos se les sumarán Ana y los otros y En el fondo del mar, y así seguirá la cosa hasta el último día, con un promedio de cuatro o cinco proyecciones diarias de películas argentinas. En total, en distintas secciones del festival hay programadas nueve películas argentinas, y a ellas hay que sumarles las cinco (más una coproducción con España) que se presentan en la sección “En construcción”, dedicada a películas inacabadas. Lo que se dice, el desembarco de una flota entera, en un número que supera todo lo conocido en la materia.
Y sin embargo, paradójicamente –a diferencia de la pasada edición de San Sebastián, cuando por el premio mayor compitieron Lugares comunes e Historias mínimas– no habrá en la sección oficial de este año ninguna película producida en nuestro país. Lo más parecido a un film argentino podría ser Dans le rouge du couchant, que si bien es una coproducción francoespañola está dirigida por un compatriota, Edgardo Cozarinsky. En tren de premios consuelo, puede computarse también la presencia de Ulises Dumont en Grimm, lo nuevo del holandés Alex van Warmerdam. Las nueve películas argentinas concursantes se apelotonan en una misma sección, “Horizontes”, que forma parte de “Horizones latinos”, enorme bloque que el festival le dedica al cine latino y donde pueden encontrarse películas españolas, tanto como latinoamericanas y hasta francesas. El cine argentino domina ampliamente esa sección, integrada por 15 películas en total. Con la excepción de En el fondo del mar, todas las demás son películas aún inéditas en nuestro país. Aunque están las que –como Ana y los otros, Extraño o La mecha, de Raúl Perrone– se presentaron, en abril pasado, en la última edición del Bafici porteño.
Todo este lote de películas aspira a dos premios posibles. Uno es el llamado Horizontes, dotado con 18.000 euros, y el otro es el Altadis, destinado a directores debutantes y provisto de un monto menor. En cuanto a las que integran la sección “En construcción” –que se celebra por cuarto año consecutivo, en alianza con los Encuentros de Cine Latinoamericano de Toulouse, Francia– se trata de películas prácticamente terminadas, que se presentan a un público integrado exclusivamente por gente del negocio (productores, distribuidores, fundaciones de apoyo a la producción) con la intención de conseguir ese puchito que les falta para poder llegar al acabado final. El perfil de San Sebastián ha priorizado siempre tres vertientes: el cine europeo, el iberoamericano y, obviamente, el cine español. La tendencia se reafirma este año desde la propia elección del film que tendrá a su cargo la inauguración oficial, hoy a la noche en la enorme sala de Kursaal. Se trata de Suite Habana, curioso documental mudo sobre la vida cotidiana en la capital cubana que hasta ayer pudo verse en la sala del cine Cosmos, en la Semana de Cine Cubano que acaba de finalizar en Buenos Aires.
Las prioridades de San Sebastián se constatan con sólo repasar la sección oficial, integrada por un pelotón de quince estrenos internacionales, que aspiran a las tradicionales y siempre deseables Conchas (la de oro, la de plata y así). En ese panteón es posible contabilizar tres películas locales, siete europeas, dos latinoamericanas,una asiática y sólo dos estadounidenses, una de ellas en coproducción con Gran Bretaña. Como para que Hollywood no se ofenda demasiado –sobre todo teniendo en cuenta que una de las concursantes estadounidenses es un film probadamente off-Hollywood– allí está Open Range, el nuevo western dirigido por Kevin Costner, para darle su cierre oficial al festival, el sábado 27 por la noche. Y también dos de los tres premios Donostia, tradicional homenaje que el evento vasco destina a distintas figuras del cine, y que en esta edición tendrá por galardonados a Sean Penn y el casi argentino Robert Duvall, además de esa institución francesa llamada Isabelle Huppert. En cuanto a las películas latinoamericanas de la sección oficial, se trata de una opera prima brasileña (O caminho das nuvens, de Vicente Amorim) y Ojos que no ven, thriller político del avezado cineasta peruano Francisco Lombardi.
Como de costumbre, las apuestas más jóvenes y arriesgadas convendrá buscarlas en la sección “Nuevos directores” de Zabaltegui (aunque la siempre bienvenida presencia asiática es reducísima aquí), mientras que “Perlas de otros festivales” permitirá ponerse al día con parte de lo visto durante el año en Berlín, Cannes y Venecia. Todo un continente a explorar, tanto en términos literales como cinematográficos, será la paralela “Entre amigos y vecinos”, dedicada al cine del Magreb, nombre con que se designan los países del norte de Africa, como Argelia, Marruecos y Túnez. No puede dejar de mencionarse uno de los hábitos más felices de San Sebastián (junto con los callos al pil pil y el besugo a la vasca), que son esas retrospectivas integrales con las que este festival de la Concha –llámase así a la bahía que bordea la costa donostiarra– sabe abrumar a sus numerosos visitantes. En esta edición post medio centenario, el festival de Euskadi vuelve a hacer gala del más precioso equilibrio, programando la filmografía entera hasta la fecha de Michael Winterbottom (el realizador escocés que filma a razón de una y hasta dos películas por año, presentándolas en todos los festivales habidos y por haber) junto a las obras completas de Preston Sturges, que allá por los años ‘30 y ‘40 supo consagrarse como maestro secreto de la más corrosiva y feroz comedia estadounidense. Y a rezar para que a los muchachos de la ETA no se les ocurra festejar a su manera.