ESPECTáCULOS › EL NUEVO FILM DE SINGLETON, “+ RAPIDO + FURIOSO”
Aquí sólo brillan los autos
Por M. P.
Autos, autos y más autos. Algunas chicas y más autos. Algo de música, y conductores que corren por dinero al volante de sus autos. Metiendo cambios y subiendo velocidades. Llega la ley y entonces todos corren, pero no lo hacen ya con tanto glamour. Aunque el campeón atrapado por la ley será obligado a seguir corriendo, pero ahora para poder descubrir a un lavador de dinero profesional, nacido en la Argentina (pero criado en Miami). Un malo muy malo, con mansión, chicas y matones tontos y una particular propensión a ciertas bestiales torturas sádicas que la película se preocupará por poner en pantalla para disfrute de sus espectadores.
Con coches que brillan y actores que brillan tanto como ellos, + Rápido + Furioso es una película que sólo cree en sus autos. De hecho, en ella los autos actúan mejor que los actores y sus motores parecen tener más para decir en cada acelerada que todos los diálogos que pueblan un film decididamente berreta a pesar de tanto brillo. Crónica de un fiasco anunciado, + Rapido + Furioso es la secuela de Rápido y Furioso, el film de acción (y autos) que catapultó hacia algo cercano al estrellato a Vin Disel y el director Rob Cohen. Sin ellos y sin el guionista original, esta secuela apenas si tiene al coprotagonista Paul Walker para recordar al film original. Y el nombre del director John Singleton para ofrecer.
Película tan infantil que es una lástima que los niños no la entiendan, + Rápido + Furioso apenas si tiene para ofrecer algunas carreras bien filmadas y nada cercano a la sorpresa escondido en un guión inverosímil y al mismo tiempo previsible, más lleno de frases huecas y de compromiso que un discurso de campaña. Con chicas que deben dejar que les golpeen el trasero en cada escena, pero al menos a una de ellas la dejan conducir, quizá lo más traicionero sea que sus mejores escenas apenas si alcanzan a llenar el avance del film y que el gran “stunt” final con su auto protagonista volando sobre el agua no se puede ver nunca en todo su esplendor. Como si, aún en estos tiempos de efectos especiales, nunca hubiese sucedido. Ya no se puede confiar en nadie.