ESPECTáCULOS › “LERNER.VIVO”, EL NUEVO DISCO DE ALEJANDRO LERNER
El baladista progresista
Erica García, Celeste Carballo, David Lebon, Soledad, Sandra Mihanovich y Luciano Pereyra, entre otros, participan de una virtual antología.
Cuando Gustavo Santaolalla lo incorporó a mediados de los ‘70 a su banda Soluna, Alejandro Lerner se movía como un pez en las aguas agitadas del rock. En aquel notable único disco del grupo consiguió Lerner grabar su primer tema, casi un anticipo de lo que tenía para ofrecer a la música. Luego de trabajar a destajo como tecladista, en bandas, en fiestas de cumpleaños y en casamientos, aquel chico lleno de las mejores intenciones se convirtió en la década siguiente en un solista prometedor, a caballo de su facilidad para componer, ante todo. Actuó en los festivales de rock de los tempranos ‘80, escribió canciones a granel, tejió una vasta red de contactos en el mundillo de la música. A medida que fue armando su carrera, Lerner empezó a consolidarse como baladista, ocupando un lugar prácticamente vacío en el panorama de la música argentina de su era, el sitio que un Billy Joel ocupa en Estados Unidos, salvando las distancias. El camino fue difícil, como él mismo había pronosticado en su primer gran éxito: “Todo a pulmón” (una canción impecable, aunque luego de escribirla no haya tenido tiempo de mejorar los versos que dicen “Defender mi ideología/ buena o mala, pero mía”). Veinticinco años después de sus comienzos, Lerner ha madurado como artista y conseguido un lugar de prestigio interesante, sobre todo en un país torpedeado por la difusión de los baladistas internacionales, esa plaga.
Lerner llegó a ser luego del retorno de la democracia un artista de masas. A mediados de los ‘80 solía llenar el Luna Park, en una época en que había lugar para todos bajo en el generoso paraguas de aquello que se llamaba rock nacional, convocaba docenas de miles de personas en shows gratuitos en la calle, vendía centenares de miles de discos. Después le pasó lo mismo que a Sandra Mihanovich y Marilina Ross, entre otros: su público creció, una parte dejó de consumir y la generación siguiente empezó a considerar mala palabra la música melódica, acaso saturada de los malos, muy malos intérpretes que la representan en el imaginario colectivo. Lerner también se quedó en un lugar sin muchos defensores cuando optó por alejarse del ideario del rock, y eso pesó en su carrera y en su inteligencia. Sus largos viajes a Estados Unidos, sus problemas con las compañías y representantes y el natural paso del tiempo lo pusieron en algún momento en el limbo de los artistas que son sólo recuerdo, aquellos a los que el público pone en el lugar de la nostalgia.
Pero Lerner resucitó, a fines del siglo XX, al coincidir una serie de coordenadas. El éxito de un programa de Pol-ka, “Campeones”, con un tema suyo de cortina, la aparición de radios que sólo difunden rock nacional, la irrupción de camadas de oyentes formados en otros gustos, menos dogmáticos, la decadencia de muchas figuras centrales del panorama musical y la decantación de su propia obra en el inconsciente colectivo fueron parte del proceso, que hoy se ve como concluido y que incluso borra los paréntesis de la historia. “Volver a empezar”, un tema que escribió luego de una ruptura afectiva, es hoy un himno de su repertorio, un poco porque habla de su propia trayectoria, otro poco porque pega en el ánimo de una masa que de alguna u otra manera siente que todo debe volver a empezar. Lerner.vivo, el disco que hoy sale a la venta, ofrece una especie de recorrido sutil por las capas geológicas de su carrera, que bien podría considerarse una demostración de que si perseveras, triunfarás. La aparición de una importante serie de invitados –Celeste Carballo, David Lebon, Erica García, Fena, Javier Calamaro, Juan Namuncurá, Luciano Pereyra, Sandra Mihanovich y Soledad– grafica el modo en que el mundo musical le rinde tributo a un compositor al que muchas veces se ignoró por ignorancia.
En este disco-homenaje, grabado en vivo en los lejanos días de finales de noviembre del año pasado, hay altos y bajos, como en toda la trayectoria de Lerner. La solidez profesional de su grupo contrasta con la blandura de algunos arreglos. La calidad de algunos de sus temas con lo descartable de otros. Sin embargo, en el balance, ese señor pequeño sentado en el piano merece el respeto que le tributan Erica García en la versión de “No hace falta que lo digas”, o David Lebon, al acompañarlo en el clásico de Luis Alberto Spinetta “Rutas argentinas”. El rock “Nena neurótica” –alguna vez Santaolalla lo interpretó en el Luna– grafica el camino que Lerner no quiso recorrer cuando maduró. El tema “Indulto” subraya su sempiterna corrección política. “Amarte así” explica por qué –otra vez, como hace veinte años– lo idolatran adolescentes.