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Chico conoce chica. Esa es la frase que resume toda historia de amor en el cine. Pero aquí todo comienza con el chico conociendo muchas chicas. Todas ellas encantadas con el recuerdo que guardan de él, aun cuando no hayan quedado en contacto con lo que fue un amor de verano. Porque el chico en cuestión es una especie de simpático Don Juan de Hawaii, un veterinario de mamíferos marinos que trabaja en un acuario que le escapa a todo compromiso sentimental. Hasta que conoce a una chica especial. Tan especial, que todas las noches al dormir olvida lo que le ha sucedido durante el día: por ello, un romance entre ambos implica que el chico debe conocer a la chica todos los días, una y otra vez. De eso justamente se trata Como si fuera la primera vez, una encantadora comedia romántica protagonizada por Adam Sandler y Drew Barrymore, que ya protagonizaron juntos El cantante de bodas. Pero que, en esta versión algo más prosaica de ese clásico de culto de Harold Ramis y Bill Murray llamado Groundhog day, alcanzan una química aún más especial.
Si en aquel clásico de culto de Harold Ramis y Bill Murray, traducido en castellano indistintamente como Hechizo del tiempo o El día de la marmota, su protagonista estaba condenado por un hechizo a revivir una y otra vez un único día de su vida, aquí es la memoria la que le juega una mala pasada a Lucy (Drew Barrymore). Luego de un accidente en el que ha perdido la capacidad de atesorar los recuerdos más recientes, vive en una especie de presente perpetuo custodiado por su familia y sus amigos más cercanos. En sus buenos días, Lucy no se da cuenta de nada y siempre es el cumpleaños de su padre. Comen torta, ven un partido de fútbol americano y miran El sexto sentido, entre otras cosas. Lucy disfruta como si fuera la primera vez, pero su padre y su hermano soportan estoicamente ver siempre el mismo partido –que tienen grabado en video– e incluso fingen sorprenderse cando Bruce Willis resulta ser un fantasma. Hasta que Henry insiste en aparecer en sus vidas.
Mucho se ha hablado de cómo la legión de fanáticos que Adam Sandler tiene en Estados Unidos nunca comprendió su papel en la maravillosa Embriagado de amor, en donde el director de Magnolia utilizó ese personaje siempre a punto de explotar que ha ido creando Sandler en sus películas, para construir una extraña fábula sobre la necesidad imperiosa de amar y ser amado. Como si fuera la primera vez, en cambio, es una película romántica en la que Sandler deja totalmente de lado su capacidad de enojarse. Como si hubiese funcionado aquella “terapia de enojo” de su anterior film con Jack Nicholson, Sandler es aquí el impasible Henry, que utiliza sus capacidades de Don Juan sólo para enamorar una y otra vez a la misma chica. Con Dan Aykroyd –uno de los legendarios Blues Brothers– como el médico que cuida a Lucy, Sean Astin (el fiel Sam de El señor de los anillos) como su hermano atiborrado de esteroides, y Rob Schneider como eterno cómplice de Sandler, Como si fuera... responde a las intenciones de las comedias de los Farrellys, en las que siempre parece posible un mundo mucho mejor.
Con su buena dosis de vómitos y chistes con dobles significados, y la presencia de chicos y animales en pantalla, ese chico cabeza de huevo que es Sandler luce todo el tiempo su perfil más encantador. Lo acompaña la hermosa Drew, que incluso por momentos le roba los mejores chistes. A no equivocarse: Como si fuera... es más una película romántica que una de Sandler. De hecho, no le escapa a ningún tópico de esta clase de productos: hasta hay una escena de beso de despedida bajo la lluvia y todo. Pero la generosa dosis de humanidad –y humor tonto– con la que sus responsables acompañan su trama hacen que todo eso pase a segundo plano. Al punto de que Adam Sandler puede tomar una guitarra acústica para cantarle una canción a su desmemoriada enamorada y ese momento, lejos de ser insoportable, sea uno de los más atesorables de un encanto de película.