ESPECTáCULOS › UNA NUEVA REVOLUCION EN LOS REALITIES SHOWS
El éxito no tiene precio
Los ricos y famosos de los Estados Unidos, con Donald Trump a la cabeza, desbancaron del género a las personas comunes y lo convirtieron en una vidriera para exhibir lujos y poderes.
Por Julián Gorodischer
“Estás despedido”, dice Donald Trump, como un latiguillo, en cada capítulo del programa más visto de los Estados Unidos. En El aprendiz (miércoles a las 22, por People and Arts), el magnate selecciona aspirantes para un puesto como presidente de una filial de su empresa. Lo que llega es un golpe de timón: si el reality show prometió en sus orígenes una vía de acceso a la TV para personas comunes, ahora los ricos y famosos se toman su revancha. El rico, como estrella de TV, recluta una troupe de chupamedias que se le arrodilla a su paso y compite por entrar a ver su semipiso. Expulsados del paraíso catódico, alejados de la fama repentina, los comunes miran la escena desde afuera; el magnate lava imagen, ostenta millones y revoluciona el género de masas en el siglo XXI, inaugurando una tendencia: decenas de empresarios de la moda y las finanzas convocan a cubrir vacantes por medio de la tele. “Participante sumiso y olfa...¡se busca!”.
El nuevo reality es una experiencia sadomaso: los graduados omiten sus títulos de doctorado y se arrodillan a la voz de “Señor Trump, para servirlo”. El tipo compensa: a las chicas (que se nombran como “protegées”) da pase libre a su mansión y a los varones los lleva a un consejo que decidirá una expulsión. Si el reality prometía borrar diferencias de clase (dar al pobre un premio millonario) y democratizaba el acceso a la fama, ahora propone un retorno brutal al “escalafón”. “No me importa el resto, ¡quiero agradar al señor Trump!”, dice un pusilánime. Trump humilla y se va contento: “Se aprende a los golpes”, dice en revisión más cruel y exitosa del Survivor que le precedió, restituyendo al reality lo que le faltaba: un amo.
Y florecen los imitadores. Ahora su ex esposa Ivana Trump lanza su propio reality (en la cadena Fox) para seleccionar un joven “a la altura de una mujer mayor y asentada”. Ella decide cuál es el galán que conviene a otras señoras de dinero que participan del reality y deja la puerta abierta para quedarse con el mejor. Ivana young man (“Hombre joven para Ivana”) es una respuesta oportuna a los delirios televisivos de su ex, hecho a medida de la liberada pero “sólo en la cama”. “Gracias a mujeres como Ivana Trump, Demi Moore y Cher, las maduras se dan cuenta de que pueden hallar el verdadero amor en hombres más jóvenes”, promociona la cadena Fox. Ivana entrevista a los candidatos y después decide, como si trazara su autobiografía. “Por años, los hombres casados han cambiado a sus esposas por mujeres jóvenes –dice–. ¡Se acabó!”
Más allá de “la guerra de los Trump”, los realities de ricos garantizan resultados: liderar el ranking de más vistos y devolverlos al lugar del que los habían desplazado. Para competirle a Trump, Matt Damon y Ben Affleck acaban de lanzar su reality American Start Up (por el canal Spike TV), que entregará 50 mil dólares a ocho microempresas e irá eliminando a las que no funcionen. La novedad es que, esta vez, los niños estrella de Hollywood premian al “independiente”, en respuesta directa al enrolamiento. “Nosotros creemos en el espíritu independiente del empresario estadounidense”, dijo Ben Affleck. Su reality es un homenaje a sus propios inicios como guionista independiente (con la película En busca del destino) y continúa la experiencia anterior del reality Project Greenlight, que tuvo su versión local producida por Cuatro Cabezas y seleccionaba un equipo de cineastas para rodar una película. Ahora el juego se abre a empresarios de todo tipo, bajo la consigna “No decir la frase: ‘Estás despedido’”.
Siguen las firmas: el diseñador estadounidense Tommy Hilfiger selecciona a su sucesor (en El corte, por la cadena CBS) y expulsa usando la frase “No das con el estilo”. Y el millonario Mark Cuban (propietario del equipo de básquet Mavericks, de Dallas) elige una institución, en el reality El benefactor, para ayudarla entre varias postuladas. A las que no calificanles dice: “Será la próxima vez”. Se suma Richard Branson (titular de la cadena de disquerías Virgin), que acaba de lanzar El billonario, por Fox, con un formato muy parecido a El aprendiz, pero en el que se agrega un concurso de preguntas y respuestas sobre historia del rock. La precursora de todos ellos, Paris Hilton, reincide, por estos días, en el reality Simple Life 2 (los miércoles a las 22, por Fox), que la arrastra junto a su amiguita Nicole Richie, hija de Lionel, a las afueras campestres, a vivir en una granja distinta por cada episodio. Otra vez, la familia anfitriona les decreta el fin de la fiesta a las nueve de la noche. Y se anticipa una tragedia policial (violación a cargo del granjero que, culposo, podría asesinar a su familia) pero no pasará.... Todo reality es ficción, y el de Paris Hilton no quiebra el tono, tan poco realista como la saga de los Osbournes. La niña rica ya es un ciberícono y estrella de TV, y sólo queda brindar, como los otros millonarios, por la fama conseguida. Con el mejor champagne francés.