ESPECTáCULOS
El desafío de desandar el camino del teatro para llegar al tango
El actor y director santafesino Francisco Cocuzza vuelca en su nuevo espectáculo su experiencia escénica en la poesía tanguera.
Por Hilda Cabrera
Atrapado por las letras de tango y los distintos climas que conforman cada tema, el actor y director santafesino Francisco Cocuzza decidió volcar de modo sistemático su experiencia escénica al mundo del tango. Desde hace cinco años “enarbola la bandera de la autogestión”, según dice, produciendo espectáculos de teatro concert, periódicamente invitados a festivales internacionales y giras por Perú, Venezuela, Costa Rica, Guatemala, El Salvador y Estados Unidos. Su reciente SerTango –que sobre creaciones de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera, Eladia Blázquez y Astor Piazzolla junto a Horacio Ferrer ofrecerá en función especial mañana a las 21, en La Casona, de Corrientes 1975– nació de su apropiación del tango como materia de laboratorio para un actor. Este trabajo –que participará del próximo Festival Internacional de Teatro Hispano que se realizará en Washington– lo “compromete” en su condición de actor que canta y desea valorizar desde ese lugar la poesía del tango.
Proveniente del teatro independiente santafesino, Cocuzza se radicó en Buenos Aires en 1971, interviniendo en numerosas puestas del ámbito oficial (integró elencos del Teatro San Martín y de la Comedia Nacional) y del circuito alternativo. En su repertorio figuran puestas de La cantante calva, Los justos, Santa Juana de América, Los Linares, 300 millones, Farsa del corazón, He visto a Dios, Esperando a Godot, Las sillas, una versión minimalista de Kaspar, de Peter Handke; su unipersonal Viviente jardín y Tango, ese loco espejismo. Recibió el premio Talía por La extraña muerte del doctor Burke y el Molière 1985 por su desempeño en Stéfano, obra de Armando Discépolo que resume parte de “la problemática del artista que muere y desea renacer a través de su arte”, opina. En SerTango intenta avanzar sobre ese renacer a través de los tangos en los que sumerge a su personaje. Intérprete de televisión (Cosa juzgada, Nosotros y los miedos, El garante) y de cine (Quebracho, La Noche de los Lápices, La peste, María Soledad, donde personificó a Elías Morales; Escrito en el agua y Temporal, entre otras películas), Cocuzza inicia SerTango con dos poemas de Eladia Blázquez: Cerrame las ventanas y Vamos en montón.
Cerrar las ventanas “a la esperanza absurda y al desvelo”, porque el susto es grande cuando se vuela “en el turbión de un negro cielo”, parafrasea el actor, en diálogo con Página/12. Son palabras arrancadas a Cerrame las ventanas. Vamos... (de 1975) posee un aire discepoliano: “Todos juntos en un mismo masacote/ nos vendieron en un lote...”. Artífice de la dramaturgia, el actor despliega temas que le interesan, y propone junto al director Héctor Magni y la directora de arreglos corales Elsa Muratori un recital en el que desafía a su propia voz. Ello se debe a la participación de la soprano Muratori, la mezzosoprano Mariana Ro-ccatagliata y el barítono Marcelo Ballesteros. En este entramado, los cantantes líricos corporizan las voces interiores del protagonista.
Cada uno de los tres bloques de SerTango condensa un estado de ánimo o una aspiración. El primero, “Un ardiente Romeo” (título extraído de Lejana tierra mía), trae a un primer plano la nostalgia con Cuesta abajo, Golondrinas y otras composiciones. “En el siguiente, los planteos son los de Eladia. Estas son letras de pelea”, apunta Cocuzza, quien utilizó para englobar este “segundo tiempo” la frase “Una abeja en la colmena”, tomada de El corazón al sur. En este tramo, los temas son Sueño de barrilete, Gracias a pesar de todo, Sin piel y A un semejante.
“Renaceré en Buenos Aires en otra tarde de junio...” es uno de los versos que sirven de epílogo de este espectáculo que, tras su presentación en el Festival de Washington, se prodigará en una gira por varias ciudades de provincia. En este último bloque, “Un acróbata demente” (de Balada para un loco), el elenco indaga en La bicicleta blanca y Preludio para el año 3001, donde, a diferencia de la melancólica Balada para mi muerte, también de Piazzolla y Ferrer, se alienta una esperanza de vida. Recordando aquello de que “el tango es una obra de teatro en tres minutos” (según Enrique Santos Discépolo), Cocuzza intenta desandar ese camino y parte del teatro para llegar al tango, que en su exploración no es, como en el sainete, un género musical más incorporado a la escena.