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Desde los tiempos en que se atribuía la homosexualidad a deformaciones biológicas, casi como si fuera un error de la naturaleza, hasta la actualidad en que muchos se ruborizan con la promulgación de leyes de unión civil, los homosexuales siempre debieron luchar contra los prejuicios. Para espantar los fantasmas de la discriminación y del machismo, el cineasta Santiago García emprendió la dirección de Lesbianas de Buenos Aires, un documental que se mete en un mundo hasta el momento poco explorado por el cine argentino, al menos desde lo documental. El film se puede ver los viernes y sábados de septiembre a las 22 en el Malba (Figueroa Alcorta 3415).
En la película, un grupo de mujeres de diferentes edades y clases sociales habla de su cotidianidad, de cómo son sus vidas y el porqué de sus elecciones. Opinan sobre el amor y exponen las problemáticas que padecen. También se las ve realizando diferentes actividades, jugando al fútbol o cocinando, situaciones que apelan a la empatía del espectador. Sin grandes discursos, la mirada del film se construye con los testimonios de las entrevistadas que presentan el tema sin eufemismos, de manera directa. “La temática la elegí por varios motivos”, dice García en diálogo con Página/12. “El cine argentino y la sociedad argentina no cubren este tema por motivos ideológicos. Y por motivos ideológicos yo también decidí hacer la película. No sólo no hay una mirada positiva de las lesbianas en el cine argentino sino que no hay mirada. Quería que esa imagen estuviera representada porque está en la sociedad. En este país se las esconde permanentemente: a las mujeres en general y a las lesbianas en particular”, señala.
–Más allá de lo artístico, ¿para qué quiere que sirva esta película?
–La idea es tratar de cambiar la situación de las lesbianas en la Argentina. Primero retratarlas y, segundo, poder mejorar su condición. Quisiera que todos se identificaran con ellas.
–¿La homosexualidad masculina tiene más presencia en los medios?
–Sí, está muy mediatizada. La homosexualidad masculina está mucho más presente, se la explota comercialmente. Funciona pero porque los hombres tienen más poder, los heterosexuales y los homosexuales. Entonces, se los festeja más y se festeja más su diversidad, incluso. Más allá de que hay mucha homofobia, igual se los integra. No hay una lesbofobia en los medios. Directamente se las ignora. Es una doble segregación: por ser mujeres y por ser lesbianas.
–En algunos pasajes se ven mujeres amantes del fútbol y de los autos, dos gustos que históricamente la sociedad atribuye a los hombres.
–La suma de las dos cosas fue un poco una casualidad. Pero, obviamente, el fútbol y los autos son como terrenos de masculinidad y machismo muy poderosos. Y meternos ahí fue divertido. La pregunta es: si el fútbol es el deporte más bello del mundo, ¿por qué las mujeres no iban a considerarlo así? Incluso a muchas mujeres les da un poco de miedo que haya otras que amen los autos y el fútbol porque piensan que es como salirse de su lugar. El tema es que no hay un lugar. Ellas hacen eso y otras hacen otras cosas. La relación entre fútbol masculino y femenino en la Argentina es completamente desproporcionada.
–¿De qué manera el cine puede trabajar contra el prejuicio y la discriminación?
–Sacando el misterio y la cosa sórdida, terrible y oscura. Salir de esa idea de programas de televisión de la medianoche en los que un día van a un lugar donde hay adictos al crack, otro día van a buscar autos robados y después van a buscar lesbianas, equiparando situaciones de riesgo verdaderas y situaciones de ilegalidad, incluso comparándolas con la homosexualidad. La idea de la película es que sean cotidianas y que elespectador, luego de ver la película, esté convencido de que son iguales a uno.