ESPECTáCULOS
“Un espectáculo no puede ser una clase de moral”
Con esa premisa, Analía Couceyro propone en “Barrocos retratos de una papa” un ambiguo retrato de la plástica Mildred Burton. La obra teatral se presenta hoy gratis, para los lectores de Página/12.
Por Hilda Cabrera
”Mi vida es como una papa, siempre una repetición de las mismas cosas.” La frase sorprende, porque lo que se cuenta en Barrocos retratos de una papa no es precisamente reiterativo y excede al más fantasioso. Esta obra experimental, dirigida por Analía Couceyro (también actriz), es una de las dos piezas del ciclo Biodrama ideado por Vivi Tellas, que desde hoy y hasta el domingo podrán ver gratuitamente los lectores de Página/12 que retiren sus entradas, desde las 11, en Av. Belgrano 673. La obra acaba de estrenarse en el remodelado Teatro Sarmiento, ubicado en Av. Sarmiento 2715, junto al Zoo. Un escenario que incluye al público y en diferentes niveles abona la intención del título: la de mostrar acciones como retratos, y entre éstos una inicial escena sainetera, en un conventillo donde se suceden misteriosas muertes. De entrada se advierte el afán por verificar “grados de representación” y sus conexiones con lo real. Relaciones que se convierten en disparadores de situaciones absurdas, a veces cómicas, sobre todo en los embrollos que mezclan lo ingenuo con lo siniestro. El eje del ciclo es la adopción de una figura real, elegida de común acuerdo para escenificar su biografía a partir de lo que ella misma cuenta. No se trata de un reality show ni de un documental sino de un singular rescate de la experiencia (como vida vivida) para el arte.
El personaje elegido es la artista plástica Mildred Burton, y quienes cuentan su historia, Mirta Bogdasarian, Susana Pampín y Javier Lorenzo. Participan, en video, Burton y Javier Acuña. El elenco se completa con Alejandro Leroux en iluminación, Gabriela Fernández en escenografía y vestuario y la directora de cine Albertina Carri en la elaboración del video. El público podrá armar su propio puzzle entre la Burton verdadera y la ficcional, entre lo que se cuenta y lo que se sugiere. Couceyro dice a Página/12 que la obra invita a reflexionar de manera lúdica sobre qué es lo real en sociedades como ésta, donde cualquier suceso es atravesado por la representación. “Lo vemos en los noticieros de TV, donde casi todo pasa por un proceso de edición”, puntualiza. “El teatro debería tratar de producir otra realidad sin dejar de tener en cuenta la experiencia.”
–¿Cómo encaró la dirección ante un material en apariencia disperso?
–Fue una propuesta de Vivi. Había que elegir a la persona, y si bien la consigna era amplia, el trabajo se encauzó cuando, tras elegir a Mildred y hechas las entrevistas, ella nos brindó un material abundante.
–¿Lo que contó de sí misma era ya una representación?
–Todo relato es una versión, aun el que se cuenta sin ánimo de modificar. Mildred entregó el suyo, consciente de que nosotros haríamos cambios en la escenificación. Lo interesante es comprobar que en el teatro existe la posibilidad de armar una realidad paralela, sin olvidar que estamos actuando y que, al mismo tiempo, creemos en esa otra realidad.
–¿Cómo fue la elección del título?
–Debía estar presente la palabra barroco, porque es la impresión que produce la vida de Mildred. Queríamos abarcar sus 60 años. Tuvimos que dejar mucho afuera, y se nos ocurrió lo de los retratos. La idea es que cada escena se parezca a las páginas de un libro.
–¿A qué se debe ese tratamiento casi velado de la comicidad?
–Es que no buscamos la comicidad como si fuera una receta infalible. Y hay situaciones tremendas. Influyó la visión que Mildred tiene de su vida: es irónica consigo misma, y hubiera sido injusto que su mirada no estuviera presente. Hubiera sido una deslealtad ponerse solemnes.
–¿Existen otros proyectos?
–Por ahora no. Esta obra me ocupó mucho tiempo. Actué en un documental (Notas para una ficción sobre la ausencia) que se presenta ahora en el Festival de Cine Independiente, en “Work in Progress”. Lo dirige Carri, es sobre la ausencia de sus padres, secuestrados durante la dictadura.
–¿Qué opina sobre el tratamiento que se da en teatro a esos temas? –El film es sobre la ausencia y no sobre política. A mí no me preocupa cómo se tratan los temas, me interesa que sean creíbles dentro de una realidad teatral. El problema aparece cuando la única intención es bajar línea, porque se corre el peligro de convertir un espectáculo en una clase de moral. En Barroco... los retratos no quieren enseñar nada, sólo mostrar. Y hasta como si fuera un chiste. Se dice: “Esto es Paraná, Entre Ríos. Soy Mildred Burton, tengo cuatro años”, y Mildred inicia el relato. Quisimos legalizar una convención: contar una historia que comienza en la infancia como si fuera un cuento. Buscamos un lenguaje llano. Las bromas se notan, y el público se entera de quién es quién.