ESPECTáCULOS
“No pueden tolerar que una mujer escriba sobre la masturbación”
La escritora china Wei Hui, que tiene 29 años, se convirtió en una estrella por la violenta reacción del gobierno de su país luego de la publicación de “Shangai Baby”, que el domingo presentará aquí.
Por Verónica Abdala
“Soy inocente: apenas una chica de 29 años que escribió una historia de amor. Todavía no termino de entender por qué me presentan como la nueva bomba Molotov de la escena literaria mundial, o algo parecido a eso.” La escritora china Wei Hui tiene un brillo pícaro en los ojos, mientras posa para el fotógrafo, desparramada sobre un sillón. Un vestido rojo brillante, que se abre en un tajo profundo, deja ver sus medias de red. Un par de zapatos altísimos la obligan a caminar muy erguida por el lujoso hotel en el que se aloja en Buenos Aires, adonde llegó para participar de la Feria del Libro, lo que equivale a promocionar su polémica novela, Shangai Baby (Emecé). Wei Hui (Way Way, se pronuncia) aclara de todos modos que le divierte como ninguna otra cosa el hecho de tener que pasearse por el mundo dando explicaciones –“es mi nueva ocupación”, define–, y entonces cuesta poco imaginar las razones por las que esta mujercita menuda y graciosa causó tanto revuelo.
Tras su publicación, en el 2000, Shangai Baby fue prohibida por el gobierno chino, cuyas autoridades la calificaron como “decadente, viciosa, pornográfica y esclava de la cultura occidental”. Pero eso no fue todo: además, se quemaron públicamente 40 mil ejemplares (después de que en sólo cinco semanas se hubiesen vendido 80 mil). Ese episodio resultó la mejor campaña de prensa para el libro y su autora, mientras Shangai Baby se convertía en una novela de culto para miles de jóvenes chinos. Esta muchacha, que se atrevió a romper con los mandatos de obediencia y rectitud que se espera en China de los jóvenes, sobre todo de las mujeres, se convirtió así en una referente generacional similar a una estrella de rock. Ella calcula que, actualmente, circulan en el mercado negro chino cerca de 13 millones de copias piratas de su opera prima.
Wei Hui, que llegó esta semana a la Argentina acompañada por su novio y deseosa de conocer el país de Jorge Luis Borges (“está de moda en mi país y es el ídolo máximo de la generación más joven de escritores chinos”), asegura que su mayor orgullo es que la historia que reconoce como “semiautobiográfica” se venda de a puñados a la salida de las discotecas de su país, “aunque no perciba ni un centavo por ellas”. Tras su publicación en el mercado occidental, Shangai... se convirtió, además, en best seller en diversos países: las estadísticas indican que hasta ahora se vendieron 250 mil ejemplares en Japón, 150 mil en el Reino Unido, 40 mil ejemplares en Alemania y Estados Unidos, y 35 mil en Francia. Los responsables de la editorial en la Argentina aseguran que en la Feria también se venden como pan caliente, aunque acaba de salir: “Se llevan de a dos libros”, ilustra Nacho Iraola, de Planeta-Emecé.
La presentación del libro –que fue traducido a 25 idiomas– se concretará el domingo a las 18 en la Feria del Libro (sala V.O.). Y entonces habrá que ver cómo los escritores Martín Caparrós, Federico Andahazi y Paula Pérez Alonso, invitados a integrar una mesa redonda de debate, hacen malabares para elogiar una obra que, definitivamente, salió beneficiada con una polémica que, sin quererlo, consiguió opacar sus potenciales méritos literarios (que de por sí seguramente no hubiesen alcanzado para llenar ni la mitad de las páginas que la prensa internacional le dedicó al tema). “Debo decir que yo soy la primera sorprendida por lo que mi novela generó”, asegura ella, que admira a Simone de Beauvoir y no conoce a Paul Auster. “Mientras la escribía, intuí que había cosas que molestarían a las autoridades, o a los mayores. Pero nunca imaginé a qué punto llegaría todo esto.”
–¿A qué causas atribuye usted que su libro haya generado esa reacción?
–Supongo que no soportan que venga alguien joven, y una mujer, a plantear cómo son en realidad las cosas. Los jóvenes chinos no somos distintos de los que habitan en otras partes del mundo, aunque algunos esperen que eso no sea así. Yo me limité a describir una realidad, soyalgo así como un espejo en el que no toleran reflejarse. Al gobierno chino le resulta intolerable que registremos los cambios que se están reflejando en el interior del régimen, fisuras que podrían minarlo. Muchos también sienten envidia de que éste sea mi primer libro y me haya deparado tanto éxito.
–Frente a los opositores de la novela, ¿usted vive esta repentina popularidad como una revancha?
–Sí, ¿por qué no? Es así y no me interesa mentir, porque no necesito quedar bien con nadie. Todos nos alegramos cuando nos va bien, y más nos alegramos frente a aquellos que esperaban que nos fuera mal.
–¿Cuán conocida es actualmente en China?
–Soy una estrella, todos me conocen y eso me encanta. Mi libro está en las estaciones de trenes, circula de mano en mano. Es como la garrapiñada, está en cada esquina, no se vende en los comercios, pero podés estar tranquilo porque sabés que la encontrás en la calle.
–¿Esa fama la libera a la hora de plantearse cómo seguirá su carrera profesional?
–No tengo miedos de escribir lo que veo, pero eso tampoco lo sentí antes. Yo seguiré escribiendo, aunque sé que tampoco me lo publicarán en China. No me interesa, porque ya me hice conocida en Occidente también. En éste, mi primer libro, yo utilicé la fuerza y los símbolos de Occidente para atacar la cultura oriental, que está en franca decadencia. Y lo hice con un sentimiento de furia, casi, sin miramientos. En mi segundo libro, en cambio, procuraré escribir desde un sentimiento de paz.
–¿Los hombres evalúan Shan-gai... de modo diferente del de sus lectoras mujeres?
–Por supuesto, hay cosas que ellos no soportan. No pueden tolerar que una mujer escriba sobre la masturbación y pueda relatar, por ejemplo, escenas de homosexualidad. Ni siquiera soportan que diga un puñado de verdades sobre las relaciones entre hombres y mujeres, por eso me clasifican de “pornográfica”. Prefieren que seamos modositas, que no agitemos mucho el ambiente. En síntesis, por supuesto que prefiero los comentarios de las críticas mujeres, que son más sensibles y más auténticas.
–¿Los artistas chinos y sus colegas escritores salieron en defensa del libro o de la libertad de expresión?
–Muy pocos. Ocurre que allí están muy acostumbrados a convivir con la censura: hay cosas que no conviene hacer o decir, y hasta ahora vivimos soportando eso. Aunque día a día ese sometimiento se va flexibilizando.
–¿Cree que casos como éste colaboran para abrir camino en este sentido?
–Sí, a mí me escriben centenares de jóvenes de todo el mundo, y me dicen que se han inspirado en mí para empezar a escribir.