EL PAíS › UN SUCESOR QUE ACEPTE TROPEZAR CON LA MISMA PIEDRA
Otro para que haga lo mismo
Por Julio Nudler
La economía argentina está, una vez más, casi paralizada, sin bancos, sin dólar, sin un peso, sin ministro. ¿La paralizaron sus problemas estructurales, el default, los cacerolazos, los piquetes? No: la paralizó el Gobierno, en definición amplia. La guerra entre los poderes del Estado, tras el contragolpe lanzado por la Justicia al declarar la inconstitucionalidad del corralito e iniciar el aluvión de amparos, rompió el timón de la nave. Cuando el Ejecutivo concibió el remedio del Bonex, el Legislativo lo rechazó, con los bancos ya cerrados. Nadie, y Eduardo Duhalde mucho menos, garantiza la gobernabilidad, quedando la población librada a su suerte.
Después de leer los 14 puntos del pacto firmado ayer por los gobernadores, ratificando con cierta vaguedad declamatoria el propósito de satisfacer las condiciones que impone el Fondo Monetario y excluyendo la existencia de un plan alternativo, la pregunta obvia –obvia hasta el absurdo– es por qué este bloque de poder político empujó a Remes Lenicov hasta la puerta de salida. Si lo único que pueden imaginar es una política más o menos igual a la que él impulsó, todo lo que logran es que su sucesor arranque de más atrás, con chances de éxito aún menores.
Se dirá que la diferencia consistiría en el eventual reemplazo de la flotación por un tipo de cambio fijo, opción que únicamente tendrá sentido si el Banco Central está en condiciones de defenderlo indefinidamente. En este sentido, episodios como el de esta semana complican la tarea porque estimulan el repudio de la sociedad al peso. Por ende, exigen cegar más celosamente aún las fuentes de creación monetaria, trabando todavía más los mecanismos de una eventual reactivación.
Sostener un precio fijo del dólar obligará a quemar reservas en pos de ese objetivo, un sacrificio injustificable si sólo consiguiese planchar la paridad por unas semanas o un par de meses. Por tanto, desde el vamos será preciso convertir los plazos fijos en bonos largos, e incluso neutralizar –vía otro bono– parte de los depósitos a la vista para quitarle combustible a la demanda cambiaria. Ni hablar, por supuesto, de redescuentos del BCRA a los bancos ni emisión ulterior para cubrir déficit fiscal.
Si es tan complicado, ¿por qué abandonar entonces la flotación? Aunque ésta ofrece la ventaja de no obligar a revolear reservas, puede quitarle eficacia a toda estrictez monetaria y fiscal porque al permitir la intervención de las expectativas en la formación del tipo de cambio. El dólar puede subir simplemente porque la demanda encuentre que cualquier precio es barato. Esas subas, fruto de la desconfianza, el pánico o la histeria, se reciclan a los precios internos, pulverizando los ingresos reales y acentuando así la depresión.
Quizás alguien imagine entonces que la combinación ideal consista en un dólar fijo, en un contexto de severo control de cambios (no como el vigente), que racione las divisas. Pero este Estado no parece capaz de manejar ese instrumento, ya que ni siquiera fiscaliza con mínima eficacia regulaciones más sencillas. Por lo demás, la consecuencia natural del control cambiario es la aparición del paralelo o negro, a precio más alto, que sería tomado como “el verdadero dólar”, causando estragos semejantes a los que se deseó evitar, en medio de fraudes masivos.
Ahora bien; si para llenar la vacante que deja Remes se convoca a otro Remes que deberá hacer aproximadamente lo mismo, es lógico que cueste conseguir un candidato que acepte hacerse cargo. ¿Quién puede desear ser el astuto que tropieza con la misma piedra? Para colmo, el sucesor sabrá que Remes estará muy cerca del oído de Duhalde desde el nuevo cargo de jefe de asesores presidenciales. Si el bloque político gobernante se hubiese resuelto por un verdadero giro en la estrategia económica, ya habría nuevo jefe en Hipólito Yrigoyen 250.
Quien finalmente se repantigue en el sillón que prestigiaron Martínez de Hoz, Cavallo y Machinea, sin omitir el marcial interregno de López Murphy,podría tal vez optar por reimplantar la convertibilidad –a otro precio, claro–. La diferencia con un simple tipo de cambio fijo sería poca por el resto del año si la intención es cumplir con el programa monetario trazado, ya que Mario Blejer emitió ya virtualmente tanto como le estaba permitido emitir en todo el ejercicio.