ESPECTáCULOS › UN DEBATE ENTRE VOCES ENFRENTADAS SOBRE CIRUGIA Y BELLEZA EN TV
Doctor mediático vs. artista plástica ante el quirófano
Entrevista cruzada con Robert Rey, el cirujano catódico más famoso, y Nicola Costantino, artista plástica que parodió en su última obra el boom quirúrgico, haciendo jabones de su propia grasa. ¿Qué belleza exigen hoy el quirófano, la TV y la tanda?
Por Julián Gorodischer
Robert Rey, cirujano catódico de E! Entertainment, es la cara más visible del boom quirúrgico en la tele; Nicola Costantino, en cambio, su crítica más feroz. El médico brasileño radicado en Beverly Hills promueve, en Doctor 90210, las bondades de la belleza artificial, goza operando en musculosa, se exhibe como el star comprensivo que recomienda la lipo y “la acción de bien”. Ella es la artista revulsiva que conmocionó con su performance Savon de corps, exposición y venta de jabones hechos con su propia grasa corporal extraída por liposucción, promocionada a la venta como “esencia de Nicola”. Entre un hombre y una mujer puede haber un abismo: el que separa la mirada crítica de la acción a ciegas, el que distancia la parodia a la belleza publicitaria de la religiosidad del bisturí. Frente a un cuestionario con idénticas preguntas, Nicola Costantino y Robert Rey descascaran el boom quirúrgico de 2005, que llega a las pantallas desde los realities Doctor 90210 (por E!), Extreme Makeover (por Sony), The swan (otro reality de cirugías de mujeres, que se estrena este mes en Warner) y el local Transformaciones (que conduce Karina Mazzocco en Canal 13).
La belleza que imagina Robert Rey, en una lujosa suite de El Porteño, el hotel de Alan Faena, es la del rostro de Brad Pitt o el difunto John Kennedy Jr: de mandíbulas anchas, nariz rectísima, una cara dividida en tres tercios exactamente proporcionales. O la redondez de la cola de Jennifer López, la dureza de los senos de Carmen Electra, la curvatura de la nariz de Nicole Kidman o la saliente de los pómulos de Natalie Portman, clasificadas en una grilla de deseos femeninos que le llegan escritos en papelitos o susurrados, en cada consulta, cuando una modelo o una ricachona de Los Angeles le dicen, bajito: “Quiero ser así...”. Claro que Doctor 90210 es, también, un ser sensible: “Pido a mis pacientes que hagan un poquito de servicio al prójimo; no quiero que sean sólo bonitos por fuera”. La idea de belleza en la que milita Nicola Costantino se corre al plano intangible de gestos, mirada y luminosidad, tal vez como la reacción dedicada a la carnicería correctiva, allí donde sólo se admite la arbitrariedad en el juicio de valor. O la recuperación del romanticismo: “Me gusta, pero no sabría explicarlo...”. ¿Lograrán, entre los dos, iluminar el boom quirúrgico? Para uno, surge por el deseo de competir en el mercado de sueldos, viajes de negocios y sexo al mejor postor; para la otra una incógnita o tal vez sólo sea “el morbo de ver al otro inmerso en sufrimiento mayor al de uno mismo”. Para empezar: ¿por qué el primer plano se interesa en la manguerita que extrae la grasa del abdomen? ¿Y a qué se debe la fascinación por las operaciones de implantes o cambio de sexo?
–Entonces, ¿qué extraña belleza le interesa mostrar a la TV?
Nicola Costantino: –Es una belleza que no es natural, que está como codificada: el tipo de peinado, de cuerpo, nunca está fuera de cálculo. Es una belleza artificial, construida. Aunque no mire TV, conozco las convenciones de la publicidad sobre qué concepto de belleza rige en la pantalla. Pero todos, cuando nos vestimos o nos operamos, lo hacemos en forma consciente. La idea de que estamos sometidos a dictados de la publicidad, sin elegir, es vieja.
Robert Rey: –El mundo, infelizmente, tiene una obsesión con la belleza de la piel hacia afuera. Pero conocí modelos perfectas pero feas por dentro (robaban y esas cosas...). Pero yo creo que hasta la Virgen María se cuidaba, aunque fuera muy pobrecita, no era sucia, se depilaba. Y Jesús también, no tenía mucho dinero pero se mantenía limpio.
El boom quirúrgico reemplaza las viejas prácticas del antes y después aplicado a cambios de look: si la venta directa y los primeros cirujanos catódicos locales (Leslie Ortner, Mónica Portnoy) fueron apólogos de la pizarra que demuestra el incremento de cabello o el fin de la panza, enemigos del ingreso de la sangre o la carne viva y “¡del buen gusto” (sic Leslie Ortner, de Plus Satelital), los últimos –tal vez en su mejor faceta, desligados de mandatos morales– piden deslizar los límites:¡Mostrar cada vez más! Doctor 90210 no está muy conforme con las reglas de E!, que borronea las partes, quita pezones o penes de la pantalla. “Argentina es un país muy conservador –dice en la entrevista con Página/12–. Dios ha hecho al cuerpo humano lindo, y qué pena que en la Argentina tengamos que esconder los pezones, la vagina, los penes. Yo he hecho levantamientos de vagina a mujeres de labios caídos, que les quedaron así después del parto y les dolían cuando usaban pantalones apretados o bikini. Y aquí esfuman los genitales.” ¡Ufff! Nicola Costantino también está a favor de las zonas liberadas, pero por fuera de los medios, remitidas al campo del arte. “En los museos y las galerías de arte –se queja–, ya está todo muy convencionalizado. Las imágenes fuertes no son tan fuertes porque es como un paseo de domingo en Chelsea. Lo mío no estaba dentro de ese código: ni las setas de animales ni mi pedazo de cuerpo real en un jabón estaban dentro del programa de la muestra transgresora.” Pero, ¡basta de palabrerío! Si dicen a quién quieren parecerse, probablemente, podrán revelar más de la belleza que haciendo teoría. A ver...
N. C.: –Yo a una mujer antigua, de los años 50. Me parecen adorables las mujeres de ese tiempo, más naturales, poco artificiales. Me gusta lo que no está de moda, una belleza más exótica y no estereotipada.
R. R.: –Querría para mí la regla de oro, una cara dividida en tres tercios iguales. De la frente al comienzo de la nariz, de la nariz al comienzo de los labios y de los labios al mentón.
–¿Y qué nos enseña el quirófano?
N. C.: –A mí me enseña a ser parte y crítica de la misma cosa: en la sociedad actual, los malos y buenos estamos en la misma vereda. Cuando entra al quirófano la performer Orlan (que se opera para hacer arte sobre su propio cuerpo) se vuelve una herramienta para experimentar. Lo mío se orienta a criticar la sociedad de consumo: asocio la cirugía a la estrategia publicitaria. Pero en un programa de TV puede aplicarse a lo criminal, cuando se confunde lo que se es con lo que se parece o se atenta contra la salud mental.
R. R.: –El quirófano enseña que existen riesgos (de sangrar, de morir, de coagularse) y que la cirugía no te dejará como Miss Argentina. I love my girls. Cortar es un demonio necesario y a veces tengo que cortar tanto para sacar una panza. Es como hacer una estatua de cera. Pero le llevo a una señorita las orejas hacia atrás y renace.
–¿Y por qué todas las pacientes parecen cortadas por el mismo molde?
N. C.: –Es un problema de inseguridad: es creer que van a tener mayor aceptación. El sentimiento de querer sentirse más bello de lo que uno es muy fuerte, porque a los lindos les va mejor, y ni hablar en lo amoroso. Si supieran que un feo con formas atractivas de hablar, mirar y moverse es tanto más seductor que un bello convencional.
R. R.: –Sólo los cirujanos regulares ponen la misma nariz en todas las caras. ¿Belleza que baja de la publicidad? Yo rechazo un 30 por ciento de pacientes; un cirujano no puede seguir ese juego.
–Justifiquen el boom quirúrgico...
N. C.: –Queremos ver el proceso de la intervención. Sólo lo de Orlan está dentro de lo poético; lo otro es la vida real basada en la curiosidad morbosa de ver todo eso.
R. R.: –Hay mucha rivalidad entre mujeres para conseguir un hombre. Y cuanto más belleza, mejor será el trato y la paga en el trabajo. Para viajar, las compañías escogen a los más bonitos. ¡No son tontos! Y además por medio de la TV sé que no estoy solo en mi dolor.
–¿Alguna vez sintió que se excedía?
N. C.: –Yo no; el límite es un tema muy difícil en el arte. No debería haber límites, y además se los pone uno. No llego porque me freno antes. El arte tiene que ser independiente de los límites convencionales. Lo que en poesía vale, en la vida real puede ser monstruoso.
R. R.: –No aplicaría límites a la cirugía, pero sí a mostrar tanto, como pasa en el reality, a mi familia. Estaba bañando a mi hija y descubrí que la cámara la estaba mostrando desnuda. Grité: ¡No, fuera!
–¿Dónde sobrevive hoy el valor de la diferencia?
N. C.: –Lo encuentro sin duda en lo interior, en lo intelectual, en los valores de cada uno. No en lo aparente. Y no tiene nada que ver con las posibilidades económicas.
R. R.: –Una pesquisa demostró que si los dos lados de la cara son exactamente simétricos, las personas terminan siendo más feas. Mira... aquí tengo un párpado más caído que el otro... Dios es inteligente y demostró que la perfección ¡no es buena!