ESPECTáCULOS › PEPE SORIANO Y FACUNDO ARANA DEBUTAN ESTA NOCHE
CON LA OBRA DE JEFF BARON “VISITANDO AL SR. GREEN”
Dos estilos y edades que disfrutan un encuentro
Uno tiene una extensa trayectoria teatral. El otro viene de protagonizar varios éxitos televisivos. Los dos se conocieron, se respetan y aquí cuentan qué les gusta del otro.
Por Emanuel Respighi
Tanto arriba como abajo del escenario, parecerían ser abuelo y nieto. No sólo por los 76 con que carga uno y los 33 del otro. Esa percepción se cristaliza por el respeto que se dispensan mutuamente, por el modo en que se tratan. Antes de comenzar la sesión fotográfica, Pepe Soriano le regala un mate de calabaza y plata a Facundo Arana, un mimo que el rubio agradece con un fuerte abrazo. En las fotos que se hacen en calle Corrientes, con una temperatura de 10 grados, Arana abriga a Soriano y lo corre rápidamente hacia la vereda cuando el semáforo le da luz verde al tránsito porteño. Después, en la charla, Soriano se encarga de hilar el relato con anécdotas y definiciones pausadas, seguidas con atención y respeto por el ex galán de Padre Coraje, que asiente ante cada concepto vertido por su coequiper teatral. “Pepe –detalla Arana– es una de esas personas que da lecciones continuamente pero sin dictártelas, predicando con el ejemplo.”
Pese a la diferencia generacional, se los percibe entusiasmados ante el estreno de Visitando al Sr. Green, que hoy debuta en el Multiteatro (Corrientes 1283, miércoles a sábado a las 21, domingos a las 19). Escrita por el estadounidense Jeff Baron (ver aparte), la obra cuenta el encuentro entre el octogenario Sr. Green y Ross, un yuppie que luego de atropellar al viejo accidentalmente es condenado a realizar una probation (condena que implica hacer tareas comunitarias). ¿La pena? Visitar durante seis meses, una vez por semana, a su víctima automovilística. Un encuentro intimista que pondrá en escena una serie de valores y sentimientos encontrados. “Se trata –apunta Arana– de la relación entre dos tipos aparentemente muy opuestos, pero que tienen la misma necesidad: vencer la soledad. Y en ese diálogo cotidiano, inicialmente marcado por sus diferencias, pronto se darán cuenta de que uno encuentra en el otro aquello que necesita.”
“La obra les da a los espectadores la posibilidad de encontrarse con el de al lado, de llorar por su propio destino con lágrimas de compasión sobre sí mismo, de llorar de alegría, les da la posibilidad de no escuchar solamente la campana de la procacidad y la actitud prostibularia, tan generalizada en estos tiempos”, le explica Soriano, que este año cumple 53 años de trayectoria teatral, a Página/12. “No se puede poner el acento –continúa– en los perros corriéndose para hacer el amor en plena calle. Nosotros, desde el escenario, nos negamos a humillar al que está sentado en la platea. Yo quiero crecer hasta que me muera. Pero quiero crecer creyendo que mirando el cielo no sólo se ve celeste, sino que se pueden ver otras cosas, que el otro no está en este mundo sólo para cagarte, sino que también está para ayudarte. Esta obra habla de eso, de los sentimientos.” Visitando al Sr. Green marca el debut en una obra de texto de Arana, mucho más cercano a los galanes de TV que a las tablas. “Cuando me convocaron –explica el rubio–, lo que me preocupó era saber si podía tratar de estar al nivel de Pepe, porque se trataba de mi debut teatral. Es que si fuera militar, sería como estar en la batalla con San Martín.”
Algo ruborizado por los elogios de su compañero, el veterano actor prefiere cambiar de tema rápidamente. A horas de realizar la función para amigos, periodistas e invitados especiales, Soriano prefiere remarcar que el buen estado de su salud responde al tratamiento “antienvejecimiento” que realiza con su médico desde hace seis años. “Es un tratamiento integral, que también realiza Manuel Callau, que se basa en tomar productos naturales”, describe.
–¿Pero no cree que no hay mejor tratamiento para conservarse vital que estar sobre el escenario?
Pepe Soriano: –Si se puede estar arriba del escenario, mejor. Pero si no, tenés que implementar un trabajo cotidiano de gimnasia, en la escala de lo que cada uno puede dar. Yo por ejemplo, hago cada mañana 4 kilómetros en bicicleta fija y algunos ejercicios con el aparato múltiple de gimnasia que tengo en casa. Me tengo que mantener bien físicamente porque el cuerpo es el instrumento del actor. De eso me di cuenta tarde, porque cuando yo empecé el instrumento actoral no era como el actual. Las nuevas generaciones empezaron a incluir el trabajo físico como un elemento vital para expresarse.
–¿O sea que el trabajo físico es un complemento necesario para la actuación?
P.S.: –Totalmente, por capacidad aeróbica y resistencia física.
Facundo Arana: –El entrenamiento físico es fundamental para sentirse bien. Yo me ejercitaba naturalmente, porque me gustaba, pero después de haberlo hablado con Pepe, le empecé a prestar más atención.
P.S.: –Un actor no puede manejar su cuerpo con dolores o torpezas. Por eso, hoy, los actores hacen otras actividades: trapecio, gimnasio, canto, clases de baile... Yo empecé al revés, porque nací arriba del escenario. Creo que las generaciones de actores vienen mejores porque son integrales: cantan, bailan, hablan y además tienen la fortaleza física de poder estar en el aire agarrados por un arnés. En la época de Muiño o Petrone, los actores eran más del café, más bohemios, de mucha charla. Después nació la profesionalización del actor como hoy se la entiende, merced a la masividad de la TV, en la que los actores deben trabajar de 7 a 22.
–¿Pero ese “hacerse en la calle”, como era en sus comienzos, no es un elemento de aprendizaje para expresarse?
F.A.: –Todos los conocimientos sirven a la experiencia actoral: cuanto más sabe uno es mejor. Cuanta más experiencia de vida tenga el actor es mejor para interpretar cabalmente los papeles que le tocan.
P.S.: –Si a lo que hace referencia es que el conocimiento del mundo y el submundo de la calle es ideal para un artista, yo te diría que es condición necesaria pero no indispensable. Luchino Visconti, por ejemplo, no era un hombre de la calle, pero era un refinado con un talento tan particular que podía describir cualquier ámbito o situación. La mayoría de los actores de mi generación somos tipos bajados de los barcos, por lo tanto tenemos una experiencia de calle popular, incorporada porque no tuvimos alternativa. No nacimos con el Mercedes-Benz, en un lugar rodeado de 20 custodios y yendo al mejor colegio de Buenos Aires. Así y todo, yo conocí a aristócratas que eran excelentes actrices, como Julia Von Grolman. No es que la clase social determina al actor. Lo que determina al actor, siempre, es su talento.
F.A.: –Lo interesante para el actor es no buscar pertenecer, sino buscar conocer.
–El poder de observación, entonces, tiene que estar muy trabajado.
P.S.: –Creo que la observación no “tiene” que estar trabajada, sino que se da naturalmente. Cada persona tiene determinadas tendencias o características y hay que aprovecharlas. Igualmente, cuanto más conocimiento tengas de lo social, mejor. Cuando yo comencé, el teatro era una mezcla artística y de militancia ideológica política inevitable. Y algunos levantamos desde el teatro las banderas reivindicatorias de las clases populares. Pero luego la realidad, sobre todo con los militares, nos fue pegando trompadas. Todo eso ahora cambió. No sé si para bien o para mal, pero cambió. Tampoco puedo exigirle a actores de esta generación que hablen aquel idioma, porque sería absurdo, ya pasó. Hay que hablar de lo que sucede en estos momentos. Luchar contra la tendencia de los actores actuales es pegarse trompadas a uno mismo. Hay que abrirse y tratar de entender cómo son mis compañeros, qué piensan, qué quieren, qué les interesa...
F.A.: –Lo bueno es que tipos como Pepe te dan todo lo que es casi inentendible, masticado, procesado y vivido para que uno lo pueda entender sin haber sufrido esa época.
–Juntos forman una pareja extraña, no sólo por sus generaciones, sino también porque uno desarrolló la mayor parte de su carrera en el teatro y el otro en la TV. ¿Cómo conjugaron las herramientas que cada uno traía en esta obra?
F.A.: –Yo rompo con esto de que lo único que me importa del asunto actoral es contar un cuento y me di cuenta de que este monstruo del teatro, como el director, van detrás de lo mismo. Tanto Pepe como Santiago Doria tienen premios y medallas, pero al trabajar las dejan en su casa. Están contando un cuento.
P.S.: –En 1964, Sábato Magaldi, crítico brasileño, decía que nosotros teníamos mejor teatro que ellos porque contábamos con una gran experiencia, pero decía que los brasileños tenían una ventaja: es un teatro más nuevo y no carga mochila. Esa es la facilidad que tuvo Facundo: vino sin carga, libre para expresarse.
F.A.: –Para mermar mis vicios televisivos, que los tengo porque allí desarrollé mi carrera, Santiago trabajó mucho conmigo. Y arriba del escenario fue Pepe el que me guió para ecualizar el instrumento: saber esperar la pausa, darme cuenta de cuándo moverme, cómo desplazarme... En el teatro no se trabaja únicamente para el plano corto. Por suerte, tanto Pepe como Santiago me dieron libertad para dejar hacer, pero para que me dé cuenta yo sólo de lo que necesitaba. Son excelentes personas.
P.S.: –Yo, que ya soy inimputable a mi edad, en este oficio no laburo con gente que no quiera. No laburo. Prefiero ver cómo hago mañana para comer, pero bancarme el malestar de los demás, no ¡que vayan al psicoanalista! Porque esto tiene que ser pan dulce, es terrible el pan amargo. Laburar con buena gente es indispensable. Yo trabajo para después ir a tomar un café, disfrutar de una cena, preguntar cómo está la familia y la pareja de cada uno. El teatro es mi familia, y eso es lo lindo de este laburo. Podemos elegir el trabajo, vestirnos así nomás, sentimos el calor popular... ¿qué más queremos?
F.A.: –En estos meses de ensayos me di cuenta de lo que genera el teatro. El teatro es la no-edad, el trabajo en grupo, distendido. En el teatro, más que en ningún otro ámbito, cada uno responde por sí mismo y todos por el otro. Es una gran familia.