ESPECTáCULOS › HORACIO FONTOVA REGRESO CON TODO A LA MUSICA, SU PRIMER AMOR
“La Justicia hoy está renga y sorda”
Dedicado al Dúo Fontovarios, el “Negro” no reniega de lo actoral, pero hoy prefiere entablar un contacto directo con la gente. Esta noche actúa en La Plata junto a Peteco Carabajal y Jorge Fandermole.
Por Eduardo Fabregat
En 1981 compuso un himno contra la dictadura, “Me tenés podrido”, que hoy parece la banda de sonido ideal para el que se vayan todos. Dos años después se hacía llamar general, pero no por cuestiones militares, sino en la acepción de diccionario que define al término como “común a todas las cosas”. Fue amante del box, hippie, exiliado, actor de teatro, experto comediante y buen intérprete en la TV, figura reconocida por propios y ajenos pero siempre, por sobre todas las cosas, músico. Patada de Mosca, Expreso Zambomba, Nagual, Fontova y La Foca, Fontova Trío, Fontova y sus Sobrinos, Fontova y los Tíos, fueron las sucesivas marcas con las que Horacio Fontova encontró la vía para expresar un ideario musical que podía acercarse al folklore, al rock, la bossa o los ritmos centroamericanos, con una pluma ácida y directa que, más de una vez, le valió acusaciones de “chabacano”. Lejos del combo multitudinario, el Negro volvió a lo juglaresco, a moverse como pez en el agua con el Dúo Fontovarios (junto al bajista Jorge Ríos, compañero de andanzas desde hace 18 años), con el que presenta viejas y nuevas páginas de su historial. Así como ya no adorna su cara con el célebre mostacho de otros tiempos, Fontova es hoy también un hombre algo decepcionado, un ahorrista atrapado en el corralito, un tipo que alguna vez creyó que la política podía ser bien usada desde la base (¿cómo olvidar aquella consigna “Fontova presidente”?) y hoy ve a la política como... bueno, como es vista la política en el 99 pot ciento de los ámbitos de este país.
Eso no le quita ganas de salir a la calle. En los últimos meses, el dúo grabó un disco aún inédito (en el que participan Jaime Torres, León Gieco, Peteco Carabajal, Liliana Herrero, Skay Beilinson y Daniel Melingo) y se presentó regularmente en Afiche, un local de Marcelo T. de Alvear y Uriburu donde pudo rescatar “el sabor del viejo café concert”. Pero también estuvo de gira (el fin de semana pasado pasó por General Roca, Cipolletti y Neuquén), y ahora se prepara para su función del sábado próximo en el Ateneo. En el medio tiene un encuentro que promete fiesta: hoy a las 21.30, en el Coliseo Podestá de La Plata (Calle 10 entre 46 y 47), el Negro se unirá a Peteco y Jorge Fandermole para una nueva edición del ciclo Alternativa Musical Argentina, impulsado por el grupo rosarino Magma. “Es algo que arrancaron en 1985 y ahora están reviviendo”, explica Fontova. “La idea es juntar músicos, hacer eventos con grupos diferentes en lugares diferentes, hacer circular los bienes culturales.”
–Usted vivió varias épocas negras de la Argentina. ¿Cómo se siente hoy frente a esta realidad?
–Es cierto, viví varias cosas... la más terminal de todas fue el Proceso. Eso fue terminal, declaradamente criminal. Y lo que está pasando ahora es veladamente criminal. Parecemos signados por el hecho de que nos gobierne la lacra. No tengo palabras para definirlo, es indignante.
–¿Y el fenómeno de la gente juntándose, las asambleas, los emprendimientos solidarios?
–Me parece bien, el cacerolazo murió un poco, pero sirvió para echar a De la Rúa y Cavallo. Me encanta lo de las asambleas mientras no empiecen a boludear y discutir entre ellos, porque ahora que se armó como una guerra de pobres contra pobres... nunca participé de las asambleas, pero espero que no se conviertan en reuniones de consorcio. No creo en la violencia, pero yo reviviría a Pancho Villa, a Vairoleto, a Mate Cosido. En cafúa hay chorros que... no están los chorros que se llevaron 5 mil millones de pesos. La Justicia hoy está renga, sorda, todo menos ciega. No sé cómo, pero hay que repararla un poco. Las crisis sirven para juntarse en cualquier cosa, ya sea asamblea, reuniones...
–Se ve en la calle: a pesar de la crisis, los fines de semana la ciudad arde, hay gente juntándose en todos lados.
–Es que hay que hacer algo, aunque sea salir a tomar algo con amigos y hablar. En mi caso, haber vuelto a la música me sirve muchísimo. No reniego de lo actoral, pero la música es de donde vengo y adonde iré.Musicalmente no represento ningún papel. Siendo actor representás a otro personaje que no sos vos, en general escrito por otra persona. En la música muestro los temas que compuse yo, y pongo la jeta yo, más crudo, real y arriesgado. En este momento opto por eso.
–¿Cómo reacciona la gente frente a ciertas canciones emblemáticas?
–De las canciones viejas hago tres, “Me tenés podrido” –que se la hice a los milicos, pero ellos ni se dieron cuenta–, “Sacá la mano de la lata” y la vieja y querida “Los hermanos Pinzones”, un poco de picaresca. Después son todas canciones nuevas, en formato de dúo. Con los Sobrinos, al ser un grupo tan grande la cosa era más pachanguera. Ahora hacemos algo más juglaresco, bossa, blues, chacarera, cosas folklóricas, hasta aires medievales.
–¿Cuál es su balance de la experiencia televisiva?
–Yo no me arrepiento de nada, arrancando de “Peor es nada”. Me encantó trabajar en tele, lo que hice en Pol–Ka... me encantó hacer un personaje diferente, un cana viudo adicto al juego, un personaje triste y tanguero.
–Fue un desafío fuerte, una imagen tan diferente a la suya.
–También había hecho la obra Porteños, y Orquesta de señoritas. Pero la exposición de la tele es otro malambo, es tan fuerte que la gente ya no te identifica como persona sino como personaje. Cuando hacía de cana por ahí me cruzaba con pibes tomándose una birra en la vereda y me decían “Eeeh, Fontova, qué hacés”, y después se daban cuenta y me gritaban “Yuto hijo de puta”. Eso es el poder de la caja boba. Lo que estoy sacrificando es el teatro: me gusta todo lo que tenga que ver con las tablas, lo que no tiene segundas tomas. En la tele por ahora no hay nada, pero me gustaría hacer algún buen criminal en un capítulo de “Tiempo final”, o algo en “Los simuladores”.
–Parece mentira que en Argentina, donde aparecen todos los obstáculos posibles, el arte se siga abriendo paso, ¿no?
–Eso es alucinante. Este país tiene muchísimo talento, y así como somos de talentosos somos de miedosos o autodestructivos, ahí entramos en un campo donde el diagnóstico es oscuro. Es un país donde, como decían antes, tirás un clavo en la arena y sale una planta de lechuga. Una vez un estudioso de la socioeconomía hizo un estudio de este planeta en vías de destrucción, y concluyó que había dos casos atípicos, que eran Japón y la Argentina. Japón, sin nada, tiene todo. Argentina, con todo, no tiene nada. Ya deberíamos ser un Guinness. Y las imágenes que recorren el mundo... Peteco me contó que fue a tocar a Bolivia y le decían “¿Están bien, necesitan algo, comida?”. ¡En Bolivia! Pronto va a haber un mandato gubernamental del tipo “combata el hambre y la pobreza, cómase un pobre”.