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La estrella Jairo

Por Alfredo Leuco

Y Mar del Plata en su temporada record y en su esplendor resolvió disparar un tiro para el lado de la justicia. Resolvió confirmar una vez más que Jairo es una estrella. Una estrella de esas que iluminan desde el arte, desde el talento y desde la actitud de ciudadano comprometido con la libertad, con la Justicia y con los derechos humanos.
Ese Jairo tiene dimensión universal como todo artista que pinta su aldea. Porque fue capaz de dinamitar todos los prejuicios para invitar a la Mona Jiménez al Rivera Indarte que es como el Teatro Colón de Córdoba a cantar juntos un cuarteto corazón. Porque fue capaz de volver a vivir a su tierra pese a que París reclama eternamente su sonrisa gardeliana, su voz insuperable y esos rezos laicos que mixturó con Atahualpa Yupanqui y con Jorge Luis Borges, dos de los padres nuestros que están en el cielo.
Con Daniel Salzano en su Córdoba de antaño fueron cómplices hasta la sospecha de que son almas gemelas en la tonada de las sierras. Con Hamlet Lima Quintana y Oscar Cardozo Ocampo –que en paz descansen– se dio el gusto y nos dio el gusto en el diario del regreso de cantar desde el mismísimo mausoleo donde reposan los restos del Che Guevara. Y aquel día rojo recordó aquel día negro de su muerte en Bolivia y esa noticia que lo impulsó a dibujar el rostro del Che con sus pinceles, un secreto que muy pocos conocen. Lo pintó aquella vez para revivirlo y le puso la voz en el regreso para refundarlo.
Es que siempre anduvo por el camino de las utopías con sus herramientas más honestas. Nunca le esquivó el cuerpo ni el coraje a la política ni a su condición de hombre de este tiempo, aunque eso le haya costado censuras y postergaciones. ¿Se acuerda de aquel Jairo gigante que cantó ese himno llamado “Venceremos” como homenaje a esa democracia que tanta sangre, sudor y lágrimas nos había costado conseguir?
Es que desde chico se nutrió de ideas y de tolerancias en su Cruz del Eje natal. Acompañando con sus melodías de Mario González recién surgido a las canas limpias y sabias de la cabeza de un tal Arturo Umberto Illia que un día llegó a ser un presidente ahora recuperado en toda la magnitud de su ética. Hace años que canta y le cambia el eje a la cruz que este país lleva sobre sus hombros. Grabó más de 600 canciones con María Elena, con Charles Aznavour, y se metió de prepo en la poética de Mario Benedetti y de Paul Eluard.
El Olympia de París se rindió a sus pies y no estoy exagerando ni utilizando una metáfora. Después que cantó por primera vez en la televisión francesa los teléfonos del canal colapsaron por la cantidad de llamados que querían saber cuándo podían volver a escuchar a ese criollito, como le decía don Atahualpa. Fue un amor a primera vista entre los valores de la Revolución Francesa y él. Entre la luz de los parisinos y él. Por eso el gobierno de la república de Francia un día lo condecoró con el grado de Caballero en la Orden de las Artes y las Ciencias.
La dictadura de Videla le colgó otra condecoración. Los generales de la oscuridad y la sangre secuestrada prohibieron el disco donde Jairo cantaba a Borges producido por el negro Miguel Angel Merellano y arreglado por Ricardo Miralles.
Cantó con Mercedes Sosa, Ana Belén, Serrat, Hermeto Pascoal y Chick Corea. Recorrió el mundo con su sensibilidad de cuerdas vocales. Y guarda algunos tesoros invalorables como un texto de su amigo Julio Cortázar donde le dice que su música lo toca muy de cerca y que la alegría de Teresa su esposa está hecha de cascabeles.
Cuánto bien hizo Luis Aguilé en producirle su primer disco. Cuánto bien hizo Horacio Ferrer con su “Milonga del trovador”, casi una descripción de Jairo que lo sitúa en una tierra hermosa de América del Sur y celebra su alma de argentino y de cantor. Su mezcla gaucha de indio con español. En realidad, su mezcla de gorrión y de zorzal. De Piaf y de Gardel. De eseregistro sobrehumano que llevó a un periodista a decir que Jairo convierte simples melodías en majestuosas catedrales sonoras.
Lástima que sea hincha de Instituto. Aunque tal vez esa camiseta le marcó su camino de gloria. Como su Ave María que hace llorar al mundo emocionado cada vez que hace rebotar en el aire lo que edificó Schubert.
Hoy, que tenemos como misión recuperar para los ciudadanos de carne y hueso aquella democracia que recuperamos en 1983, bien podríamos hacerle un nuevo coro a aquel viejo himno y soñar con Jairo que pronto venceremos, que juntos lucharemos y que queremos que nuestro país sea feliz, con amor y libertad. Y que no tenemos miedo y que no tendremos miedo... nunca más.

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