SOCIEDAD › UN ALUD ARRASO CON EL COMPLEJO TERMAL UBICADO EN FIAMBALA
“Como miles de piedras que chocan”
Tras una intensa lluvia, los turistas oyeron ruido de piedras. Alcanzaron a ponerse a salvo a tiempo, pero el alud cubrió los piletones y destrozó instalaciones. El lugar quedó inutilizable.
Por Horacio Cecchi
“Cuando hace tanto calor, después llueve y hace macanas”, dicen los viejos en Fiambalá. El fin de semana pasado, el dicho se transformó en hecho. Después de sufrir 45 grados de temperatura, el domingo a medianoche se desató un temporal. Duró apenas 15 minutos, pero fue tan descomunal que provocó un alud de piedra y arena que arrasó con el complejo de Las Termas de Fiambalá. En el lugar se encontraban 25 turistas que lograron escapar con lo puesto, en la oscuridad, alertados por un terrorífico rumble-rumble que bajaba de la montaña a medianoche. El alud arrastró autos, cubrió los piletones termales, destrozó las instalaciones y se llevó puesta una carpa ocupada por un matrimonio y cuatro chicos, que atinaron a protegerse en unos baños para luego hacer un boquete y subir a la montaña cuando las paredes empezaban a hacer agua. No hubo víctimas, pero los daños causados cortaron las vacaciones de los turistas y los víveres turísticos de Fiambalá para esta temporada.
“Esto no es agua”, pensó Carmen González, de 43 años. A su lado, su marido, sus cuatro hijos de entre 12 y 7 años, y un matrimonio de amigos, descansaba o intentaba descansar en una de las cuatro cabañas que bordean los 18 piletones de aguas termales. Alrededor de la medianoche, después de un día de calor agobiante, se desató un furibundo temporal. Breve, de apenas 15 o 20 minutos, pero de una intensidad inusual. Fue un ruido extraño, que sonaba lejos “pero tremendo, como cuando chocan piedras, pero miles”, intentó describir Carmen a Página/12. No hubo tiempo de reaccionar: “El agua abrió de golpe la puerta de la cabaña y se empezó a inundar todo de barro”, recordó.
Los González habían llegado de Quilmes ese mismo domingo, alrededor de las seis de la tarde. “Fue la segunda vez que visitamos el lugar que es bellísimo. Y vamos a volver. Vale la pena”, aseguró la mujer. A esa hora, las cabañas estaban completas, unos 25 turistas en total, contando a una familia dispuesta a acampar y otra que ya había montado su carpa –un matrimonio con tres chicos pequeños– y descansaba. Cuando se desató la tempestad, todos estaban guarecidos bajo techo, pero rápidamente el rumble-rumble empezó a sonar. El matrimonio de la carpa atinó a esconderse con sus chicos en los baños, junto a los piletones. Fue una reacción refleja que los salvó de quedar sepultados bajo dos metros de lodo y piedra. “Estaban en los baños, pero lograron abrir un boquete cuando el agua empezó a entrar y escaparon ladera arriba”, relató Julio Serrano, intendente de Fiambalá. “Escuchábamos los gritos desde la montaña –dijo Carmen–. Nosotros les gritábamos que ni se les ocurriera bajar.”
Entretanto, el resto se refugiaba en las cabañas, sin atinar a salir y tratando de tapar huecos. “Donde estábamos nosotros, adentro, quedó como un metro de barro. Los autos no fueron llevados por la corriente, pero quedaron cubiertos de barro, alguno levantado como dos metros.”
En Fiambalá, 15 kilómetros al oeste de las termas, el intendente se enteró a medianoche de la situación. “En la ciudad llovió muy fuerte, pero poco tiempo. Después la tormenta subió a la montaña –dijo Serrano a este diario–. Acá los viejos dicen que cuando hace tanto calor después llueve y hace macanas. Yo esperaba a algunos invitados al festival de folklore, que estaban en las termas. Como no llegaban, llamé por radio al encargado de la minihostería que hay a unos 800 metros de los piletones. Fue él que me contó lo que pasaba.”
El complejo se encuentra a unos 1400 metros de altura, 200 metros más alto que Fiambalá. Apoyado sobre el cordón montañoso de Belén, junto a una quebrada angosta, de no más de 100 metros de ancho y unos dos kilómetros de extensión. Por la quebrada baja el río de Las Termas, de escasa profundidad. El domingo, en el pico de la tormenta, alcanzó una altura de tres metros. Cuando se enteró del alud, Serrano subió en su 4x4. Atravesó algunos cortes de la ruta hasta que llegó a la base del complejo, donde ya no pudo avanzar más. Allí lo esperaban algunos refugiados. “El temporal duró poco. Pero después no teníamos cómo salir –relató Carmen–. Pasado el mal momento, lo único que podíamos hacer era dormir, en medio del barro y las piedras. A eso de las 3 o 4 de la mañana empezaron a llegar desde el pueblo. Nos trajeron agua, comida, pero recién pudimos salir más tarde.” Todos los turistas fueron alojados en la Hostería Municipal en la ciudad. De los 25, ayer quedaban 15 ocupando cinco habitaciones sin cargo. Entre ellos, Carmen y su familia. “No nos conocíamos, pero después de esto, nos juntamos todos esta mañana y nos hicimos amigos.”
Ahora empieza el período de reconstrucción de las Termas. Según Serrano, el problema se concentra en los 18 piletones, que desaparecieron bajo el lodo y la piedra. “Esto nunca pasó –aseguró el intendente–. En Fiambalá casi no conocemos lo que es la lluvia. La quebrada tiene unos dos kilómetros. Ayer, desde la altura se podía ver cómo el alud de piedra y barro había cubierto tres o cuatro kilómetros sobre el campo donde desemboca la quebrada. Nos espera mucho trabajo. Se deterioraron mucho las estructuras, el asfalto que tenía una antigüedad de dos años fue levantado. Ahora vamos a tener que quitar la piedra con pico y pala porque las máquinas no pueden llegar hasta ahí arriba. También hay que rehacer la ruta. Nos va a llevar un mes o más, si contamos con ayuda económica. Pero esta temporada ya la perdimos.”