Jueves, 24 de mayo de 2007 | Hoy
PSICOLOGíA › EL DISCURSO DEL CAPITALISMO, HOY POR HOY
Por MARIA DEL CARMEN MERONI *
La política se encuentra hoy en día crecientemente fragilizada como para generar identificación, es decir, como para recubrir con algún ideal la discordancia flagrante entre las puras agencias de negocios y el despojado campo del sujeto, eclipsado desde el cinismo hasta el exterminio. La razón de que dicha fragilidad predomine es el tipo de subjetividad que el desarrollo capitalista promueve, tal como la enunció Jacques Lacan al referirse, en 1971, al “discurso del capitalismo”: el sujeto está dirigido hacia la búsqueda, desde luego inadvertida, de un rasgo con el que orientarse; el rasgo que encuentra es el rendimiento cada vez más acelerado, que no debe detenerse; con esa marca se recurre a todas las significaciones existentes, a las cuales comanda, y eso produce un modo de satisfacción cualquiera: hedonismo, éxito, delito, sacrificio, todas pueden adquirir el brillo tentador que hace ineludible su efectuación. Una satisfacción cualquiera, pero a condición de que nada la detenga. Tal satisfacción vuelve a actuar sobre el sujeto, así lanzado nuevamente al circuito fascinante, endiosado o eyectado, sin escalas. La causa del goce no está velada por el malentendido, no es indiscernible, está muy claro de qué se trata y lo que hay que hacer; de ahí que el cinismo prolifere.
Lacan no veía manera de que el producto de la máquina capitalista –los gadgets y los cuerpos espléndidos, pero también los horrorosos descartables, brillo fascinante tanto de lo que atrae como de lo que acecha–, lograra, bajo estas condiciones, algún intervalo respecto de sus agentes, empujados por sus propios productos a producir más objetos para gozar sin pausa, y apartarse de la zona de los desechos humanos a la que ese goce amenaza siempre con arrojarlos.
Ya en 1963, en su escrito “Kant con Sade”, Lacan había propuesto la regla bajo la cual el Marqués de Sade propone gozar: “Tengo derecho a gozar de tu cuerpo, puede decirme quienquiera, y ese derecho lo ejerceré sin que ningún límite me detenga en el capricho de las exacciones que me venga en gana saciar en él”. Sólo el desvanecimiento o la muerte de su instrumento detiene momentáneamente ese goce asimétrico, que sin embargo puede reiniciarse porque instrumentos no faltan, se producen todo el tiempo. Ese circuito se parece a la subjetividad típica del capitalismo actual, “locamente astuto” como dice Lacan, o también “destinado a reventar”: pero esto no es lo que se dice un buen presagio.
* Miembro de la Escuela Freudiana de Buenos Aires. Fragmento del trabajo “Los ‘discursos’ de Lacan y la política fragilizada”.
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