PSICOLOGíA

El relato del horror

 Por J. C. V.

Traer el horror al espacio analítico, al campo de lo hablable, no es una operación inocente, aunque sea necesaria e ineludible. La empresa de exterminio excluye la palabra: no es lo mismo el horror que el relato del horror. Y el relato del horror corre el riesgo de tornar banal lo inaceptable o impulsarnos a dejarnos cautivar en la fascinación del espanto.

Analizar a un niño es, entonces, aceptar la responsabilidad de matar el silencio, integrar un pasado, construir un porvenir como compromiso con la historia y con nosotros mismos, misión a realizarse lejos del lugar de víctima y fuera del lugar de voyeur.

Analizar a un niño es aceptar el compromiso de pensar la muerte también en términos de la tragedia edípica. Los psicoanalistas de niños sabemos que el horror no significado retorna, insiste y puede hacerlo como confesión traumática, repetitiva, o como proceso de elaboración simbólica en cada término, en cada eslabón de la cadena generacional. Los psicoanalistas de niños resignamos la ilusión de llegar con nuestra práctica a un saber sobre el origen. Hace tiempo que vimos derrumbarse la esperanza de anticipar, partiendo de un niño, cómo será el adulto. La temporalidad es barrera infranqueable en ambos sentidos.

Aun así nos alienta el anhelo de evitar que el horror se repita. No hay clínica psicoanalítica sin el enigma subjetivo y social que plantea el síntoma, ni hay cura sin ese tiempo para comprenderlo.

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