Domingo, 2 de diciembre de 2007 | Hoy
REPORTAJES › SILVIA PIMENTEL, DIRIGENTE FEMINISTA
Es brasileña e integra el Comité de la ONU contra la Discriminación de la Mujer. Aquí explica para qué sirve el Protocolo de la Cedaw. Y destaca el “valor simbólico” de una presidenta mujer, pero advierte que “con eso solo no es suficiente”.
Por Mariana Carbajal
Silvia Pimentel es una reconocida activista feminista brasileña. Actualmente integra el Comité de la ONU que monitorea el cumplimiento de la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (conocida por su sigla en inglés, Cedaw), el tratado internacional más importante para la defensa de los derechos de las mujeres. De visita en Buenos Aires, señaló que está “feliz” por la elección de una mujer como presidenta de Argentina por el “valor simbólico” que implica que la máxima autoridad política lleve polleras. Pero al conocer su posición en contra de las despenalización del aborto, quiso mandarle un mensaje: “Yo le diría a Cristina Kirchner que tiene que separar sus creencias personales y su religiosidad –a las que yo respeto mucho–, pero no puede confundirlas con su obligación como jefa de Estado de Argentina de respetar la realidad, las necesidades y las reivindicaciones de las mujeres de su país. No basta con que la mujer esté en puestos de decisión, no es suficiente. Es necesario que esas mujeres, que Cristina Kirchner sea sensible y más, esté comprometida, con las demandas y las causas de las mujeres de su país”, consideró Pimentel, durante una entrevista de Página/12, en la que además explicó para qué les puede servir a las argentinas recurrir al Comité de la Cedaw.
Pimentel llegó el martes al país, como parte de una misión especial del Instituto Interamericano de Derechos Humanos (IIDH), con sede en Costa Rica, al conmemorarse un año de la ratificación del Protocolo Facultativo de la Cedaw, el anexo de la Convención que permite llevar denuncias al Comité que monitorea ese tratado de casos puntuales o violaciones sistemáticas de derechos de las mujeres por parte del Estado parte. Durante su paso por Buenos Aires, Pimentel se reunió con integrantes de ONG de mujeres y funcionarios del Gobierno. El viernes participó de un Congreso de Género y Derechos Humanos organizado en La Plata por el IIDH y la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNLP.
Esta brasileña con más de treinta años de lucha feminista es abogada, madre de cuatro hijos y abuela de varios nietos. Fue una de las fundadoras del Comité de América latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer (Cladem) y del Iwraw (Internacional Women’s Rights Action Watch), la primera ONG internacional dedicada a la tarea política de vigilar el funcionamiento del Comité Cedaw, desde la perspectiva del movimiento de mujeres. Hoy, Pimentel es una de los veintitrés miembros del Comité Cedaw, además de profesora de Filosofía del Derecho de la Pontificia Universidad Católica de San Pablo, Brasil.
–¿Para qué les puede servir a las mujeres de Argentina que el país haya ratificado el Protocolo Facultativo de la Cedaw?
–La Convención Cedaw es la carta magna de los derechos de las mujeres, importantísima, pero no daba a las mujeres individualmente o a organizaciones la posibilidad de acceder al Comité Cedaw con denuncias sobre violaciones de los derechos humanos de las mujeres por parte del Estado, sea por acción o por omisión. El Comité es casi un órgano jurídico y el Protocolo Facultativo abre la posibilidad de presentar allí denuncias –se llaman comunicaciones– de casos particulares. Pero además, hay un artículo en el Protocolo Facultativo, el octavo, sobre el cual quiero poner especial énfasis, que tiene una dimensión todavía no bien percibida por las mujeres. Dice textualmente ese artículo: “Si el Comité recibe información fidedigna que revele violaciones graves o sistemáticas por el Estado parte de los derechos humanos enunciados de la Convención, el Comité invitará a este Estado parte a colaborar con el examen de la información y a esos efectos a presentar observaciones sobre dicha información”.
–¿Qué situaciones se podrían denunciar?
–A mi juicio es una violación grave y sistemática de parte del Estado parte –y esto pasa tanto en Argentina como en mi país, Brasil– la negación del acceso al aborto que está permitido por el Código Penal. Sistemáticamente las mujeres que lo reclaman no tienen la posibilidad de realizárselo o tienen que enfrentar obstáculos. Es una violación grave porque muchas mueren al no acceder a un aborto.
–Justamente este año murió en la provincia de Santa Fe una joven, Ana María Acevedo, después de que se le negara un aborto terapéutico en un hospital público. Y recientemente fue admitido en el Comité de Derechos Humanos de la ONU otro caso, el de una adolescente discapacitada mental que fue abusada sexualmente y tuvo que recurrir a una clínica privada para interrumpir el embarazo, a pesar de contar con un fallo de la Corte bonaerense que avalaba su pedido...
–Esos casos se podrían denunciar ante el Comité Cedaw. Y hay otros casos de abusos sistemáticos de los derechos de las mujeres, como los casos de niñas y jóvenes en situación de trata. No quiero disminuir la importancia de las denuncias individuales, pero la denuncia de situaciones de violación sistemática y grave tiene un aspecto político macro, una importancia fantástica. Hasta ahora, de los más de diez casos que hemos recibido en el Comité, uno solo se refiere a una violación grave y sistemática y tiene que ver con los crímenes de mujeres en Ciudad Juárez, en México.
–¿Qué resolvió el Comité en ese caso?
–El Comité no es un tribunal. Se promovieron investigaciones, se demandó al gobierno estudios, evidencias. Este mecanismo tiene un efecto importante, que es llamar la atención del Estado parte –en este caso México– de que algo debía haber hecho para evitar esa situación. Hace unos días en Brasil salió a la luz que una adolescente de 15 años había pasado 20 días en una cárcel de adultos con hombres en la misma celda. Para comer, los presidiarios le exigían relaciones sexuales, si no le quitaban la comida. Algo terrible. Esto ocurrió en el estado de Pará, en el norte del país. ¿Por qué lo menciono? Cuando el escándalo apareció, la gobernadora de Pará fue entrevistada por los medios de comunicación y dijo que eso era muy frecuente, que no era una novedad. Al escucharla, pensé: es un caso para utilizar el artículo 8º del Protocolo Facultativo. Es gravísimo y sistemático. Hay que pensar en aprovechar este mecanismo.
–Usted es una reconocida luchadora por la despenalización del aborto. ¿Por qué sostiene que debe despenalizarse?
–Siempre digo que no estoy a favor del aborto sino de su despenalización. ¿Por qué? Porque no se puede criminalizar a mujeres que dicen “no puedo tener un bebé”. Yo pienso que el aborto no es un método de anticoncepción, pero es una posibilidad para una mujer que entiende que no puede, no debe o no quiere tener un hijo. Yo soy madre de cuatro hijos. Un hijo debe ser deseado para ser amado. No se puede obligar a una mujer a tener un hijo, el Estado no puede decir que una mujer tiene que tener un hijo si quedó embarazada. Es algo muy personal, muy íntimo. Elegir su vida es un derecho que las mujeres tienen que tener. Como mamá y como abuela de varios nietos pienso que es una falta de sensibilidad y de respeto del Estado hacia los mismos niños que pueden nacer en esas circunstancias. Vivir es difícil, pero vivir llegando así, sin ser deseado, es a su vez más difícil: es horrible.
–Como sabrá, es la primera vez que la Argentina elige a una mujer como presidenta...
–¡Felicitaciones, Argentina!
–Cristina Kirchner ha manifestado que está en contra de la despenalización del aborto. ¿Qué opina?
–Me encantaría enviarle un mensaje a través de este medio a la presidenta electa. En primer lugar, le quiero decir que acompañé muy feliz su elección. Soy feminista desde hace más de 30 años y fue una alegría muy grande para mí ver que las dos principales candidatas eran mujeres. A Lilita (Carrió) también la respeto. En segundo lugar, le quiero decir a Cristina Kirchner que es muy bueno que haya resultado electa porque tiene un valor simbólico muy grande: tenemos una mujer como la más alta política en Argentina, una más en Latinoamérica. Pero no basta con que la mujer esté en puestos de decisión, no es suficiente. Es necesario que estas mujeres, que Cristina Kirchner sea sensible y más, esté comprometida con las demandas y las causas de las mujeres de su país. Yo le diría a Cristina Kirchner que respeto muchísimo las creencias religiosas de las personas, pero lo que espero es que ella sea una jefa de Estado al ocuparse de los derechos y la salud pública. Hay que separar sus creencias personales y su religiosidad. No puede confundirlas con su obligación como jefa de Estado de Argentina de respetar la realidad, las necesidades y las reivindicaciones de las mujeres de su país. Es un desafío. Sé que no es fácil porque estamos viviendo una exacerbación de los fundamentalismos. Y debo decir que en América latina y el Caribe tenemos manifestaciones muy oscuras de retrocesos, incluso, a partir de acciones fundamentalistas como es la derogación del aborto terapéutico en Nicaragua. Pero no podemos retroceder: hay que proseguir en la defensa de los derechos de las mujeres.
–Usted es profesora en la Universidad Católica de San Pablo. ¿No ha tenido problemas para dar clases por sus posiciones feministas?
–La Universidad Pontificia de San Pablo, en Brasil, es una universidad considerada de vanguardia. En el momento de la dictadura se manifestó en contra de los militares e incluso estuvo abierta a recibir profesores echados de universidades estatales. Luchamos y somos un símbolo en Brasil por las libertades democráticas. Por eso, creo, siempre respetaron mi libertad de expresión y de opinión. De todas formas, hay esfuerzos para sacarme por parte de grupos llamados provida que están haciendo un monitoreo de lo que hago en el Comité Cedaw.
–¿La vigilan?
–Sí, y dicen que no es posible que yo esté diciendo las cosas que digo y sea profesora de una universidad católica. Estoy bajo vigilancia pero felizmente, la razón y el respeto guían a la Arquidiócesis de San Pablo y a la Universidad Católica.
–¿Hacia dónde debería avanzar el gobierno argentino para prevenir y erradicar la violencia de género?
–Todos los países de América, por no hablar del mundo, hacen menos de lo que deberían hacer en ese sentido. Por ejemplo, escuchando a ONG de Argentina me enteré de que en la provincia de Buenos Aires hay sólo un refugio para mujeres que sufren violencia. No lo puedo creer. La Convención Interamericana de Belem do Pará habla de prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres. Se debe hacer mucho más para prevenir, que es el primer paso, pero cuando no es suficiente la prevención hay que proteger a las mujeres. ¿Cómo puede haber un solo refugio? Es lamentable. Esta es una grave y sistemática violación de los derechos humanos de las mujeres por parte del Estado por omisión.
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