Domingo, 27 de abril de 2008 | Hoy
Por Horacio Verbitsky
En el museo Reina Sofía, además de la colección propia, cuya joya ensangrentada es el Guernica (incluidos todos los ensayos y postcriptos del autor Picasso), se abrió por tres meses el más completo fondo picasiano del mundo, inaugurado en 1985 en el Museo Nacional de París, con donaciones del artista y de sus herederos, organizadas según las épocas de su pintura inconmensurable, y asegurado para la exposición aquí en 2.900 millones de euros. El exhaustivo repaso a la obra de Goya que ofrece el museo del Prado incluye los Caprichos, los Disparates, la Tauromaquia, los Desastres de la Guerra y la recién concluida restauración de los monumentales óleos El dos de mayo de 1808 y El 3 de mayo de 1808. Esas son las fechas del alzamiento popular madrileño contra la ocupación napoleónica. Otras muestras de documentos, libros, carteles, cañones, sables, espadas, pistolas, fusiles, bayonetas, impedimenta militar y uniformes (La Nación en Armas y Miradas sobre la guerra de la Independencia) conmemoran en el teatro Fernán-Gómez y en la Biblioteca Nacional el bicentenario de aquella insurrección popular que, bien leída, es un episodio mayor de la historia argentina. La sustitución del monarca Fernando VII por el hermano de Bonaparte, coronado como José I y rebautizado por el pueblo como Pepe Botella, justificó la formación de la primera junta de gobierno en Buenos Aires, al estilo de las que se establecieron en toda España en desconocimiento del título del invasor. También dio origen a la Constitución de Cádiz, la famosa Pepa, que en 1812 exaltó la soberanía nacional y los principios de la libertad. Además dividió a la Madre Patria entre los liberales, que combatían al ocupante francés pero se apropiaban de los principios de su revolución de 1789, y los absolutistas o serviles que, entre nubes de incienso y al grito sombrío de ¡Vivan las cadenas!, sólo aceptaban la soberanía divina delegada en Fernando, El Deseado, que trajo de vuelta la Inquisición y reunió al trono y el altar. Por si faltara algo, participaron en la guerra más de 50.000 voluntarios y guerrilleros como El Empecinado que inmortalizó Pérez Galdós pero también mujeres que empuñaron las armas tras el ejemplo de Agustina de Aragón. Las Provincias Unidas del Río de la Plata no habían nacido como entidad independiente, pero ya tenían un alma, dividida con ferocidad en dos bandos inconciliables. Cuando San Martín y La Serna negocian el fin de la guerra en las afueras de Lima, se reconocen como dos compañeros del partido liberal.
Dos siglos después la mitad más uno de las carteras del gabinete español son ocupadas por mujeres. La ministra de Defensa, Carme Chacón, acaba de cumplir 37 años y con su embarazo de siete meses el viernes presidió la primera reunión con todos los tenientes generales de España, que tienen la edad de su padre. En cambio, la derecha pura y dura retrocede a los baños. En el del restaurante gallego de Madrid O Caldinho una consigna con marcador proclama: “Nada sin Dios/Todo por la Patria/ Por una España católica, social y participativa”. Firma el movimiento carlista, que se despide con admiración: “¡Viva Don Sixto!”. Se trata del líder de Comunión Tradicionalista, Sixto Borbón y Parma, lisiado desde un accidente automovilístico que sufrió en la Argentina, donde mantiene relación con el cura francés Georges Grasset y con los integristas del difunto obispo cismático francés Marcel Lefébvre. En la década del 70 encabezó un disparatado intento de toma del poder, con el que comulgaron argentinos de la Triple A de López Rega. Las dos Españas perduran, pero una se degradó, a puertas cerradas y con olor a orines.
Durante la entrega del premio Cervantes a Juan Gelman, el recién reelecto presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero asintió ante los elogios del poeta argentino a la España actual que se esfuerza por rescatar su memoria histórica. Y hasta el rey Juan Carlos hizo una referencia crítica a la dictadura militar argentina y alabó la lucha del premiado por los derechos humanos, la verdad y la justicia. Sólo la sobredosis de frivolidad que nutre a la envejecida izquierda caviar puede prescindir de este riquísimo contexto, el lejano y el próximo, para regodearse en la obviedad del frac que el laureado vistió en Alcalá de Henares al recibir la medalla de un rey de la dinastía restaurada por el alzamiento de Franco o en el encuentro protocolar que en 1978 el borbón Juan Carlos mantuvo con el dictador Videla, tres años antes de frustrar en España un golpe igual al argentino. El joven Gelman, que el 3 de mayo cumplirá 78 años en vuelo hacia México en el bicentenario de la guerra de la Independencia de España, sonríe.
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