Domingo, 27 de abril de 2008 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Sandra Russo
Dicho así, puede parecer una pregunta. “Perdón, una inquietud”, es un tipo de interrupción que se usa mucho. Es previsible que hoy haya muchísima gente con ganas de decirles a la Presidenta y al ex presidente, desde ayer la cabeza del PJ, “perdón, una inquietud”. Porque hay cosas que inquietan, sin ir más lejos la salida de Lousteau. ¿Qué explicación se le atribuye a esa salida? ¿La que uno decida creerle al columnista político cuya versión elija o le toque en el diario de la mesa del bar?
Y es de esperar, en virtud del vendaval desatado, que en Gobierno se comprenda que si hay vendaval es porque no están solos, que son acompañados en la neblina simbólica y violenta que en estos días en parte reflejan y en parte generan los medios. Pero que la energía para enfrentar momentos difíciles debe encontrar su flujo constante y rítmico hacia arriba y hacia abajo. Y que no hay otra manera de que esa savia fluya que no sea a través de la comunicación. El Gobierno es responsable de cómo comunica sus medidas, sus diagnósticos y sus políticas. El Gobierno es responsable de generar, como dice la Presidenta cuando usa una palabra que irrita sobremanera a los dueños de los medios, su propio “relato”. Si no hay relato propio, hay ajeno.
La situación política nacional, con los ruralistas y los medios apantallando todo el día versiones e interpretaciones dramáticas, incluso con relojitos que hacen parecer la “tregua” como un acuerdo entre dos partes de iguales, y que le dan incluso al relojito el sonido de una bomba, se enrareció de un modo tan vertiginoso y tan beligerante que es necesario dar herramientas discursivas y argumentales a los ciudadanos. Ese lugar no se puede dejar vacío, porque por definición se llena. Así como a esos ciudadanos les habría gustado que el discernimiento entre pequeños productores y pools de siembra hubiera quedado expuesto desde un primerísimo momento, para ahorrarse días de malestar e incertidumbre, hoy también necesitan saber por qué se fue Martín Lousteau. Es imprescindible pensar este escenario con alguna lógica que nos salve de repetir como idiotas la cantidad considerable de idioteces que se escuchan todo el día.
Al Gobierno hoy se lo ataca y se lo defiende. Pero así las cosas, hoy, inermes frente a una información dirigida no a informar sino a generar sucesos, tampoco los ciudadanos que interpretan este momento como el de una puja decisiva pueden quedarse sin palabras ante hechos que no comprenden o los sorprenden o los inquietan.
Esa es la inquietud que provoca el alejamiento de Martín Lousteau. Hoy hay en danza muchas versiones; los ciudadanos críticos con los críticos se han vuelto buzos expertos en sumergirse entre líneas. Decodificar cansa. No cuenten con semejante inversión de energía ni a corto plazo. Es obvio que cuando la Presidenta habla de “relato” no se refiere a un “cuento” ni a una ficción sino a la acepción que “relato” tiene desde hace ya décadas en las ciencias sociales. Una construcción de sentido a partir de datos reales. Nadie puede escaparle al relato en ese sentido. Ni en lo privado ni en lo público. Pero cuando se le pide la renuncia a un ministro de Economía y hay zumbidos de modales jacobinos por parte de otro funcionario flotante, y hay embestidas por los cuatro costados, el Gobierno debe admitir que la comunicación es un área oficial descuidada, desértica. Hay una inercia peronista, se diría, que se cree capaz de prolongar la magia más allá de donde lo aconseja la razón.
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