Lunes, 14 de abril de 2008 | Hoy
SOCIEDAD › UN INFORME DE LA ONU ADVIERTE SOBRE ARIDEZ, CALOR, VENDAVALES Y ENFERMEDADES INFECCIOSAS
Prevén que en 2020, 50 millones de personas migrarán por falta de agua. Y que las enfermedades infecciosas, vinculadas al calor, se multiplicarán por el aumento de temperaturas. Las inundaciones y los huracanes son también efectos a esperar a corto plazo.
Por David Segarra *
Se suele pensar en el cambio climático como algo que está empezando, pero que sobre todo nos afectará en el futuro. Y el futuro, ya se sabe, siempre queda lejos. Sin embargo, se avecinan problemas muy importantes que nos van a golpear de forma inminente. Naciones Unidas, por ejemplo, prevé el desplazamiento de 50 millones de personas en 2020. Es decir, dentro de apenas 12 años. Se trata en su mayoría de habitantes del Africa subsahariana que tendrán que marcharse debido al aumento de la aridez de sus tierras, en las que ya no podrán seguir viviendo. ¿Dónde van a ubicarse 50 millones de personas que carecen de todo?
El informe sobre el impacto del cambio climático en la salud de la población mundial que ha publicado el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, establecido por el Programa Ambiental de las Naciones Unidas, no se refiere sólo a escenarios de futuro, sino que habla en presente, e incluso en pasado. El informe deja en claro que el cambio climático ya ha empezado y ha tenido tiempo de producir efectos visibles sobre la salud. Por ejemplo, las olas de calor se han vuelto más frecuentes. India ha conocido 18 entre 1980 y 1998. Los episodios de calor en el estado indio de Andhra Pradesh en 2003 causaron más de 3000 muertos. En Europa se estima que murieron más de 40.000 personas en aquel año por la misma causa. Se trata del impacto más impresionante que ha sucedido hasta ahora debido al cambio climático en Europa.
De acuerdo con las previsiones de los expertos, estos efectos son apenas un ligero aperitivo de lo que nos espera. Y es que el cambio que está por venir será mucho más importante que el experimentado hasta ahora. De momento, la temperatura media anual ha aumentado poco más de un grado centígrado en el Mediterráneo en los últimos cincuenta años. Pero este calentamiento se ha acelerado mucho en las últimas dos décadas. El Goddard Institute for Space Studies (GISS), de la NASA, afirma que los ocho años más cálidos en su registro han ocurrido todos desde 1998. Siguiendo este ritmo, los aumentos de temperatura media previstos en el futuro pueden alcanzar fácilmente los 2 o 3 grados a mediados de este siglo, dentro de apenas cuarenta años. Y si nada lo remedia se pueden superar los 5 grados de incremento en 2100.
El calentamiento del planeta afecta, en primer lugar, al clima cotidiano, que se vuelve más cálido mientras la aridez gana terreno en muchas regiones del planeta. Pero también aumentan los fenómenos meteorológicos extremos: olas de calor, sequías, inundaciones, tormentas, huracanes, vendavales... El aumento de estos fenómenos extremos empieza a ser visible y a causar un incremento directo de la mortalidad. Las tres olas de incendios que asolaron Grecia durante el verano pasado dejaron 66 muertos, aparte de 200.000 hectáreas destruidas y pérdidas por valor de 1,6 billones de euros. California, por su parte, también sufrió una devastadora ola de incendios que mató a siete personas y que obligó a desplazar a otras 650.000. Estos episodios pueden dejar secuelas importantes en forma de daños en el sistema respiratorio y circulatorio de las personas afectadas.
Pero el meollo del problema no está ahí, sino en los llamados efectos indirectos del cambio climático. Por una parte, el incremento de las temperaturas y el aumento de la aridez van a originar una menor disponibilidad de agua y alimentos en los países pobres y un incremento de la contaminación atmosférica en los países ricos. Por otro lado, se espera un aumento de las enfermedades infecciosas. Muchos vectores biológicos (organismos que transmiten enfermedades, como mosquitos, garrapatas, pulgas, moscas, roedores, etcétera) serán más frecuentes.
Algunos microorganismos y los parásitos también aumentan su metabolismo y se reproducen a mayor velocidad al aumentar la temperatura. Los casos de diarreas, por ejemplo, se incrementan el 8 por ciento con cada grado de temperatura, lo cual hace previsible una mayor incidencia de enfermedades gastrointestinales relacionadas con la higiene y manipulación de los alimentos y del agua.
En consecuencia, cabe esperar, de entrada, un incremento de la malnutrición a escala mundial. Se espera hacia 2080 un incremento de entre 400 y 800 millones de personas con problemas de malnutrición. Por las mismas fechas se calcula que entre 1000 y 3000 millones padecerán problemas de suministro de agua potable. Africa es “la zona donde se esperan peores efectos”, explica Cristina Tirado, coautora del capítulo de salud del informe del IPCC y consultora de Naciones Unidas en cuestiones de cambio climático y seguridad alimentaria vinculada a la Universidad de California (UCLA). “La población subsahariana no se podrá adaptar, y esto va a producir el éxodo masivo de millones de refugiados ambientales debido a la sequía y a la falta de alimentos”, afirma.
El agua va ser un problema por defecto o por exceso. Cristina Tirado señala: “En los estuarios y grandes deltas del Sudeste de Asia, como Bangladesh o Pakistán, puede haber impactos graves por la subida del nivel del mar, que inundará muchas zonas costeras y provocará el desplazamiento de comunidades de subsistencia indígenas que viven en los manglares. La tala del manglar para la acuicultura extensiva ha hecho mucho más vulnerables las comunidades costeras a los impactos del cambio climático, y la repoblación de los manglares debe ser una prioridad en las estrategias de adaptación”, afirma Tirado. Las pequeñas islas serán las más perjudicadas por los impactos que se esperan, particularmente las islas coralinas o atolones, ya que muchas podrían ser completamente sumergidas.
Por si esto fuera poco, la distribución de muchas enfermedades infecciosas se verá alterada. En muchos casos, como el dengue, se cree que la población expuesta a la enfermedad aumentará significativamente. Para 2080 se prevé que habrá unos 6000 millones de personas expuestas a esta enfermedad, una cifra realmente enorme para una dolencia que no tiene cura –aunque sí admite tratamiento– y que ya mata a bastante gente en el mundo (unas 19.000 personas en el año 2001, según la OMS).
El informe del IPCC destaca que las clases más desfavorecidas notarán más los problemas. Los países pobres serán los más castigados, pero los países ricos también se pueden ir preparando. El informe destaca: “La gente mayor, los discapacitados, los niños, las mujeres, las minorías étnicas y la gente con bajos ingresos son los colectivos más vulnerables y que necesitan mayor atención”. Puede parecer que se esté hablando de algún lejano continente, pero estas ideas aparecen en el capítulo dedicado a Europa.
Los mosquitos del género Anopheles transmiten la malaria en el mundo. Hasta hace pocos años, estos mosquitos no vivían en las tierras altas de Kenya y Etiopía. Pero ahora “su límite de distribución ha ganado en altitud debido al aumento de la temperatura, y como consecuencia ha empezado a afectar a poblaciones humanas que hasta ahora no conocían la malaria, generando epidemias”, explica Miguel Angel Rodríguez-Arias, investigador del Laboratorio de Recerca del Clima del Parc Científic de Barcelona. Este ejemplo ayuda a entender cómo el cambio climático puede acelerar la expansión de enfermedades infecciosas en el mundo, y que puede llevarlas hasta nosotros.
La malaria y el dengue son enfermedades que hasta el siglo XX se desarrollaban en Europa. El peligro de su regreso reside en la posibilidad de que algún insecto vector se instale entre nosotros. Y eso es exactamente lo que está sucediendo. El mosquito Aedes albopictus, más conocido como mosquito tigre, es uno de los vectores de dengue, que cursa con fiebres hemorrágicas y puede ser mortal. Este mosquito ha colonizado buena parte de Italia, Francia y Albania, y se encuentra en plena expansión en Cataluña. Aunque la llegada del mosquito no tuvo que ver con el cambio climático, una vez implantado su actividad sí que está influida por el aumento de temperatura, que alarga la época reproductora de los mosquitos y permite que se produzcan más generaciones anuales.
El mosquito tigre ya ha dado un pequeño susto al convertirse en protagonista el año pasado de la propagación del virus del Chikungunya en Italia. “Alguien contrajo la enfermedad de viaje en la India. Al regresar a Italia fue picado por un mosquito tigre, y en pocas semanas la enfermedad se extendió por varios pueblos produciéndose una pequeña epidemia con 200 infectados y un muerto”, explica Miguel Angel Rodríguez-Arias.
Todo parece indicar que este tipo de sucesos irá en aumento. En Estados Unidos preocupa el virus del Nilo occidental (West Nile Virus), que todos los años mata a unas 200 personas. Entró en 2002 por Nueva York y se ha extendido por todo el país. Es una enfermedad emergente que tiene que ver con la llamada globalización biológica, por la que especies de todo el mundo están invadiendo ambientes muy alejados de su origen.
¿Podrá la humanidad adaptarse a todos estos cambios? Cristina Tirado cree que “una combinación de medidas de mitigación, adaptación, desarrollo tecnológico e investigación podrían contribuir a prevenir los impactos en la salud asociados con el cambio climático”. Esto incluye la “consideración de los riesgos en la salud asociados con el cambio climático en los programas de respuesta a emergencias y en la planificación de los sistemas de salud”, un objetivo deseable para el que aún queda un largo camino por recorrer.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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