Miércoles, 21 de enero de 2009 | Hoy
SOCIEDAD › EL PARADOR TARIFA, EN GESELL, SOLO ACCESIBLE CON 4X4, ES UN ESPACIO PARA UN RATO DE PAZ
Tarifa se encuentra a 2,5 kilómetros del centro de Gesell. Se puede acceder sólo en 4x4 o las camionetas del parador. Una enorme carpa da la imagen de un desierto en Arabia. Durante la noche, el restaurante con chef de lujo ocupa todas las mesas.
Por Carlos Rodríguez
Desde Villa Gesell
La enorme carpa blanca, con signos en color negro, fue traída en barco, desde Marruecos. Los camastros son similares a los que se ven en algunas playas de Europa, pero están protegidos con vidrios, para cobijar a los turistas del viento que siempre sacude al Atlántico, sobre todo en este punto lejano del norte geselino, en el límite con Cariló. Los sillones blancos sobre la arena le dan al parador Tarifa el aspecto de un living salvaje, agreste, pero a la vez acogedor. “Sólo falta un par de camellos y tenemos el desierto en Villa Gesell”, ironiza Emiliano Tolone, el dueño –desde hace dos años– del balneario, que antes se llamaba El Medio, no se sabe si porque está en el medio de Gesell y Cariló o si porque está, virtualmente, en el medio de la nada. Es, sin duda, el lugar más tranquilo de la costa geselina. A diferencia de otras playas, uno de los mejores momentos es la noche, la cena o el trago a la luz de las velas. Si hay luna llena, y buena compañía, cualquiera puede creer que la vida es un jardín de rosas, sin espinas.
“A este lugar lo agarramos hace un año porque tiene mucho futuro. Está a siete kilómetros de Cariló, y a dos y medio (del centro) de Villa Gesell. El acceso es limitado, sólo con 4x4, pero si los clientes se acercan a Cariló o del otro lado, al camping Pucará de Gesell, los vamos a buscar y los traemos”, dice Tolone a bordo de una camioneta que tiene más kilómetros recorridos que un colectivo de la línea 60. Giselle, Alejandra, Cecilia y Daniela, son cuatro amigas, de diferentes edades, que pasaron todo un día en Tarifa. “La playa solitaria, toda para nosotras, las cenas a la luz de las velas, la paz, es lo mejor de este lugar”, coinciden mientras se sacan fotos, a la noche, con la luna y el mar como fondo.
En Tarifa, a diferencia del resto de las playas, las carpas y sombrillas en alquiler son muy pocas. Los que llegan, la mayoría para disfrutar del sol por unas horas, para tomar algo o para comer, optan por cobijarse en la terraza del restaurante o en las sombrillas de paja, que son gratuitas. El parador es una mole de madera y vidrio que por la noche, con sus luces, parece un faro que guía a los visitantes, algunos de los cuales llegan caminando por la playa, sin 4x4. Al mediodía, acorde con el apuro por tomarse todo el sol, la comida es rápida: minutas, hamburguesas. Por la noche, la carta del restaurante se convierte en la estrella, de la buena mano de Franco, un maestro de la cocina gourmet de apenas 25 años.
La cena arranca a las diez y media, once de la noche, y la sobremesa se estira, muchas veces, hasta pasadas las tres de la mañana, sobre todo los sábados y domingos. Entre entradas y platos principales, la carta ofrece más de 20 alternativas para adultos, más el menú infantil, ya que son muchas las parejas con hijos pequeños. Los mejillones gratinados, las setas doradas y panceta en salsa de malbec, el cordero braseado al estilo criollo, la bondiola de cerdo con puré de calabazas, el salmón con chow fan y salsa teryaki son algunas delicias que se pueden disfrutar. “La comida es nuestra mejor oferta, sobre todo en la cena. Lo único que no garantizamos es tener la playa llena, pero el restaurante, por las noches, siempre está con la mayoría de las mesas ocupadas”, asegura Tolone.
Florencia, una de las camareras, aclara que esa no es su actividad habitual. Vecina de la localidad bonaerense de Del Viso, su pasión es pintar cuadros y su inspiración, los caballos. “Soy novata, no tengo la práctica necesaria”, dice con modestia, luego de haber derrochado amabilidad y paciencia. “La semana de luna llena es para recomendar: es un espectáculo aparte”, confirma Florencia. “Acá, lo único que se escucha, de día y de noche, es el ruido del mar. No hay estrés, no hay corridas, no hay gritos ni partidos de fútbol encima de tu cabeza. Es un lugar ideal para descansar, tomar sol y disfrutar del mar”, afirma Daniela, que trabaja en el Casino Flotante de Buenos Aires.
Tolone está encantado con su carpa marroquí. “La trajimos con la idea de alquilarla para fiestas, porque tiene capacidad para cientos de personas. Ya la usamos para la presentación de uno de los equipos que participó en el Rally Dakar y para un casamiento. Tenemos planeado hacer algo especial, a la noche, para el Día de los Enamorados”. Será cosa de enamorarse, tener una 4x4 o encontrar un amigo capaz de prestarla, por una noche. O de lo contrario, llegar hasta Cariló o al camping Pucará, y esperar que lo vengan a buscar con la camioneta de Tarifa, que suele regresar, luego de las cenas, tan llena como el subte en el horario pico.
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