Domingo, 19 de diciembre de 2010 | Hoy
SOCIEDAD › EL AVANCE DE EMPRESAS Y CLUBES QUE TOMAN Y CERCAN TERRENOS, PLAZAS Y PARQUES DE LA CIUDAD
Por ventas a precio vil, concesiones infinitamente renovadas o por el simple expediente de alambrar, todo tipo de actores privados ocupa tierras y las “lotean” a su manera. La última moda es para estacionamientos.
Por Eduardo Videla
Entre los pastizales, unos pibes se parapetan detrás de un muro. Cada tanto sacan el cuerpo, apuntan contra sus adversarios y luego corren a cubrirse de nuevo o en busca de otro objetivo. El baldío, escenario de la disputa, no forma parte del Parque Indoamericano ni de ningún otro terreno abandonado del sur de la ciudad, sino del lugar que alguna vez fue el Velódromo municipal, en el Parque Tres de Febrero. Un espacio público olvidado, con instalaciones en riesgo de derrumbe que, pese a eso, es explotado por una empresa privada para una competencia de paint ball, una batalla con balas de pintura.
El lugar puede ser un paradigma de los bosques de Palermo, capaz de demostrar que no sólo en el sur de la Ciudad de Buenos Aires se ocupan terrenos públicos en estado de abandono. Allí, varios clubes privados hacen uso de generosos espacios, algunos otorgados en venta durante la última dictadura, otros obtenidos mediante permisos de uso, renovados en democracia.
Algunas ocupaciones quedaron legalizadas, aunque su legitimidad sigue cuestionada. Otras usurpaciones de facto persisten, ante la vista gorda o complicidad de los mismos funcionarios que se escandalizan cuando familias sin techo acampan en un baldío. Como en el caso del Club Universitario Buenos Aires que, según denuncia la Asociación Amigos del Lago, corrió el alambrado de sus instalaciones y ganó terreno para que los fines de semana los socios puedan estacionar sus vehículos. O de la empresa Panter SRL, que se sigue atribuyendo el derecho de explotar los espacios bajo los arcos del ex Paseo de la Infanta –hoy Paseo Marcela Iglesias–, la mayoría vacíos o cerrados, junto al espacio abandonado de lo que debería ser la Plaza de la Shoá.
Muchos de los locales gastronómicos surgidos en el furor de los ’90, bajo los arcos ferroviarios, han desaparecido, pero una decena subsiste. Como el Guindado que, frente al Planetario, cierra con cintas un amplio sector del parque y se reserva como propio el espacio bajo los arcos vacíos para usarlo como estacionamiento. La actividad comercial se diversificó en el lugar: en otro de los arcos funciona un taller de artes gráficas. Inquietos por el trabajo de Página/12, los responsables del taller luego seguirán en un Peugeot 207 gris al auto en que el cronista y la reportera gráfica de este diario recorrieron el parque para hacer este informe.
Sobre la calle Belisario Roldán, sobre la mano izquierda, detrás de unos matorrales, se levantan las tribunas de hormigón del Velódromo. Esa estructura, escenario de competencias deportivas desde la década del ’50 y de los primeros festivales del rock argentino en los ’60, debe ser demolida, según dictaminó el Centro Argentino de Ingenieros, porque su deterioro es tal que se la considera irrecuperable.
Pese a eso, el predio sirve de base de operaciones para los camiones de la empresa Mantelectric, tiene un sector ocupado por la Comisaría 23ª de la Federal como playa policial para autos secuestrados y, dentro de la pista abandonada, la empresa TegBall explota la actividad en la que un grupo de amigos juega a eliminarse con armas de juguete y manchas de pintura. “Mínimo diez personas, a 50 pesos por cabeza y 15 la recarga de municiones”, explica un empleado.
El velódromo había sido concesionado por el ex intendente Carlos Grosso en bloque, junto al Golf y al Club Hípico. Las administraciones sucesivas anularon la concesión, pero los predios tuvieron destinos diferentes. Mientras el golf fue recuperado para la Ciudad, el velódromo quedó abandonado y el Hípico sigue en manos privadas.
En la vereda de enfrente, la Fuerza Aérea ocupa trece hectáreas, producto de una cesión por decreto de 1956, que venció hace 34 años. Allí, pese a eso, funciona el Comando de Operaciones Aéreas –aunque dentro del predio no se divisa ningún avión– y el Ministerio de Defensa construye un edificio, junto a dependencias del Servicio Meteorológico Nacional.
La recorrida de este diario siguió por la llamada Plaza de la Shoá, creada por ley de la Ciudad hace dos años, pero que sigue siendo un baldío tapiado sobre la avenida del Libertador con publicidad de la gestión de Mauricio Macri y alambrado en el otro extremo, sobre Freyre, entre las vías de los ferrocarriles Mitre y San Martín. Allí sigue teniendo presencia la empresa Panter SRL, responsable de la explotación del lugar cuando se produjo la muerte de la niña Marcela Iglesias, en 1996, cuando se desplomó sobre ella una escultura mal instalada. La mayoría de los arcos están vacíos, aunque todavía subsisten dos confiterías, BomFim y Crobar, “pese a que la actividad comercial en el lugar no está permitida por el Código de Planeamiento Urbano”, dice Osvaldo Guerrica Echevarría, titular de la Asociación de Amigos del Lago.
El abandono tiene otra cara en el edificio histórico conocido como el Lactario. En el siglo XIX, a poco de creado el Parque, los niños humildes de la ciudad iban allí a tomar la leche que se producía en el tambo que funcionaba en el lugar. Allí también es donde funcionó en 2000 la Casa Joven, administrada por la juventud del Partido Socialista.
La mayor pérdida del espacio público en el Parque Tres de Febrero se dio durante la última dictadura. De las 400 hectáreas que tenía ese espacio verde diseñado por Carlos Thays, a fines del siglo XIX, hoy le quedan apenas 140 para el uso público. El resto pasó a la esfera privada. Es el caso del Club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (GEBA) que, según el relevamiento realizado por los Amigos del Lago, “compró” 80 hectáreas a la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires cuando gobernaba el intendente de la dictadura Osvaldo Cacciatore. Después de beneficiarse con sucesivas renegociaciones, el club recibió la escritura de manos del ex intendente Carlos Grosso.
Otro de los beneficiados fue el Automóvil Club Argentino, que en 1982 le compró a la ciudad tres hectáreas donde tiene su escuela de conducción. El predio se escrituró en la gestión de Aníbal Ibarra. También en 1978 la intendencia de facto entregó tres hectáreas a la Asociación Argentino- Japonesa por 20 años. Después de usufructuar del lugar sin permiso durante 17 años, la entidad recibió este año una nueva concesión para explotar el espacio, por otras dos décadas.
Durante la presidencia de Carlos Menem, el parque perdió otras 3,5 hectáreas, que fueron donadas a la comunidad islámica. Al menos no se puede reprochar ilegalidad en este caso, ya que la ley fue aprobada por las dos cámaras del Congreso. Muy distinto es lo que ocurrió con el predio ferial, también perteneciente al parque, que ese mismo gobierno le vendió a la Sociedad Rural en 1992, pero por un decreto firmado por Carlos Menem y Domingo Cavallo. El monto de 30 millones de dólares-pesos en que fue enajenado ese inmueble de aproximadamente 11 hectáreas fue considerado “precio vil” por el fiscal José María Campagnoli, a cargo de la investigación penal del hecho. Para colmo, la Sociedad nunca terminó de pagar esa suma y en 2004 concesionó la explotación del predio a una empresa, La Rural SA, que hoy explota el empresario Francisco de Narváez. En ese predio no sólo se llevan a cabo ferias y exposiciones sino fiestas y bailes de cuestionable habilitación. Por esa venta fraudulenta esta procesado el ex ministro Cavallo.
En 2002, durante la presidencia de Eduardo Duhalde, el Onabe le vendió al Vilas Club 4,5 hectáreas a razón de 100 pesos el metro cuadrado. La denuncia penal, presentada en julio de 2006, está en trámite en una fiscalía de instrucción.
La entrega de patrimonio no involucra sólo a espacios verdes. En 2007 –denuncian los Amigos del Lago–, el entonces jefe de Gobierno, Jorge Telerman, le entregó a la empresa Hipódromo Argentino de Palermo SA el edificio de la playa de estacionamiento cubierta ubicada sobre la avenida Dorrego, a título gratuito, por cinco años “para uso exclusivo de los concurrentes a las máquinas tragamonedas” que funcionan en el salón de juego. “Macri derogó el decreto pero no hizo nada para recuperar la playa de estacionamiento, que también está dentro del terreno del parque”, advierte Guerrica Echevarría.
Entre tantos avances privados sobre el espacio público, los Amigos del Lago lograron en los últimos meses la recuperación de casi nueve hectáreas. “Mediante denuncias en fiscalías de instrucción y contravencionales, notas y reuniones con funcionarios, el Ministerio de Espacio Público recuperó casi dos hectáreas de la Plaza Haití, una hectárea que había sido usurpada por el Club Alemán de Equitación y en los últimos días, una hectárea y media que había ocupado el club GEBA y media hectárea usurpada por el Lawn Tennis Club”, puso como ejemplo Guerrica Echevarría.
Los vecinos, sin embargo, sostienen que esos resultados parciales no logran revertir la situación de deterioro y abandono, “que sólo puede remediarse con la designación de un director del parque por concurso, la creación de un consejo asesor y la elaboración de un Plan de Manejo para el parque”, dice Guerrica Echeverría. Esas figuras habían sido creadas por ley, con voto unánime de los legisladores, pero Macri vetó la norma a comienzos de su gestión, en 2008.
Con veinte años de lucha por la recuperación del parque, la asociación propone que los espacios “sean recuperados para el uso público, con actividades recreativas, deportivas y culturales, tanto debajo de los arcos como en los espacios abiertos recuperados”, explica Carlos Liut, vicepresidente de la asociación.
Es la única forma –sostienen– de que el espacio no quede en manos de usurpadores, cuya única necesidad, por lo que se vio, es la de obtener ganancias comerciales.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.