SOCIEDAD › EL INSOLITO CASO DE UN POLICIA QUE MATO A OTRO
Gatillo fácil entre federales
El oficial de la Policía Montada que mató a un agente de la comisaría 4ª de la Capital fue puesto en disponibilidad. Por este caso, el oficial, llamado Sergio Báez, se convirtió en protagonista de un caso paradigmático en término de delitos. Los investigadores aún tratan de determinar la causa por la que terminó descargando doce balas contra un colega, confundido con un supuesto ladrón de pasacasete. Las primeras conclusiones de quienes siguen la instrucción indican que Báez actuó “por inexperiencia, presionado por la trascendencia pública del tema de la inseguridad y porque –reconocieron– estamos todos asustados”.
La causa está en manos del juez porteño Alberto Baños, pero la primera parte de la instrucción estuvo a cargo de los titulares de la comisaría 4ª, donde cumplía servicios Claudio Adorno, el policía de 26 años que terminó muerto en el enfrentamiento. Baños recibirá recién esta mañana el sumario con las primeras declaraciones de testigos y le tomará la indagatoria al policía de la Montada, que está detenido.
De acuerdo con los datos recogidos hasta ahora por la jefatura de la comisaría, el enfrentamiento comenzó cuando un grupo de vecinos de San Telmo descubrió que dos personas intentaban robar el pasacasete de un Gol estacionado en la calle Estados Unidos, entre Piedras y Tacuarí. Báez era uno de los vecinos del barrio; a esa hora estaba en su casa ubicada en el departamento del edificio de esa esquina. Salió “con las zapatillas todavía desatadas”, explicaron las fuentes consultadas, cuando sintió la alarma del vehículo.
Poco después se produjeron los disparos. Cuando Báez bajó, en la vereda ya no estaban los dos ladrones sino Claudio Adorno, el policía de la comisaría 4ª, que estaba de franco pero llevaba su arma “o en la cintura o en la mano”, agregaron las fuentes. Los dos hombres estaban de civil, a cuatro metros de distancia, sobre la misma vereda y armados. Eran las 3.30 de la mañana cuando los vecinos escucharon los primeros disparos.
Los datos recogidos por la jefatura de la comisaría indican que desde cada una de las dos armas salieron entre 10 y 12 disparos. Aún no se sabe qué fue lo que pasó entre los dos policías antes de los disparos. “En el lugar –indica la misma fuente– no había testigos: los vecinos y el portero de uno de los edificios aparecieron recién cuando ya se habían escuchado los disparos.” Una de las versiones indicaba que, antes de los disparos, uno de los dos policías había dado el aviso de “alto policía”, pero esta presunción ayer no fue confirmada por ninguno de los testigos que declaró en la comisaría. Sin testigos y con los datos que existen hasta el momento, quienes buscan las explicaciones creen que los policías sacaron sus armas al mismo tiempo, un arma que en todo momento estuvo lista para gatillar y matar.
“El chico Báez –explicó un alto jefe policial– no tiene oficio de comisaría, estuvo en comunicaciones, después en la caballeriza, sin enfrentamiento en la calle”. A la falta de entrenamiento, el jefe policial también le suma el cúmulo de factores de tipo coyuntural que parecen contribuir en esta suerte de caza de brujas: “Francamente, es casi una reacción instintiva: si usted ve que un ladrón le saca un revolver, ¿qué hace?, ¿no le tira?”.
Un peritaje reveló ayer que Adorno recibió tres impactos de bala: uno de los tiros en el estómago y al menos otros dos en las piernas. El oficial de la Montada no sufrió lesiones.