Domingo, 3 de noviembre de 2013 | Hoy
SOCIEDAD › LA INVESTIGACION IMPOSITIVA QUE PUEDE SER EL FIN DE LA FAMILIA TUCUMANA
Acusados en el caso de Marita Verón, enfrentan una investigación sobre su riqueza. Desempleados o remiseros, los sospechados tienen decenas de coches y propiedades, campos y casas que les resultan difíciles de justificar.
Por Soledad Vallejos
Desde San Miguel de Tucumán
Un clan mentado durante cuatro décadas en relación con homicidios violentos, usurpaciones de terrenos, robo de cosechas, trata de personas, explotación sexual, juego clandestino... pero que siempre supo escurrirse de la Justicia, ¿podría llegar a tener condena por gastar más de la cuenta y evadir impuestos? Esta semana, con el comienzo de las indagatorias a 12 de los 23 investigados del clan Ale por asociación ilícita, lavado de activos y evasión agravada, fuentes de los organismos que se presentaron como querellantes contra Rubén “La Chancha” Ale, su hermano “el Mono” y su ex mujer María Jesús Rivero, entre otros, empezaron a creer que sí.
En la causa que investiga la denuncia realizada por la Procuraduría contra la Criminalidad Económica y el Lavado de Activos (Procelac) a partir de investigaciones de la Unidad de Información Financiera (UIF) y la AFIP –organismos que se convirtieron en querellantes y cuyas pesquisas comenzaron el año pasado–, la Justicia empezó a confrontar versiones. Entre el jueves y el viernes, ante el juez federal Fernando Poviña, seis de los investigados dieron ya las primeras explicaciones: ¿cómo podía un monotributista inscripto en una categoría con ingresos de hasta 100 mil pesos anuales explicar que de un día al otro había comprado una camioneta Land Cruiser que cuesta cerca de 400 mil pesos? ¿Cómo una presunta empresaria que declara no tener actividades que le reporten ingresos tienen seis autos y tres propiedades que suman más de un millón de pesos? ¿Puede alguien que se declara desocupado explicar empresas y camiones a su nombre, o transferencias y depósitos de dinero cuyo origen es incierto? Este diario tuvo acceso en exclusiva a las primeras declaraciones indagatorias, que permiten ir trazando un mapa de las relaciones en el clan, pero también las tensiones y las dinámicas por las que discurre el dinero de origen incierto, y sospechado ilícito.
El jueves fue el turno de Rubén “La Chancha” Ale. Alto, con un sobrepeso que todavía justifica su apodo pero notablemente más delgado que el año pasado, llegó a declarar con dos mujeres a las 6.40 para esquivar a la prensa y salió sin que nadie lo viera, porque se le permitió usar una salida reservada. Ale está registrado como monotributista en una categoría con ingresos de hasta 100 mil pesos anuales, no obstante lo cual es dueño de una camioneta 4x4 que cuesta algo menos de 400 mil pesos. Está sospechado de ser cabecilla de la asociación ilícita que lava activos y de evasión agravada por hacer fluir el dinero en una estructura de testaferros. En ese universo, la investigación señala, entre otras, a tres de sus ex mujeres y a su actual pareja: María Jesús Rivero, Valeria Fernanda Bestán y Daniela Milhein (absuelta el año pasado en el juicio por Marita Verón). También, al hijo que tuvo con Rivero, Angelito, quien será indagado la semana próxima para explicar cómo tiene parte de una sociedad y propiedades sin tener ingresos.
Ante el juez Poviña, el fiscal de Procelac, Carlos Gonella, y el fiscal federal Carlos Brito, La Chancha habló pausado, con alguna dificultad en los movimientos porque sufre de Parkinson. Sólo respondió a preguntas del magistrado. Negó ser parte de una asociación ilícita, haber lavado activos, ser dueño de las propiedades cuyas escrituras fueron encontradas en su casa en los allanamientos. Negó tener los autos que se le atribuyen mediante testaferros, aunque entre el material secuestrado figuran cédulas de transferencia de autos firmadas por sus titulares y dejadas en blanco en el espacio que señala en beneficio de quién se transfieren. Se definió como “empresario” y remisero.
Dijo que no sabía cómo había llegado a la oficina de la remisería 5 Estrellas una carpeta rosa en cuya tapa dice “Marita Verón” y en cuyo interior, además de un par de notas periodísticas, había dos cartas manuscritas de Fátima M. (la joven que denunció haber sido secuestrada y haber visto a Marita Verón en casa de Daniela Milhein, durante el cautiverio) diciendo a su familia que deje de buscarla y también estudios ginecológicos de Milhein. “No me acuerdo cómo llegó ahí (la carpeta). Puede ser que la haya dejado la señora Jesús (Rivero) cuando estaba ella”, dijo Ale. Al día siguiente, Rivero dijo que tampoco había tenido que ver con esa carpeta, que quizá la haya dejado “el abogado”, aunque no aclaró el de quién. Ale explicó también que hace tres años, “porque estoy enfermo y por si me pasa algo en el futuro”, registró 5 Estrellas S.R.L. a nombre de su mujer actual, Florencia Cuño, quien formalmente comparte esa titularidad con Angelito, hijo de La Chancha y Rivero, a quienes los investigadores sospechan como los verdaderos dueños.
Distintas fuentes de la investigación aseguraron que son notables las inconsistencias entre los ingresos que dice tener y el patrimonio que se le atribuye, empezando por 118 automotores y 32 inmuebles.
María Jesús Rivero, que en 1989 dejó su Salta natal como una joven profesora de educación física con ganas de progresar, el viernes pasado se definió ante el juez como “empresaria y actualmente desempleada”. Negó todas las acusaciones. “No pertenezco ni he pertenecido a ninguna banda delictiva. Mi modo de vida siempre fue lícito. Soy profesora de educación física, ejercí mi profesión hasta los 21 años. Así llegué a Tucumán para ejercer mi carrera terciaria y acá conocí al padre de mi hijo en 1989”, detalló ante el juez Poviña. Era el comienzo de una declaración teñida por la furia que Rivero todavía siente hacia La Chancha, de quien se separó en 2005. Fue Rivero quien creó la remisería 5 Estrellas (a bordo de uno de cuyos autos habría sido secuestrada Marita Verón), que llegó a contar con tantos autos que su flota superaba en número a los patrulleros de la policía disponibles la capital. También fue Rivero quien acompañó la polémica e investigada gestión de Ale en el Club San Martín. Haber sido su pareja es una carga que ni siquiera la permitió reclamar a quien la estafó en la compra de un terreno, dijo al juez Poviña: “Como soy la ex esposa de Rubén Ale, yo era una delincuente”.
Llegó a tener 15 autos, nueve de los cuales vendió, el último de ellos el año pasado, por 125 mil pesos, aunque la valuación oficial superaba los 150 mil. No tiene empleo ni actividad económica conocida; su abogado, Carlos Varela Soria, aseguró que “vive de vender ropa en su casa”. En su relato ante Poviña, Rivero tejió una historia de esplendor y caída: de la remisería “fui la dueña durante 10 años”; de las tres armas (un revólver largo, una pistola y una escopeta) secuestradas en su casa, “no puedo presentar las credenciales porque las tengo extraviadas”; en el allanamiento, le fueron secuestradas “las alhajas (que) eran mías y de mi familia, son joyas de oro y fantasía que fui juntando a lo largo de los años”. Rivero aseguró que el caso Verón minó su salud mental y que quiere que su hijo, Angelito, “deje de ser el hijo de la Chancha Ale”.
En la indagatoria, Rivero fue preguntada una y otra vez sobre las cartas secuestradas en los allanamientos, en las que reclama dinero a Ale y detalla con furia las operaciones del clan en una variedad de ilícitos: drogas, desfalcos, amenazas, robos. Una de esas cartas, dijo la ex mujer de La Chancha, “aparentemente la escribí en el año 2012, estaba en el medio del juicio (por el caso Verón), mi hijo estaba por perder su año de estudio debido a que adeudaba cuotas” al colegio. Cuando Ale estuvo preso por la causa de usurpación de la finca, su mujer de entonces, Bestán, “dejó de entregarle a mi hijo el dinero que recaudan los taxis, la estábamos pasando muy mal. Muchas cosas de las que dije, algunas me las acuerdo y otras no. Estaba con más de 15 pastillas de Rivotril en la cabeza, y no sé si la escribí antes o después de que las pastillas me hicieran efecto”. ¿Por qué escribió lo que escribió? “Como sé que Rubén tiene terror a meterse en problemas, en la carta me dediqué a insultarlo, amenazarlo, decirle de todo. No sabía cómo hacer para que el tipo tuviera miedo”.
Las preguntas sobre las cartas fueron detalladas. En algunos casos, Rivero dio versiones ampliadas, en otros, procuró minimizar lo que ella misma había dicho. Se excusó más de una vez recurriendo a su enojo. Dijo que toda su vida tuvo trabajos lícitos. “Los escasos bienes de que dispongo los compré con el producto de mi trabajo. Tengo merecido tener una o dos casas, y mi hijo merece tener su vehículo y poder seguir estudiando”, agregó.
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