Viernes, 9 de mayo de 2014 | Hoy
SOCIEDAD › OPINION
Por Mariana Carbajal
Todavía no hay certezas, pero existen fuertes sospechas de que el fuego que terminó con la vida de María Karina Flamenco y su familia pudo haber sido provocado por su ex pareja, a quien ella venía denunciando por violencia de género, sin que su pedido desesperado de ayuda hubiera tenido alguna respuesta efectiva para protegerla a ella, a sus hijos y a su compañero. ¿Cuántas María Karina más tendrán que morir quemadas, asfixiadas, estranguladas, acuchilladas, a martillazos o con algún disparo a manos de sus parejas o ex parejas para que se ponga en marcha un plan nacional para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres? Ese plan está previsto en la Ley 26.485, sancionada por el Congreso en 2009, con el objetivo de que se puedan articular políticas a nivel nacional, de los gobiernos provinciales y municipales. Para que ninguna María Karina tenga que vivir en el infierno de saber que él puede volver a amenazarla, a hostigarla, como contaron varias vecinas que le ocurría asiduamente.
“Tenía muchas denuncias. Cuando él venía a molestarla, llamábamos a la policía, que a veces venía y a veces no. Todos los vecinos la ayudábamos”, contó una mujer del barrio. Otra vecina recordó que el miércoles, un día antes de la tragedia, la ex pareja de Karina le dijo: “Mañana vas a tener noticias de tu amiga y sus hijos”. El vecindario estaba atento a los ataques que recibía María Karina de su ex pareja: “Siempre los chicos del barrio salían a defenderla. Esta vez no los pudimos salvar”, se lamentó la mujer.
La casilla en la que vivía la familia no tenía ventanas: estaban tapiadas. Tal vez –y es sólo una suposición– porque vivía aterrorizada de que él pudiera volver para agredirlos una vez más, como la amenazaba. Y como les pasa a tantas otras mujeres que, como María Karina, sufren violencia de parte de su pareja o ex pareja. A veces ellas demoran en pedir ayuda o denunciar. A veces denuncian y las respuestas de la Justicia demoran. A veces consiguen medidas cautelares de exclusión del hogar o una orden para que el agresor no se acerque a ellas. Pero a veces ellos –los hombres que ejercen violencia contra su pareja o ex pareja– no las cumplen. Y no reciben ninguna sanción por violar esas medidas judiciales. Y las María Karina, aterradas, quedan expuestas a un próximo ataque que, a veces, puede ser mortal.
No se trata de casos aislados. Los hombres que maltratan a su pareja o ex pareja no son violentos por naturaleza, ni locos, ni enfermos. El caldo de cultivo para que agredan a esa mujer que dicen amar o quieren reconquistar es la histórica discriminación a las mujeres en la sociedad; esa matriz es la que habilita que haya algunos hombres que consideren a su pareja o ex pareja como parte de sus posesiones, al punto de querer controlarlas y dominarlas y, en los casos más extremos, apropiarse de sus vidas hasta matarlas. Esa matriz se debe atacar trabajando en las escuelas, desde el marco de la Ley de Educación Sexual Integral –que cuesta tanto que llegue a las aulas– para desarmar estereotipos de género, para promover relaciones más igualitarias entre varones y chicas, para prevenir los noviazgos violentos entre adolescentes.
Sin embargo, se habla poco de esta inseguridad que afecta a muchas mujeres, para las cuales su propio hogar resulta más inseguro y riesgoso que la calle. En 2013, en la Argentina, 295 mujeres y niñas fueron asesinadas por el hecho de ser mujeres, de acuerdo con el registro que lleva adelante el Observatorio de Femicidios en la Argentina de la Casa del Encuentro. La cifra fue un 15 por ciento mayor que el año 2012. En el 63 por ciento de los casos, los femicidios fueron perpetrados por el esposo, el novio, un amante o la ex pareja de la víctima.
Desde que comenzó este año hubo al menos dos casos parecidos al de Merlo. El 15 de enero, en Santiago del Estero fue rociada con combustible Emilse Yanet Maldonado, de 23 años, en el barrio Arquitecto Luis Bontempo. Murió quemada junto a su pequeño hijo. El principal sospechoso de provocar la llamas fatales fue su pareja, Exequiel Hernán González, de 33 años, quien también se prendió fuego y murió. Dos meses y medio después, en el barrio porteño de Pompeya, otra mujer y otro hijo, Lorena Vargas, de 36 años, y su nene de 12, fueron encontrados muertos al apagar un incendio, en la vivienda que la familia compartía. Como principal sospechoso de provocar las llamas fue detenido su pareja y padre del niño. “No serás mía, pero no serás de nadie”, es el mensaje que escriben con fuego los femicidas.
La violencia de género es un problema social, de salud pública y de derechos humanos, que debe estar en la agenda política prioritaria. Hoy, tal vez, el hecho de que hayan muerto seis niños, además del matrimonio en Merlo, genera más horror y espanto. Pero son miles las mujeres que diariamente sufren este flagelo, tal vez sin llegar al límite de la muerte. Debemos reaccionar y decirle basta a la violencia machista, por las María Karina, por todas, por nosotros como integrantes de una sociedad que viene ampliando derechos para ser más igualitaria y solidaria. Nunca más.
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